El título no es mío, es del profesor Agustín A. Gordillo que intitula así un breve ensayo que cayó en mis manos poco después de comenzar a ejercer la profesión de secretario municipal. He de reconocer que el empuje y la ilusión de la nueva democracia local que comenzábamos a construir en los inicios de la década de los ochenta me hizo relativizar buena parte de los mensajes de este ensayo. Pero algo me ha hecho conservarlo y releerlo, como los libros de Kelsen o las enseñanzas lúcidas de Karl Loewenstein sobre el sentimiento constitucional en la consolidación de las democracias.

El presente de nuestra Administración pública acentúa rasgos que creíamos borrados. Quizás sea nuestra actitud o nuestro ciclo vital lo que nos lleva a otras perspectivas, pero algo objetivo de lo que sucede ahora nos lleva a recuperar visiones que otros dieron y que ahora debemos considerar si queremos recobrar la confianza, la ilusión y el empuje que nuestro sector público necesita.   

En su artículo “El hombre a la defensiva” publicado en el diario El Espectador en el mes de septiembre de 1929, Ortega y Gasset ya nos hablaba del poder en oposición al poder. Vuelve diciembre y los buenos propósitos alrededor de la constitución democrática con mayor vigencia de nuestra historia, pero el fenómeno al que atendía Ortega está fresco como una rosa.

Hoy, la aplicación de las normas jurídicas formales, es decir, aquellas que aprueban los parlamentos y se publican en los diarios oficiales, se ha convertido en una operación gigantesca. Algunas veces grotesca. ¿Por qué? No porque las dificultades resulten del juego institucional de los poderes democráticos constituidos. No. Todos sabemos que con esto no será suficiente.

Los ciudadanos deben batallar contra normas, procedimientos y prácticas no escritas que resisten al sistema jurídico-institucional formal. Una especie de «legajo de aire» que describía el profesor Agustín.A.Gordillo que no está escrito, que no está en ninguna parte, pero que determina el «cómo» actúa el poder formal constituido. Este legajo de aire orientado en parte por el medio social en el que los funcionarios y los responsables políticos actúan marca ascensos y promociones, ceses, agradecimientos por los servicios prestados y muchas cosas más que llenan los diarios día sí y día también.

Ciudadanos y funcionarios públicos participan de la desorientación que provoca este tipo de expediente sin folios cada vez más voluminoso y alejado de los esquemas más elementales de la democracia constitucional. Difícil así construir una administración “robusta” -palabra de moda; siempre las modas…- como prometen algunos gurús de la gestión pública. Vuelve diciembre y se hablará de la Constitución…y de la reforma de la Administración y de tantas cosas más. Mientras tanto, elementos clave de este tipo de parasistema creciente debilitan nuestro sistema institucional democrático. Es el poder en oposición al poder. Es, de nuevo, la administración paralela.

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