Pues ya ha llegado otra vez el esperado momento de las vacaciones que, año tras año, acaece con más rapidez -que cierto es eso de que a partir, no se si de los treinta o de que edad, los años vuelan, en breve nos sorprenderán los anuncios de turrones – momento en que, para mí, finaliza realmente el año, supongo que como deformación de mi época de estudiante o de aficionado a las temporadas deportivas, y por eso, antes de su comienzo, echo hacia atrás un vistazo, a modo de resumen del año transcurrido, para, sobre todo durante los últimos días de las vacaciones, hacer propósitos, de cara al nuevo año, de intentar corregir aquello en lo que concluí que me había equivocado y de iniciar aquellos nuevos retos que, en demasiados casos, seguirán siendo intenciones solamente.Por eso, en medio de la vorágine de escritos y requerimientos de otras administraciones y juzgados que pretenden cubrir el expediente para que, a la vuelta de sus vacaciones, nosotros, que parece que no tenemos derecho a coincidir con ellos en el mismo período de vacaciones, podamos haber cumplimentado las documentaciones exigidas so pena de perder la subvención de turno o de ser recriminados por no haberlos cumplimentado en tiempo y forma, pues siempre se nos podrá argüir que se nos concedió un plazo que no hemos cumplido, empiezo a echar ese vistazo retrospectivo que, dada mi cada día más menguante memoria, se reducen a los últimos acontecimientos vividos.
Este año, sobre todo si nos desplazamos al extranjero o a lugares infestados de turistas foráneos, nos sentiremos como más importantes por aquello de que somos campeones del mundo de fútbol, hecho del que me he alegrado enormemente, pero que no parece que haya calado en la ciudadanía hasta el punto de, como parecían recomendarnos los medios de comunicación, de ponerse a currar en armonía y sin quejarse por la falta de empleo y de las reducciones retributivas, siguiendo el ejemplo de Casillas, Xavi, Iniesta y compañía, aunque no sé si a éstos les habrá ayudado algo los casi 600.000 € con los que han sido premiados por tan singular y, parece que única, gesta.
Desde luego en donde no ha calado ha sido en el colectivo de los controladores aéreos, si bien debo agradecer su magnánimo gesto de perdonarnos a los posibles afectados, primero temporalmente y, ahora, parece que a más largo plazo, y permitirnos ir de vacaciones, no sé si a costa de nuestra seguridad, pese a su drástica reducción de sueldo a 200.000 € anuales, que, digo yo, les supondrá un duro reajuste de sus vidas.
Pero siempre hay desagradecidos porque, hace unos días, un médico radiólogo de la sanidad pública madrileña se quejaba en una carta al director de un importante periódico de que para llegar a su situación laboral ha pasado una selección para poder cursar su carrera universitaria, realizarla durante seis años, hacer un examen de oposición para realizar una especialidad de cuatro años y un concurso oposición para obtener su plaza de radiólogo, mientras que los controladores aéreos pueden acceder a su profesión con tres años de estudios universitarios, si bien pone en duda que actualmente sean necesarios, y un curso de formación de aproximadamente un año, y que ganan casi tres veces más trabajando 576 horas anuales menos que él, que percibe 75.000 euros brutos con trienios y guardias incluidos y que, lógicamente, se reducirán un 5%, por jornadas de trabajo en las que pasa el 90% de su jornada frente a una pantalla viendo imágenes de pacientes y cuyos errores pueden tener consecuencias indeseables para la salud de éstos.
Eso sí, hay que quitarse el sombrero ante el éxito cosechado, sobre todo entre el colectivo femenino, por el atractivo César Cabo, secretario de comunicación de la Unión Sindical de Controladores, cuya popularidad en las redes sociales ha subido como la espuma hasta el punto de que cuenta, incluso, con un club de fans en Facebook, que ya supera los 500 seguidores, aunque éste club no es el único, ya que en la misma red social ya se pueden encontrar varias páginas sobre el representante de los controladores bajo el nombre de ‘Quiero que César Cabo controle mi espacio aéreo’, ‘A César Cabo, yo le subiría el sueldo’ o ‘César Cabo, contrólame a mí’.
Por lo demás, me voy de vacaciones con la sensación de que los funcionarios somos el único colectivo al que, de verdad, se le han aplicado las medidas anti crisis, aunque, por supuesto, no incluyo a aquellos que han tenido la desgracia de perder sus puestos de trabajo, ni a los pensionistas.
La sensación es también de recelo ante la situación que viviremos a finales de año y que nos lleve a la misma situación que a los funcionarios griegos que, el año que viene, dejarán de percibir las pagas extraordinarias además de los recortes que ya han sufrido este mismo año.
Me voy de vacaciones con pesimismo a la vista de las noticias que invaden, día tras día, los medios de comunicación – este fin de semana pasado en un solo periódico aparecían tres artículos sobre la situación económica de los Ayuntamientos – y la falta de adopción de medidas realistas frente al colapso que se avecina.
Es destacable la noticia que resalta que las empresas de servicios abandonarán contratas de Ayuntamientos medianos por la deuda, que calculan en 3.425 millones.
Me temo que vamos a asistir a tristes acontecimientos como la anunciada suspensión de servicios en muchos casos, porque las empresas contratistas, por hartura o por la imposibilidad real de seguir asumiendo pérdidas, van a cerrar el grifo de esta financiación atípica y extra bancaria que han encontrado los municipios, consistente en seguir prestando servicios, acometiendo obras, celebrando fiestas y pagando nóminas mediante un sistema piramidal en el que se van pagando las deudas más antiguas o a las empresas más latosas o que se encuentran en mejor situación para exigir el abono de sus deudas a costa de no pagar a los últimos en llegar; lo que va a desembocar en la adopción de medidas coercitivas por los tribunales para forzar el cumplimiento de sus sentencias, como las multas sobre el patrimonio personal de los ordenadores de pago – hace poco me he referido a ellas en este mismo blog con ocasión del caso del Ayuntamiento de Castilleja de Guzmán – y, por ende, la imposibilidad de pagar las retribuciones del personal que empieza tener cierta frecuencia y que si nadie lo remedia se va a generalizar.
Y para alegrar la vuelta de las vacaciones a los que están próximos a terminarlas y el comienzo de ellas a los que somos más tardíos, el ministro de Fomento José Blanco ha avisado que los impuestos españoles son muy bajos y que hay que buscar fórmulas para homologarlos a la media europea, aunque ha confesado que solo se trata de una reflexión a título particular, sin embargo el ministro no ha aludido a que en sus reflexiones ni tan siquiera se le haya pasado por la cabeza la homologación de a los ciudadanos españoles con la media europea en materia salarial, pues, a tenor de los últimos datos disponibles según Eurostat, referidos al periodo 2003-2008, España cuenta con una remuneración bruta anual para los trabajadores a tiempo completo de 21.500 euros, aproximadamente la mitad que la de los tres países que encabezan la clasificación, un 20% por debajo de la media, frente a los 46.058 euros anuales del Reino Unido, los 42.720 € de Holanda y los 40.914 € de Alemania
Dios nos coja confesados cuando los responsables de la patria se ponen a cavilar y no encuentran otra salida que la de aumentar los ingresos sin que se atisbe la más mínima mención a políticas de contención de gastos en algún que otro sector que no sea el de los empleados públicos.
Pero no hay mal que por bien no venga, así, con un poco de suerte, cuando llegue el próximo 29 de septiembre, día en el que los sindicatos en un metódico e inaudito alarde de previsión han convocado una huelga general, podremos tener una ligera idea de contra qué se hace, porque, en caso contrario, no sé quién se va a acordar de los motivos de la convocatoria.
Yo, por mi parte, me permito sugerir algunos motivos más para la celebración de la huelga general, eso sí partiendo de la asunción de que es necesario sacrificarse, como es que los colectivos más perjudicados comprueben que a todos se les pide el mismo esfuerzo; que cuando la situación escampe no se lleven a cabo actualizaciones salariales y de pensiones sobre las cantidades resultantes de las previas reducciones, sino que se incluya una cláusula de recuperación del poder adquisitivo, consolidable y no coyuntural; y que la clase política adopte medidas serias y ejemplares y, al modo que cada uno hacemos en nuestras microeconomías familiares, se destierren de la administración los fastos, protocolos y gastos prescindibles que todos conocemos y que se conciencien de que un grano no hace granero pero ayuda al compañero.
En relación a tu comentario sobre la subida de impuestos, yo creo que hay que hacer las dos cosas: subir impuestos y reducir gastos. Ahora bien, subir impuestos a los que no pagan o pagan poco actualmente, no a los asalariados que están bien controlados por tener nómina. Y reducir gastos es imprescindible. Para ello, hay que exigir transparencia y conseguir que se cuelgue en internet todo el gasto detallado de las administraciones públicas. Así sabremos en que se gastan realmente el dinero.