Metamorfosis

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Zool. Cambio que experimentan muchos animales durante su desarrollo, y que se manifiesta no solo en la variación de forma, sino también en las funciones y en el género de vida”. Así define el Diccionario de la Real academia Española la voz “Metamorfosis” en su acepción 3. Si nos fijamos en las numerosas especies que pueblan la Administración Local, observaremos que el elevado número de metamorfosis deja pequeñas en cantidad y en calidad a las que pudieran imaginar desde Ovidio hasta Kafka.

Afortunadamente, la metamorfosis no es un fenómeno que se de necesaria y absolutamente en todos los caso que se van a mencionar a continuación ya que puede que, siendo ciertamente frecuente, no es una regla inexorable. En la vertiente propia del personal suele ser de mayor frecuencia cuanto más irregulares hayan sido los procedimientos de selección y provisión. Por otra parte, tanto en el caso de los políticos como en el  de los empleados públicos de las Entidades Locales depende en gran medida de cómo sea la “pasta” personal de cada uno. Por lo demás, todos habremos visto, y más de una vez, fenómenos como los que se van a describir a continuación.

Dentro del personal, estas metamorfosis son frecuentes en los casos de quienes pasan de interinos a funcionarios de carrera o de personal laboral temporal a personal laboral fijo. En su estado inicial de precariedad suelen distinguirse por seguir el lema “nec aspera terrent”, dada su intrepidez frente al peligro y su valor a toda prueba, salvo en su relación con sus superiores, especialmente políticos, hacia los que muestran la mayor de las sumisiones y una obediencia más que franciscana. A esto añaden una laboriosidad sin fin, y tienen también una salud de hierro, ya que jamás se ponen enfermos, y si lo están nunca faltan al trabajo por esas “minucias”. ¿Qué ocurre cuando se alcanza, por el medio que sea, la fijeza? Pues que en un mayor o menor plazo de tiempo se opera una prodigiosa transformación. Ese antiguo valor desaparece e,  idolatrando al libro sagrado del “Catálogo”, se esquivan sistemáticamente las responsabilidades, a no ser que se recompensen en productividad incluso las más elementales e inherentes al puesto de trabajo. La actitud servil viene a ser sustituida por una insolencia evolutiva, a la par que la dedicación es reemplazada por el más burdo de los escaqueos. Finalmente, aquella salud de hierro se resiente de un modo tan alarmante que pronto empiezan las bajas más insólitas con curaciones milagrosas cuando se avecinan actividades extraordinarias a retribuir, sean procesos electorales o sea cualquier otra cosa.

En el mundo político, se dan también con cierta frecuencia los miembros de la corporación de las formaciones de la oposición, que, mientras se mantienen en esa situación, son hacia los funcionarios todo comprensión y todo oídos, especialmente esto último, porque va a ser lo que van a utilizar tras el proceso de metamorfosis. Como tras unas elecciones o una moción de censura ocupen el gobierno municipal, lo que se produce, más que una metamorfosis, es la transformación del Dr. Jekyll en Mr. Hyde. Aquella persona tan comprensiva y receptiva se convierte en un auténtico monstruo sediento de sangre, no sólo de los que gobernaban sino de todo el mundo, y especialmente la de aquellos funcionarios que tuvieron la lengua demasiado larga, a los cuales por otra parte no deja de estarles bien empleado…

El tercer grupo puede darse también en el personal cuando asciende de puestos base a puestos de responsabilidad, pero es mucho más frecuente en el mundo político. Cuando empiezan su andadura en la corporación, ocupando una concejalía de filas en el gobierno municipal muestran una humildad, una simpatía, y una disposición para aprender que llaman poderosamente la atención. Con el tiempo, si llegan a alcanzar la presidencia de la corporación, o alguna tenencia de alcaldía o delegación con facultad de resolver frente a terceros, su metamorfosis consiste en lo que vulgarmente se conoce como subirse los galones a la cabeza, pasando a tener un carácter despótico, distante y prepotente, y a gozar de la más absoluta de las omnisciencias, siendo también frecuente en algunos casos que cambien las tres C: coche, casa y cama. En fin, como dice el refrán: “si quieres saber como es Juanillo, dale un carguillo”

Insisto en que no en todos los casos en que ha habido un progreso o promoción profesional o política se dan estas metamorfosis, pero creo que sí que se puede afirmar que cuando nos encontramos ante un empleado público particularmente vago, perverso e inútil; un político local vesánico; o un alto cargo político despótico y omnisciente; nos encontramos ante personas que no es que hayan sufrido metamorfosis, es que nos la han hecho padecer y aguantar a los demás. Dentro de lo malo es mejor encontrarse a la criatura ya hecha que durante la fase previa, en la que va recogiendo toda la información que le será útil tras el cambio, pero esto es ya una cuestión de mayor o menor suerte.

 

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