Las vacas que engordan

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Como en el sueño del Faraón que José interpretó vinieron las vacas flacas y devoraron a las gordas. Ésta vez no fue en forma de cosechas de trigo abundantes y de hambre, sino de años de boom económico y años de crisis, que han devorado gran parte de la riqueza vacasacumulada antes, amén de hacer desaparecer de un soplo lo que no era capital real sino engañifa financiera, sino trile bancario.

Ahora, tras mucho sufrimiento de todos los españoles, se empieza a vislumbrar alguna mejoría, si bien sabemos que se tardarán décadas en recuperar el nivel anterior, si se llega a recuperar enteramente. Y ello nos lleva a pensar que existe el riesgo de caer en errores antiguos.

En el pasado reciente, raro ha sido el Alcalde que no ha querido ser recordado por sus vecinos en la posteridad, dejándoles grandes obras (casas de cultura, polideportivos, soterramientos, campos de futbol, centros de salud, etc.), eso sí, con sus correspondientes deudas económicas para los años siguientes. Y el que no ha podido, por lo menos ha dejado unas cuantas rotondas con enormes esculturas, sobre muchas de las cuales se ha hablado en abundancia.

Como ya hay más de un Ayuntamiento que deja de tener telarañas en la caja y comienza a contar con ingresos, es conveniente adoptar medidas para evitar que una catástrofe como la crisis financiera que nos ha arrastrado recientemente pueda volver a sorprendernos.

Lo primero que han de tener en cuenta los Administradores municipales es que en la economía de un Ayuntamiento deben aplicarse las normas que tenemos en cuenta en nuestro ámbito privado, la diligencia de un buen padre de familia que impone nuestro Código Civil.

Y es absolutamente contrario a dicha diligencia el comprometer gastos corrientes a financiar con ingresos extraordinarios. Igual que un buen padre de familia que obtiene un premio en la lotería de Navidad de 300 euros no lo emplea en pagar el primer plazo de un coche, comprometiéndose a pagar otros 71 plazos, un Edil no debe pensar que los ingresos extraordinarios se producirán indefinidamente. Y eso es ni más ni menos lo que ha ocurrido con los ingresos extraordinarios derivados de la construcción. La proliferación de nuevas construcciones llevó a hacer creer que los ingresos por licencias de obras y por el ICIO eran un maná inacabable, y se dimensionaron con unos niveles de plantilla y de servicios enormes. Después, al llegar las vacas flacas, esos Ayuntamientos no podían reducir sus impuestos y tasas, pues los ingresos no llegaban para financiar los compromisos ineludibles.

Otra regla esencial en las economías domésticas es tratar de guardar algo “para cuando haga falta”. Por muy previsores que queramos ser siempre surgirá algún imprevisto, por lo que es muy recomendable contar con un pequeño colchón ahorrado. Aunque durante una buena temporada la mayoría de las haciendas locales el ahorro que puedan generar seguramente irá a enjugar déficit pasado.

Otra regla muy nombrada por los particulares en el ámbito privado es el consejo de San Ignacio de Loyola, en tiempos de tribulación no hacer mudanza. Desgraciadamente muchos españoles no la han podido aplicar en este tsunami económico que nos ha asolado, viéndose obligados a vender sus viviendas a bajo precio, a sabiendas de que vendían por el mínimo precio que el inmueble va a tener en el mercado, pero acuciados por la necesidad. De forma similar surgieron propuestas sobre una nueva desamortización en los peores momentos. Dado que la desamortización rara vez pasará de vender inmuebles, la propuesta fracasó, dada la falta de demanda. Una vez llegada la calma sí puede calibrarse que bienes podrían ser prescindibles o cumplir mejor su finalidad en otras manos. Pero con prudencia para no empobrecer a las futuras generaciones sin un plan alternativo.

También es prudente no poner todos los huevos en la misma cesta. Hay municipios que cuentan con una fuente de ingresos extraordinaria, que les hace ricos. Un buen administrador debe establecer un plan estratégico para que si un día esa fuente de ingresos decae o llega a secarse, no suponga el final del presupuesto municipal. Si la aportación de un único contribuyente sustenta un elevado porcentaje del presupuesto, si la actividad de ese contribuyente se llegara a ver comprometida, el Ayuntamiento lo estaría también.

En resumidas cuentas, el hecho de ver a las vacas engordar no nos debe dejar olvidar que después de las vacas gordas, vienen las flacas. Y que en la vida real, la vaca a veces no llega a engordar del todo.

3 Comentarios

  1. ¡Cuántas veces, a lo largo de estos años, he traído a colación la historia de mi tocayo bíblico! Ahora que ha entrado tanto neófito en la gestión de la cosa pública en nuestros Ayuntamientos , ojalá nos ayuden a mirar con ojos críticos cómo gestionamos los recursos de los vecinos. Sentido común, diligencia del buen padre de familia, como apuntas, preguntarse constantemente ¿por qué? ¿por qué no de esta otra manera? ¿cuánto cuesta? ¿puede hacerse mejor? Seguro que será agotador… ¡Pero puede ser tan positivo! Buen verano

    • José María: Como suele decirse el sentido común es el menos común de los sentidos. Pero con un poco de cuidado tampoco ha de ser tan agotador.
      Un abrazo

  2. No esta nada mal recurrir a este símil para explicar lo ocurrido. Por desgracia se olvidara pronto, y los politicos volverán a las andadas. No olvidemos que administran dinero ajeno sin responsabilidad, y ellos tienen su BIblia proponía que se llama «Programa, programa, programa.»
    Buen verano.

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