No se trata del catenaccio que inventó el suizo Karl Rappan e hizo famoso a Helenio Herrera. Tampoco de una táctica del béisbol, el deporte con más reglas de juego del mundo. El término «defensive» del que aquí tratamos tiene origen en el sistema de salud norteamericano presionado por las gigantescas aseguradoras que obligan a las organizaciones médicas a verificar hasta extremos difíciles de calificar las pruebas diagnósticas con el fin de evitar tratamientos a su cargo, minimizar su coste o, simplemente, evitar indemnizaciones.
Esto que ocurre en el sistema de salud norteamericano se está extendiendo. No sólo entre las organizaciones con acento privado bien evidente como las que acabamos de mencionar, sino también en las organizaciones públicas aquí y en toda la Unión Europea. Italia trata ya con preocupación la expresión «paura della firma» –miedo a la firma- como un elemento identificador de la «amministrazione difensive». Todo se retrasa. Es el «vuelva usted mañana» de Larra; o quizá peor: «¿tiene usted cita?; sin cita previa no le podemos atender». Ahora ya no es mañana; ahora es pasado mañana.
Nuestra administración no es ajena a este fenómeno que se extiende silenciosamente a pesar del run run que va dejando.
Quienes torcieron el modelo Weberiano –en resumen: poder político por un lado y poder administrativo por otro, dejando un margen razonable de confrontación de intereses en el vértice del poder, como recomendaba el Presidente James Madison– y pretendieron que la Administración funcionara como una empresa y los ciudadanos fueran clientes han sido incapaces de construir un modelo alternativo fiable. Ello ha provocado una desorientación incompatible con la confianza y la seguridad, imprescindibles en una organización pública -digamos- saludable. La excesiva retórica de la modernización y la innovación es atractiva para todos pero efímera si no se consolida con avances sólidos en términos de administración democrática y sobre todo pública. El espectáculo de los interinos nos has traído de nuevo al Martinvillazo de 1977. Alguien debía decirlo.
La desprofesionalización en una función pública de los «amigos, parientes y del partido» magistralmente descrita por Valle-Inclán es un factor de desincentivación que provoca actitudes defensivas desde el «que lo haga otro» hasta el más amable «preferiría no hacerlo».
La non nata función directiva profesional, que pretendía ser una nueva clase funcionarial como salida de West Point pero sin ir a West Point –entiéndame– encargada de conducirnos hacia la mejor administración del mundo es hoy una caricatura. Pero resulta que los de siempre quieren de nuevo hacer propuestas para mejorar la situación de nuestra administración que ellos mismos califican como «gripada». Vivir para ver.
La desprofesionalización de nuestra función pública, la falta de un marco de integridad institucional en el que la transparencia, el derecho a la buena administración y a la buena regulación sean derechos exigibles ante los tribunales y, sobre todo, la corrupción son factores que abonan una administración contracturada. Algo grave ocurre cuando el período de aprobación de los planes generales urbanísticos supera ya los cinco años.
La «amministrazione difensiva» no es solo una preocupación en Italia. Se extiende aquí como una mancha de aceite y conviene detenerla con propuestas en clave pública. Estamos ante una consecuencia del fracaso de determinadas políticas públicas – o mejor dicho de políticas «no públicas» que han provocado desorientación en las organizaciones ante la falta de una planificación estratégica. No estamos sólo ante un problema de funcionarios.
El último factor que provoca un efecto de miedo y paralización -y que se negará si se interpela a los protagonistas- es el incremento de causas penales por corrupción. Ello nos revela la emergencia de un nuevo derecho penal que supera el papel de última ratio en el conflicto entre actividad y norma. Un nuevo derecho penal llamado a sustituir la debilidad del derecho administrativo en su papel regulador, de control ordinario de la actividad de la administración pública. Esta debilidad y la irrupción del juez penal alimentan la «paura della firma» y que el espíritu de equipo se vaya desplazando hacia la grada…Así, difícil marcar goles.