Hace tres mil años, los fenicios, además de sus telas, joyas y púrpuras exportaron a todo el Mediterráneo el alfabeto, un invento revolucionario que transformaría la historia de la humanidad. Nacía la escritura alfabética, de la que beben la mayoría de las escrituras actuales. La RAE define el alfabeto como conjunto de los símbolos empleados en un sistema de comunicación. La palabra alfabeto procede del latín alphabētum, que a su vez viene del griego alfa y beta, nombre de las dos primeras letras griegas. El alfabeto muestra sus signos ordenados de una determinada manera, en lo conocido en nuestra lengua como abecedario.
Tres mil años después, este arcano descubrimiento sigue revolucionando a la humanidad, no en vano sobre la palabra y los signos alfabéticos se construye el nuevo mundo digital hacia el que nos dirigimos irremediablemente. Al final el Génesis va a tener la razón cuando pronunció aquello que nos parecía tan sonoro como misterioso. “Y al principio fue la palabra”. Al principio fue la palabra y así lo sigue siendo hoy. Somos palabra y eso deben saberlo bien los fundadores de Google, empresa insignia de la inteligencia de los sistemas y alquimista de los buscadores, que acaban de anunciar que Alphabet será el nuevo nombre corporativo de la empresa bajo la que se cobijará a Google.
«Nos gustó el nombre de Alphabet porque significa un conjunto de letras que representan el lenguaje, una de las innovaciones más importantes de la humanidad, y porque es el núcleo de las búsquedas en Google». Son las palabras de Larry Page, fundador de Google. La palabra al principio, la palabra al final, como símbolo de vanguardia tecnológica.
En una reciente reunión con los responsables del departamento de Inteligencia Artificial de una importante universidad politécnica española, me sorprendió que algunas de las disciplinas sobre las que más trabajaban eran la Lógica y la Semántica, dos materias de estudios tan antiguas como actuales. Los programas de los sistemas expertos y de la inteligencia artificial responden a la estructura IF…. THEN…, en la tradicional relación de inferencia de la Lógica. Desde finales del XIX, la Lógica que hasta entonces había sido una disciplina de la filosofía, se amplió a la Lógica matemática. En la actualidad la Lógica es motor de los programas informáticos y base de la Inteligencia Artificial. La herramienta sobre la que trabaja la razón lógica es la palabra, no en vano su propio nombre deriva de “logos”, que significa palabra en griego.
La Semántica, ciencia que estudia el significado de los signos lingüísticos adquiere un vanguardista protagonismo, tanto en el contexto de los buscadores – básicamente se busca por palabras – como en el más amplio de la relación de signos y significados. Larry Page acierta en la nueva denominación de su gigante informático, ya que, en verdad, sus buscadores son más palabra que silicio.
Recientemente, hemos podido seguir en prensa dos debates apasionantes. Por una parte, los creadores del coche sin conductor de Google recurrieron a expertos en ética para determinar que debía hacer el coche ante determinados supuestos extremos, como por ejemplo resolver el dilema entre atropellar a un grupo de niños que súbitamente aparecen en la calzada, o estrellar el coche contra una pared para salvarlos, aún a costa de la salud o de la vida del ocupante del vehículo. ¿Qué vida debe prevalecer? Otra fuerte polémica moral se ha desatado en torno a los drones y robots que tienen capacidad de decidir cuándo y a quién matan. De nuevo juristas, filósofos y expertos en ética polemizan sobre el alcance de esta libertad, unos ejemplos paradójicos y hermosos que demuestran que la más moderna de las tecnologías precisa de las humanidades para poder avanzar.
Buscadores de internet, programas informáticos, mensajes de twitter o correo electrónico, Inteligencia Artificial, todos giran en torno a la palabra, a sus significados y la su secuencia lógica. Quién nos iba a decir, en un mundo de ingenieros, tecnólogos e informáticos, que las disciplinas humanísticas más clásicas, como la lógica, la semántica o la ética, iban conseguir un protagonismo tan elevado. Hay que dominar el lenguaje, cuidar la palabra, cultivar la lógica y la semántica. Y esta máxima no se pronunciaron tan sólo en una ancestral ágora griega ni en la Academia de Platón. Son los nuevos requerimientos de la más vanguardista sociedad digital, Alphabet dixit.