En segunda convocatoria

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En segunda convocatoriaSi hay una institución que pueda reflejar fielmente la forma de ser y de pensar de un pueblo, es ésta la inveterada costumbre de la citación para la asistencia reuniones, de cualquier clase que sean, en primera y en segunda convocatoria. En España, claro. No deja lugar a dudas que ésta es una de esas normas que muestran al país frente al espejo, describiendo sin lugar a dudas la idiosincrasia española.

Es extraño. Tras una dilatada carrera plagada de multitud de reuniones, muchas de ellas absolutamente inservibles, hay que decirlo, nunca he oído protestar a nadie porque haya que esperar la habitual media hora a que dé comienzo, posible y generalmente porque prácticamente no hay nadie que llegue puntual a la primera. No sólo no he oído protestar, es que ni siquiera ha sido comentado.

El legislador es sabio y en muchas ocasiones (en ésta sí, pero no en todas), no hace sino recoger el sentir popular: sabe que en este país no somos muy puntuales cuando se trata de que nos esperen y prefiere bendecir la reunión, o sea, que ésta sea válida. No le da mucha importancia en realidad al asunto, porque si no, hubiese establecido hora fija sin componendas y sin más posibilidades. Veamos un par de ejemplos:

– Ejemplo 1. Art. 26 del art. 26 de la LPAC: “los órganos colegiados podrán establecer el régimen propio de convocatorias, si éste no está previsto por sus normas de funcionamiento. Tal régimen podrá prever una segunda convocatoria y especificar para ésta el número de miembros necesarios para constituir válidamente el órgano.

– Ejemplo 2. Ley de Propiedad Horizontal: “La convocatoria de las Juntas la hará el presidente y, en su defecto, los promotores de la reunión, con indicación de los asuntos a tratar, el lugar, día y hora en que se celebrará en primera o, en su caso, en segunda convocatoria,…”. Art. 17: “En segunda convocatoria serán válidos los acuerdos adoptados por la mayoría de los asistentes, siempre que ésta represente, a su vez, más de la mitad del valor de las cuotas de los presentes.” Comentario: Olé.

Como todo el mundo sabe lo de la segunda convocatoria, porque se dice expresamente en el documento que se recibe, todo el mundo también tiene interiorizado que la hora de la reunión es la segunda de las que se señala, no la primera. Y aun en el prácticamente imposible caso de que en primera convocatoria se diesen todos los requisitos de asistencia para celebrar la reunión, tanto los presentes (que han sido imprudentemente puntuales), como posteriormente los ausentes verían con evidente malestar empezar a la primera hora; Dios mío qué falta de respeto. Los que ya están lo verían mal porque, dada nuestra natural sociabilidad hispana, aprovechan para departir amigable y sonoramente sobre lo humano y sobre lo divino (rara vez sobre el objeto de la reunión, ya saldrá el sol por donde tenga que salir, otra virtud sin duda hispana, la improvisación). No suelen tener prisa ni les importa que haya un buen número de personas que aun no hayan llegado. Consideran un deber esperar, hoy por ti, mañana por mí, pobres, algún motivo tendrán. Eso es solidaridad.

Y los que no han llegado aun, ni siquiera en muchos casos tratan de oponer alguna excusa estúpida pero que te tengas que tragar, del tipo, hay un tráfico espantoso, no hay quien aparque, me he encontrado a fulano que me ha entretenido. Quién en este país no ha oído este tipo de excusas que no hay quien se crea y que por educación admiten cortésmente. Algunos tienen la delicadeza de al menos no inventar excusas. Personalmente, puestos a dar las excusas de siempre, prefiero excusas un poco más originales y que promuevan una recomendable hilaridad grupal que lime las asperezas y tensiones iniciales; excusas del tipo “lo siento, he sido abducido por una nave espacial, creo que eran marcianos ya que eran verdes, no sé cuánto tiempo me han tenido allí”.  Es una excusa igual de irrebatible pero que sin duda desencadenará alguna carcajada en la parroquia. Conveniente desbloqueo mental y risoterapia inicial, tan recomendable, según los últimos avances científicos y tan adecuado para un buen desarrollo de la reunión.

La hora de comienzo de la reunión pues, suele ser meramente orientativa, suele representar tan sólo una intención abstracta, eso sí, sana, pero que a todas luces tropieza una y otra vez con imponderables.

Recuerdo a un amigo alemán con el que quedé una vez a las ocho en la puerta de la estación. Me entretuve dejando a una persona en el tren y llegué a la puerta donde habíamos quedado; eran las ocho y cinco minutos y no estaba allí. Al día siguiente cuando lo vi, algo molesto, le pregunté que cómo era que no estaba. Y contestó muy extrañado, que sí que estaba a las ocho en punto, pero como yo no estaba pensó que yo no pude acudir y por eso se marchó. Bueno, pues ni calvo ni tan calvo.

En el fondo, en mi opinión, cuando una persona quiere ser puntual, lo es. Existe en la impuntualidad una flagrante falta de respeto de unas personas que no hacen sino disponer libremente, despóticamente, de un tiempo que no es suyo y sin pedir permiso Aunque siempre se me podrá oponer que en realidad todo el mundo sabe que la que vale es la segunda hora, la primera es sólo un estúpido formalismo, ergo si llegas a la primera convocatoria es que o eres tonto o estás muy aburrido. En España si hubiese tercera convocatoria, todos asistirían a la tercera. Cualquier presidente que convoque una reunión, si no es un pardillo, si quiere celebrar la reunión a las 20 horas, debe convocar la primera a las 19,30. Con suerte empezará a las 20,15.

4 Comentarios

  1. A las horas mencionadas hay que añadir las innumerables horas perdidas en reuniones de trabajo. Mi experiencia me dice que siempre empiezan tarde, empezando por la persona que las convoca que acostumbra a ser la última en llegar ya que es la más importante. Como dices, nadie tiene mala conciencia y, sin embargo, son muchas horas a final de año.

  2. A vuestros comentarios, que comparto, deseo añadir ¿ cúantas reuniones se llevan a cabo sin planificación alguna, y se alargan hasta límites insospechados? ¿Deben asignarse unos tiempos adecuados para las cuestiones a debatir? ¿Debe exigirse que siempre haya moderador y que sea eficaz?

  3. Acertado comentario. Creo, sin duda, que habría que incluir una asignatura obligatoria en todo tipo de carreras que se llamase algo así como «Dinámica de Grupos» y que debería contener aspectos elementales para el buen desarrollo de una reunión: qué se pretende con la reunión, cómo dirigirla y cómo participar eficazmente, cómo motivar, cómo darla por concluida etc. Supongo que los psicólogos y sociólogos ya tienen estudiado todo eso… Si no se incluye en las carreras universitarias, deberían incluirse un par de temas relativo a las reuniones en el temario de cualquier oposición de grado medio o superior.
    No deberíamos depender del carisma pesonal o las aptitudes naturales del conductor de la reunión. Todo tiene su técnica.
    Por último: si no sabes qué quieres lograr con una reunión, no la convoques…
    Y otra: creo que sí que es fundamental asignar tiempos a cada tema y al global de la reunión.

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