De un viaje por Italia me traigo la información relativa a las reformas políticas y administrativas en curso. Entre las primeras se halla la que afectará a la misma Constitución y, entre las segundas, las referidas a la planta territorial, es decir, especialmente a municipios y provincias.
De un cuadro extraído del Corriere della Sera se obtienen curiosas conclusiones. En Austria, para algo más de ocho millones de habitantes hay 2.301 municipios; en Alemania, para casi ochenta dos millones, 12.650; en Francia, para sesenta y cinco millones largos, 36.750. Los españoles, como se sabe, tenemos algo más de ocho mil. Más o menos el mismo número que en Italia que cuenta con sesenta millones de personas.
Se sabe que el número reducido de los municipios alemanes es debido a las reformas hechas en aquel país ya desde los años sesenta y setenta del pasado siglo completadas luego, tras la reunificación, en los Länder de la antigua República comunista. Los elevados números de Francia, por su parte, se deben al fracaso con el que se han saldado las reformas proyectadas en ese país.
Ahora, en Italia, se pretende dejar reducido los entes territoriales a regiones y municipios. Cuando se entra en los términos del debate, el lector español parece estar escuchando una canción muchas veces oída. Se trata -nos dicen los amigos italianos- de “eliminar niveles administrativos para mejorar la eficacia de la gestión”, de “evitar la duplicidades de competencias” y, en fin, de “utilizar mejor el ámbito regional”. ¿Suena algo?
El disparo de mayor alcance parece que va a afectar a las provincias que se convertirán en cascarones vacíos. Hay que decir que, al contrario de lo ocurrido en España, en Italia el número de provincias ha crecido en el siglo pasado y así cuando nacieron las Regiones en 1970 eran 94, tres más que en el momento fundacional de la República, en 1947. Hoy son 110. Pero es que, además, con ellas se multiplicaban formas muy diversas de “supramunicipalismo”: comunidades de montaña, áreas de desarrollo industrial, ámbitos turísticos, centros para el empleo … Por no hablar del embrollo causado por los entes intermedios entre municipios, provincias y regiones: desde los organismos sanitarios locales hasta las miles de sociedades públicas locales, los consorcios, las instituciones escolares … La autonomía se ha transformado “en un delirio” repiten los estudiosos quienes subrayan los peligros de las duplicidades, de la multiplicación de la responsabilidad sin que al final haya nadie verdaderamente responsable. Como no hay nadie que pueda dar una cifra exacta de las Administraciones que existen en la realidad italiana que algunos elevan al número de cuarenta y seis mil.
Un escalofrío, incluso en la dura canícula de aquella Península.
Como digo, el Gobierno quiere vaciar de competencias a las provincias pero ya veremos cómo queda este proyecto cuyos vaivenes los expertos califican de “telenovela”.
Apreciable ruido está haciendo un documentado Informe elaborado por la “Societá geografica italiana” que patrocina la idea de una Italia sin Regiones ni Provincias, tan solo con treinta y seis “departamentos regionales”.
Como los autores son geógrafos, se han permitido hacer propuestas concretas para cada una de las actuales regiones que sufrirían cambios espectaculares. Tanto que muy pocos confían en el éxito de la propuesta pero lo cierto es que se está debatiendo en foros oficiales.
Avanzamos en un siglo ha poco estrenado, muchas estructuras políticas que teníamos por imbatibles se han alterado, se presiente un mundo nuevo que ofrece señas de excitante originalidad. Pues bien, si ponemos la vista en ese panorama, aplicar el cauterio a algunas estructuras administrativas -provinciales, municipales o incluso regionales- es un acontecimiento menor. Ahora bien, si alguna vez nos ponemos a ello con ambición habrá de hacerse teniendo en cuenta la planta toda de las Administraciones territoriales. Es decir, prohibiéndonos utilizar el sistema del “parche” o el “retoque” fragmentario e improvisado.