Carreteras secundarias

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Carreteras secundariasEl FHE es como el cowboy que surcaba las inmensas e interminables praderas, siempre a lomos de su caballo como el Llanero Solitario a lomos de Silver. Sólo que su caballo es un utilitario motorizado generalmente de mecánica  diesel por aquello de su duración, bajo consumo y menor coste de combustible, aunque esto último ha quedado ya absolutamente desmentido. Vehículo duro y con unas perspectivas de perpetuarse no más allá de cuatro o cinco años. Esencialmente está siempre en la carretera. Precisamente la habilitación estatal otorgada le permite ejercer en diversos lugares del Estado (buen, sobre eso podríamos decir que ¡já!, pero dejaremos ese comentario para otro momento). Nuestro joven y feliz personaje, convertido en FHE por obra y gracia de haber superado las pruebas en las que ha demostrado sus conocimientos, aprueba la oposición con la natural satisfacción de quien logra una meta largamente buscada.

No le han pedido que disponga de carnet de conducir pero eso es algo consustancial a la profesión. Busca plazas libres, negocia con el Alcalde correspondiente (eso también merecería otro comentario que también dejaremos para otro momento) y, finalmente, obtiene un nombramiento provisional. Bien por nuestro FHE. Para entonces, ya ha pedido un crédito al banco porque necesita indefectiblemente un vehículo para desplazarse a lo recóndito de la campiña hispana y aun no tiene un duro. Con suerte ha logrado una plaza a no más de setenta u ochenta kilómetros de su casa, una agrupación de dos pueblos que puede que entre los dos sumen setecientos habitantes, así que empieza a hacer kilómetros y sin sentir, al cabo de un año ha hecho no menos de treinta o treinta y cinco mil kilómetros. Carreteras secundarias solitarias, niebla, viento, lluvia, nieve, la noche, casi nada detiene a nuestro joven. El café, las noticias de la radio o la música enlatada se convierten en sus estimulantes.

Pero hete aquí, que, sin querer ser agorero, un día que ha sido especialmente intenso vuelve de su Secretaría a su casa tarde, se ha quedado a comer y ha proseguido por la tarde hasta allá las ocho. O quizás ha salido de un pleno a la una de la mañana ya que ha dado comienzo a las diez de la noche. Muchas horas. Va sin darse cuenta dándole vueltas a ese problema que se le viene encima y que aun no ha logrado ventilar. O quizás anda muy enfadado por el injusto comentario que ha hecho un concejal de la oposición, que le ha puesto todo tipo de pegas a la hora de aprobar el acta, acusándole de connivencia con el Alcalde. El típico concejal que hace oposición a través del acta. Lleva ya recorridos treinta kilómetros y en realidad actúa como un autómata, el coche va solo, casi como el caballo que lleva al cowboy herido a casa. De repente, en la noche cerrada, se cruza un perro. Instintivo y violento volantazo y zás, tres vueltas de campana, el coche no tiene sistema ESP, no tenía tanto dinero como para comprarse uno así. Angustia, casi no sabe cómo está allí, boca abajo, ha sido un instante pero también una eternidad. Un leve dolor en la pierna izquierda ¿nada más? Sí, sólo eso. Sudor frío. Está vivo. Sólo han sido vueltas de campana, no ha impactado contra nada, menos mal, el habitáculo ha aguantado. Los airbag se han disparado y todo huele a ese extraño gas con que van cargados. ¿Será tóxico?, se pregunta. Concluye que no debe serlo, las normas CE no lo permitirían. Tiene la lucidez de desconectar el contacto, en las películas americanas el coche siempre explota. Se desabrocha el cinturón sujetándose para no caer de golpe y sale como puede por la zona de la ventanilla delantera de la que, por supuesto, no queda nada. No sabe cuánto tiempo ha transcurrido, diez, quince minutos. Cuando casi está fuera alguien desde la cuneta le pregunta si está bien. Sí, sí, contesta. Milagro. Solo una pequeña luxación y unos cortes en las manos al salir entre los cristales. El buen samaritano le acerca a un hospital a que le echen un vistazo. Felizmente está bien. El coche está probablemente en condiciones de ser considerado siniestro total y no tenía aun cinco mil kilómetros.

Es lo que tiene este trabajo. Se podrá decir que no hay necesidad de desplazarse, que nuestro FHE viva allí donde trabaja. Pero en muchos pequeños pueblos no existe posibilidad de alojamiento.

Conozco a bastantes compañeros que, en un momento u otro, han sufrido accidentes de tráfico al ir o venir del trabajo, son los llamados accidentes in itinere. Como  dice el refrán, el cántaro, de tanto ir a la fuente, se acaba rompiendo. O lo que es lo mismo, las posibilidades de sufrir un accidente son bastante altas aunque sólo sea por cálculo de probabilidades. Un buen amigo me contó el accidente que sufrió también en los inicios de su carrera y su caso fue bastante más grave que el descrito. Chocó contra un camión. Por supuesto, de noche. Estuvo entre la vida y la muerte y me describió la sensación de paz y tranquilidad que se siente cuando no se sabe si se está aquí o allá, la luz al final del túnel, la repentina llegada en un instante de los recuerdos de toda una vida. Para el que se haya interesado sobre el tema de vida después de la muerte, una descripción de libro.

A propósito de todo esto, debo hacer un par de observaciones. Quizás los FHE que estén en determinados destinos especialmente alejados de núcleos medianos, debieran ver reconocido en su complemento específico una cantidad significativa que ayudase a afrontar los gastos que suponen los viajes. Y puesto que las entidades locales a las que sirven suelen ser pequeñas, alejadas y carecen de recursos (por algo son agrupaciones), podrían colaborar las Diputaciones o las Comunidades Autónomas. Si se hacen atractivas determinadas plazas, las mismas se cubrirán y no estarán siempre vacantes. Recuerdo que las plazas de funcionarios en Ceuta y Melilla tenían, antes al menos, una sobredotación salarial del 100 %, no sé si sigue siendo así. ¿Interesa o no interesa que haya FHE en todos los municipios?

Además, ¿por qué no reconocer la realidad tal cual es? No es descabellado ni estaría de más que en el Curso Selectivo de acceso se diese un curso práctico y voluntario de conducción extrema (con tres o cuatro horas de práctica quizás sería suficiente).

Consejo para los que se inician. Mucho cuidado, nunca hay prisa por llegar ni, por supuesto, por regresar.

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