Protocolo municipal

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A la mayoría de la gente pasó inadvertido, seguramente por no ver siquiera la entrevista televisiva, la incorrección de una periodista entrevistando a S.M. el Rey, con motivo del triunfo de la selección española de baloncesto en el Eurobasket 2015, utilizando el tuteo. Dado que ya han corrido ríos de tinta y, sobre todo, se han multiplicado los mensajes en redes sociales. El Rey no dio importancia alguna al tema, ni ninguna persona de la Casa Real ha hecho manifestación alguna al respecto, por lo que el hecho, ya pasado no tiene mayor importancia. Salvo por poner de manifiesto la ignorancia de la periodista, probablemente compartida por muchos componentes de la audiencia del partido: al Rey se le debe hablar siempre en tercera persona (de Usted) y se le dará el tratamiento de Señor o Majestad.

Pero sirva este ejemplo para introducirnos en el campo del protocolo aplicado al mundo municipal. Hoy en día es sumamente corriente que Alcaldes y Concejales rehúyan distinguirse de sus conciudadanos en los actos, sin ostentar atuendos o distinciones, ni ocupar lugares de honor. Ello supone el incumplimiento de las normas protocolarias, pero carece de mayor importancia, salvo por un pequeño hecho, con ello a quien se hace de menos es a quienes se representa.

Es un comentario bastante difundido que George Washington ordenó el diseño de la Casa Blanca de modo que impresionara a los mandatarios extranjeros que pudieran visitar la capital. Sea cierto o inventado, es un hecho que la residencia presidencial americana causa un respeto reverencial que en ningún caso provocaría una simple edificación residencial. En definitiva, no se trata de dignificar al inquilino de la Casa Blanca, sino de que quienes la vean sean conscientes de que dicha persona es el máximo representante de un gran país.

De modo similar, los representantes municipales deben adornarse en las ocasiones solemnes con las insignias o medallas de Concejal, el bastón de mando del Alcalde, el traje adecuado, etc., no por ánimo de figurar o aparentar, sino con el fin de que su pueblo esté debidamente representado.

Hace unos meses, por poner un ejemplo y sin ánimo de señalarle a él en concreto, el Alcalde de una capital marinera tomó posesión de su cargo prescindiendo de traje y corbata, con su indumentaria habitual. Del mismo modo asistió a los pocos días a recibir al buque escuela Juan Sebastián Elcano en su llegada al puerto de su ciudad. Poco tiempo después, para oficiar el matrimonio civil de una pareja de vecinos, fue de traje y corbata, justificándolo así: «Entiendo que sí estoy obligado a hacerlo porque es un día muy importante no sólo para los contrayentes, también para sus familias y amistades. Ellos se ponen sus mejores galas y es de recibo que nosotros también vayamos con las nuestras». Olvidó que la toma de posesión del nuevo Alcalde era muy importante para quienes le habían votado en las urnas y para el resto de vecinos a quienes va a representar. También le pasó inadvertido que para los Guardiamarinas alumnos del Elcano, para sus mandos y para la gran familia de la Marina española, el regreso del buque a casa es motivo de gran fiesta, en la que participa generosamente la población que le eligió Alcalde.

También en ocasiones hemos podido ver como Corporaciones municipales asistían a Procesiones tradicionales del pueblo sin guardar ninguna formación, ni la vestimenta adecuada. Con ello en el fondo se provoca una involuntaria afrenta, no tanto a la autoridad religiosa que organiza el acto, sino a la feligresía que participa de él y que mantiene viva esa tradición. Es decir, a las Cofradías o Hermandades organizadoras y al pueblo en general que participa.

Por el contrario, si se asiste a un acto castrense, se podrá observar que la totalidad de su desarrollo si ciñe escrupulosamente a las normas de organización previstas, pidiendo a todos los asistentes que se ajusten a ellas en cuanto a atuendo, posición en cada momento, respeto a cada paso del acto, especialmente a Bandera e Himno… El resultado es que la gente, al margen de la vistosidad mayor o menor de los desfiles que suelen acompañar estos actos, sale comentando la buena organización. Pero no es organización, es riguroso respeto del protocolo, que para eso sirve, para organizar adecuadamente actos.

Nada más lejos de nuestra intención que pedir que se imite el engolamiento, en algunos casos rayando en el ridículo, de algunos Ediles. Pero sí animar a hacer caso a los buenos profesionales del protocolo que hay en muchos Ayuntamientos, algunos de ellos ejerciendo como expertos de modo desinteresado y adicional a su verdadera función.

A estas alturas ya todos sabemos que mantenerse sentado al paso de la bandera de los Estados Unidos de América constituye una ofensa para el pueblo americano. Si vamos a respetarles a ellos, ¿qué motivo hay de no hacerlo con nuestro propio pueblo?

3 Comentarios

  1. Muy buen artículo Fernando.
    Nada más parecido a lo que desgraciadamente estamos viviendo en nuestra querida «piel de toro’.
    Hay personas que creen que con ese tipo de actitudes son más sencillos y….todo lo contrario, lo único que hacen es manifestar su falta de preparación para el puesto que desempeñan.
    Eso pienso.
    Felicidades.

  2. Tienes mucha razon.En muchos pueblos se esta dejando de lado todo el protocolo en los ayuntamientos, no se el motivo y ni por que, pero creo que es una falta de respeto a todos los ciudadanos.

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