Latinos, peregrinos, esclavos

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Latinos, peregrinos, esclavosAun cuando la prudencia me invita a obviar la reciente polémica sobre el empadronamiento de extranjeros, máxime tras las palabras dedicadas al tema en este mismo blog por el profesor Tolivar, cierta temeridad que aun conservo me lleva a tratar de aportar algunas líneas, más con ánimo provocador que formativo, sobre el tema.

Y es que, tras escuchar las muchas actitudes demagógicas de quienes han opinado desde diferentes opciones políticas sobre el tema del empadronamiento de extranjeros, creo que resurgen en torno a esta cuestión muchos de los vicios de la vieja Europa. No me centraré, como el profesor Tolivar, en el origen y régimen del padrón, sin duda interesante, sino en algo más remoto y atinente además a los sujetos y no al instrumento.

Hoy muchos ciudadanos asistimos con cierta confusión, no exenta de riesgo y manipulación, al debate sobre el status de ciudadanía en la Unión Europea. No resulta relevante únicamente el concepto de nacionalidad sino que, junto a él, lo es también el de nacional de alguno de los Estados miembros de la Unión. Ampliamente superado está ya el debate en el mundo del deporte, acostumbrado como está a ser una especie de isla jurídica pretendidamente exenta de controles judiciales (bajo sanción de expulsión de la competición oficial). En esa sede, hace algunos años cayó la prohibición de alinear un determinado número de jugadores comunitarios, primero, y extracomunitarios asimilados en virtud de convenio, después. La libre circulación de trabajadores se impuso, aunque la distinción formal entre nacionales, comunitarios, extracomunitarios asimilados y el resto de extracomunitarios se mantuvo.

Junto a la ciudadanía de un Estado miembro de la Unión resulta también relevante, una vez definido el colectivo de ciudadanos que pudiéramos convenir en considerar “ciudadanos europeos”, otro colectivo, el de nacionales de otros Estados que aun no siendo miembros de la Unión tienen reconocidos determinados derechos que les asimilan parcialmente a los “ciudadanos europeos”. Estos “ciudadanos asimilados a los europeos” disfrutarían así de un status cercano al de los “ciudadanos europeos” pero no exactamente del mismo.

Más allá de ambos status quedaría el del resto de los “ciudadanos no comunitarios” cuyos derechos y obligaciones variarían en cada Estado de la Unión en función de la normativa sobre extranjería de que se hubiesen dotado. Llegamos así a la paradoja del padrón. Dejando al margen a los ciudadanos europeos y a los ciudadanos no comunitarios asimilados en virtud de convenio, sentada la interpretación de que todo “ciudadano” puede acceder al padrón surge la polémica acerca de los extranjeros “no regularizados”, pertenecientes a una u otra de las categorías expuestas, polémica que a la postre encubre una realidad larvada, la distinción de dos categorías de extranjeros, los regularizados y el resto. A éstos últimos algunos plantean hoy negarles el pan y la sal.

Lo paradójico es que no encontramos nada nuevo bajo el sol. El viejo derecho romano distinguía diferentes categorías de hombres en función de su status civitatis. Desde los ciudadanos romanos a los hostes o enemigos. Latinos, peregrinos y potenciales esclavos estructuraban el mundo romano. Quienes gozaban de plenitud de derechos, quienes los disfrutaban en virtud de tratados más o menos generosos en función de la voluntad de Roma, o de la resistencia mostrada a la invasión (entonces guerrera, hoy económica) y quienes a nada podían aspirar salvo a la condición de esclavos y, acaso con el tiempo, en función de la voluntad de su amo, a lograr la ciudadanía mediando manumisión.

3 Comentarios

  1. Las políticas de extranjería son el racismo y la xenofobia institucionalizados y pasados por la ingeniería jurídica correspondiente. A propósito, ya tenemos en la España Autonómica, incluso Consejerías de Inmigración, aunque la inmigración y la extranjería sean competencias exclusivas del Estado (artículo 149.1 2ª de la Constitución); y cuidado porque te pueden tratar como inmigrante, si vienes de otra región. Pero mucho peor que las políticas, son las prácticas reales que luego se dan en centros de internamiento, comisarías y en las calles, donde se violan derechos humanos tranquilamente, por ejemplo: cuando se pide la documentación de manera masiva, en atención al color de la piel, o se trata criminalmente un mero asunto administrativo, como tener o no tener unos papeles u otros.

    Para ver el racismo y la xenofobia del tolerante pueblo español, en estado más puro, no hace falta ni siquiera salir de este mismo Blog, se puede visitar su apartado de asuntos sociales y los comentarios vertidos con respecto a artículos como: «Los inmigrantes y la crisis económica» o «El Síndrome de Ulises». Eso sí, aquí casi nadie reconoce ser racista y menos reconoce ser xenófobo, porque mucha gente no sabe ni lo que es eso último. Incluso no es nada raro encontrar personas (por llamarles de alguna manera), diciendo:

  2. Como parece que el sr. González Benito es tan amante de esta globalización ultraliberal, antidemocrática y al servicio de intereses económicos casi en exclusiva, así como del modelo inmigratorio que nos han concedido nuestros insignes padres de la patria, me permito sugerirle lo siguiente:

    Quédese en situación de desempleo, vd. y una buena parte de su familia y acudan a la oficina del INEM o equivalente, con la esperanza de encontrar un empleo con el que hacer frente a los gastos que en un hogar medio afrontamos.

    Pasados unos meses viene y si quiere cuenta su experiencia en este mismo espacio y su opinión sobre la eliminación total de fronteras y trabas al libre acceso de todo el «urbi et orbe».

    Creo que no estamos hablando del «deber ser», sino del «ser». Cualquier precipitación o confusión entre uno y otro pueden dar al traste con los beneficios evolutivos que se hayan podido conquistar.

  3. 1) Yo no soy amante de la «Globalización Ultraliberal», para mi eso es un espantajo ideológico, con el que llenar las cabezas vacías de las Masas; y en el amor yo prefiero cosas más carnales.

    2) Como no creo en ese cliché, no puedo compartir su teoría de que la Globalización es antidemocrática, pero yo le preguntaría a Ud. ¿Cuál y quién no están al servicio de intereses económicos, casi en exclusiva, incluso en las tribus más alejadas de la civilización occidental?

    3)Permitamé dudar de que en nuestra patria tengamos un modelo inmigratorio y si lo tenemos digame cuál, porque me parece que cambia cada poco tiempo. En cualquier caso, en mi comentario se puede ver que yo no estoy a favor precisamente, de la política migratoria que se practica en España.

    4) Yo ya estuve varios años en situación de desempleo e inscrito en el INEM, junto a mi única hermana, y sin la esperanza de encontrar un empleo, pues para personas como nosotros, no hay empleo adecuado en España, porque tenemos demasiados títulos y sabemos demasiado, como para que nos quiera ningún Patrón.

    5) Mi hermana y yo, con nuestras carreras, cursos, estudios, idiomas y demás, ya tuvimos la experiencia del Paro durante unos años, y aprendimos algunas cosas Sr.Rogelio, como las siguientes:

    a/ Que en el Mundo hay todo el trabajo que uno quiera para cualquiera y que está todo practicamente por hacer. En realidad, el trabajo se lo hace uno mismo en cualquier parte, aquí o allí, en esto o en aquello. Mi hermana trabajó en un Cementerio, yo me fuí de camarero a la Costa y luego estuve haciendo encuestas (el trabajo remunerado más bonito que haya tenido en mi vida) conociendo toda clase de personas, intimidades y paisajes. Pero es que además, con trabajos a tiempo parcial, me sobraba tiempo para el activismo ecologista, para el Ocio y para el Amor.

    b/ Que los gastos personales son muy relativos y están relacionados con el modo de vida, hasta el punto de que ciertas maneras de vivir, no requieren ningún tipo de dinero y basta con el trueque (intercambio de actividad con tierra cultivable o con alimentos, por ejemplo).

    6) Sobre «la eliminación total de fronteras y trabas al libre acceso de todo el «urbi et orbe» que Ud. parece atribuirme, aunque yo no haya dicho eso; le diré que si algo he pretendido transmitir con mi comentario, es que, hablemos del «deber ser» o hablemos del «ser», las personas son más importantes que los papeles.

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