Un pequeño pueblo de Valencia (de quinientos y pico habitantes, en el Camp de Morvedre) está prácticamente en quiebra técnica, los últimos años, al albur de la pompa inmobiliaria han invertido ingentes cantidades de dinero en equipamientos públicos que ahora no pueden mantener. Literalmente carecen de dinero para poder abrirlos al público. Un pueblo con casa de juventud, casa de cultura, aula de informática, gimnasio, piscina, pádel, pista polideportiva, campo de fútbol de césped artificial etc.
¿Por qué se invirtió en tantas cosas sin tener en cuenta que luego no se podrían mantener? Lo desconozco, pero puedo presumir las razones: 1. Llegan durante un tiempo importantes cantidades de dinero provenientes de convenios urbanísticos. 2. La Diputación inyecta dinero público para inversión a través de planes de obras provinciales y diversos planecillos de todo tipo. 3. Lo mismo la Comunidad Autónoma. 4. Es pecado político mortal “despreciar” una subvención.
Esto era la jauja de la inversión. Y claro, llega un momento en que sin tener que ir a Salamanca para saberlo, se da uno cuenta que no se pueden gestionar ni mantener las inversiones, no se generan recursos ordinarios suficientes, se carece de un sistema de financiación adecuado, entre otras cosas porque la Corporación Local ha hecho demasiadas cosas que no le tocaba hacer. La culpa, además de la del propio Ayuntamiento, la tiene la inefable insuficiencia financiera local, las competencias abiertas, el sistema urbanístico, las diputaciones y las comunidades autónomas.
Así las cosas, ni corto ni perezoso, el Alcalde (desconozco su adscripción política) convocó a los ciudadanos a capítulo general y surgió un movimiento de voluntarios de unas cuarenta personas. Unos ayudan al Alguacil en tareas de limpieza viaria y jardinería. Otros al personal de limpieza para limpiar los equipamientos públicos. Otras personas colaboran en la apertura de la Biblioteca, que llevaba cerrada un tiempo; otras dan clase de informática o de costura, etc.
A raíz de todo esto, una representante sindical comarcal eleva su protesta y con un discurso en el que dice que no van a permitir que se vulnere el estado de Derecho, advierte que no van a permitir que se copie el ejemplo en otros municipios, aludiendo a del art. 26 de la Ley de Bases impone prestar los servicios mínimos básicos obligatorios y que para eso la gente paga impuestos. El Alcalde expone que tan sólo se ha llevado un poco más lejos la tradición de los pueblos de que cada dueño limpie la puerta de su casa pero que no se quería con ello suplir los servicios públicos.
El tema es interesante y además la polémica está servida. Por un lado establecer un sistema de solidaridad colectiva es algo muy positivo, estimula a las personas a sentirse parte de la comunidad vecinal a la que pertenece, refuerza los lazos entre la gente, aporta valores ciertamente positivos por cuanto lo que se hace es lo es con carácter altruista, sin nada a cambio. Algunos dirían que simplemente se trata de devolver a la sociedad parte de lo que ésta nos ha procurado.
Pero en contrapartida, se supone que de conformidad con nuestra normativa laboral, no se podría trabajar si esas tareas son propias de ser realizadas por personal contratado. La postura sindical siempre ha sido en este punto que un trabajo que pueda ser remunerado debe ser ocupado por un trabajador con su correspondiente salario, aunque realmente con este criterio no existiría prácticamente el voluntariado. Porque ¿qué es lo que no puede ser realizado pagando? Menos mal que en este sentido el artículo 1 del Estatuto de los Trabajadores permite “Los trabajos realizados a título de amistad, benevolencia o buena vecindad.” Este precepto y la Ley 4/2001, de 19 de junio, del Voluntariado de la Comunidad Valenciana, aunque el art. 2 de esta Ley crea algunas dudas cuando indica una serie de condiciones para que una actividad sea propia del voluntariado. Entre otras cosas, se exige que “que se desarrollen a través de organizaciones sin ánimo de lucro y con arreglo a programas o proyectos concretos”. Y asimismo el apartado tercero del mismo artículo dice que “3. La actividad de voluntariado no podrá, en ningún caso, sustituir prestaciones de trabajo o servicios profesionales remunerados que sean competencia de entidades públicas o privadas”. Y me pregunto, ¿hasta dónde pueden llegar las actividades del voluntariado? Por ejemplo, acompañar a un anciano impedido que está en una residencia al médico o hacerle compañía para charlar un rato ¿es una actividad que podría presumirse laboral?, ¿no es una actividad que pueda remunerarse? ¿y si simplemente alguien lo hace con carácter totalmente desinteresado pero “por libre” sin pertenecer a una organización?.
Muchas incógnitas en esta sociedad hipernormativizada pero aturdida por la crisis y adormecida por la desesperanza, en la que hasta para actuar en la “mejora de la calidad de vida de otras personas o de la colectividad” que dice la Ley tiene uno que justificarse y se arriesga a que la Inspección de Trabajo empapele al titular de esa residencia, sea pública o privada.
Naturalmente que no se puede suplir con voluntarios trabajos que deben ser pagados, no se puede pretender fomentar el voluntariado como fórmula de ahorro, sino como medio de fomento de la solidaridad. Abogo por no sólo permitir, sino promover que entre todos se avive ese sentimiento de solidaridad en los momentos difíciles, haciendo cosas personalmente en beneficio de otros; eso demostraría que somos una sociedad viva. Desde los Ayuntamientos podríamos hacer muchas pequeñas cosas que aunque no dieran resultado a corto plazo, sí lo harían sin duda a medio y largo plazo. Pequeñas cosas, como animar al jubilado a regar y cuidar el árbol que tiene frente a su casa. Animar a barrer la acera y el bordillo de la vivienda a los titulares o arrendatarios de cada casa. Acompañar a los abuelos en la residencia de ancianos o en el centro de día, ir a contar cuentos a los niños en la biblioteca, enseñar habilidades informáticas, internet o redes sociales a las personas digitalmente no alfabetizados, enseñar a hacer bolillos y mil cosas más. El límite sólo está en la imaginación. Y el que hace algo desinteresadamente por los demás, se siente realmente bien.
Hurra por el Alcalde del arruinado Ayuntamiento y por los vecinos que se han arremangado. Seguro que vendrán tiempos mejores.
No cabe duda que la idea del voluntariado es maravillosa, de hecho la Alcaldesa de la capital del Reino, ha repetido la misma idea. Y lo que es voluntariado al final se convierte en voluntarios de Proteccion Civil y … lo que viene depues que sabemos
Enhorabuena, Ignacio, por esta gran aportación. Probablemente esto que describes, la aportación de los vecinos mediante el voluntariado, si que es una manifestación del estado del bienestar, concepto tan manido hoy en día. Por otra parte, doy por hecho que el representante sindical que denuncia la realización de trabajos por el voluntariado no participó en los mismos, aunque a lo mejor sí los disfrutó.