Frente común

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Frente comúnEste país tiene aun muchos complejos, atavismos e inercias absurdas. Siempre me ha sorprendido la conducta de muchas personas que, tácitamente, se alían ‘contra’ el Estado en algunas de sus manifestaciones. Quién, circulando con su vehículo por una carretera cualquiera, no se ha cruzado con un vehículo que le ha hecho uno o varios destellos, descubriendo que unos kilómetros más allá había una patrulla de la Guardia Civil vigilando el tráfico. Sí señor, eso es solidaridad. Un simple destello es un mensaje no verbal que muchas veces puede interpretarse como un “ojo, hay un coche de la Guardia Civil camuflado, esté Vd. prevenido porque le quieren cazar”. El otro le contesta o bien con otro destello o bien alza la mano cuando se cruza como dando las gracias y diciendo “Malditos guardias, siempre intentando multar, gracias hombre”.

No sé si en otros países pasa lo mismo. Las autoridades tuvieron que prohibir en España expresamente esos comportamientos (art. 100.2 del Real Decreto 1428/2003, de 21 de noviembre, por el que se aprueba el Reglamento General de Circulación) aunque, dicho sea de paso, con escasa fortuna, puesto que se hace depender la prohibición de una intencionalidad que difícilmente se puede demostrar: se indica la expresión “con finalidades distintas a las previstas en este reglamento”.

Y así nos va. Avisarse unos a otros de la presencia policial hace que su presencia sea perfectamente inútil, dinero tirado a la basura. Para ese viaje no hacen falta esas alforjas, para los que así se comportan quizás fuese mejor vivir en un estado sin policía, salvo por supuesto cuando puedan necesitar su ayuda.

Esa inercia probablemente proviene del tardofranquismo. Cuántos complejos a estas alturas. En esa conciencia colectiva se estableció una especie de frente común bajo el presupuesto de que la policía siempre está discurriendo cómo amargarle la vida a uno, subconscientemente pensando que toda manifestación de autoridad o de fuerza es esencialmente una manifestación de autoritarismo intolerable, antidemocrática e insufrible y por consiguiente, hay que defenderse colectivamente contra esas manifestaciones de prepotencia. Eso se unió al dicho popular defensivo de que lo que se pretende únicamente es recaudar.

Aquí en Iberia, a diferencia de los países centroeuropeos o anglosajones, la fuerza pública parece ser una institución a evitar en la medida de lo posible. Un amigo alemán que pasaba una temporada en España se sorprendía mucho cuando fuimos un día a salir de donde teníamos el coche aparcado y no podíamos hacerlo debido a que nos obstaculizaba otro coche aparcado en doble fila. Aquí lo normal no es llamar inmediatamente a la policía (y que esta acuda), lo que sería lo suyo, lo normal. Eso sería una desconsideración y una muestra de insolidaridad social. Lo ‘normal’ es dar un insistente y estridente concierto de claxon hasta que el ciudadano de la doble fila, que normalmente está o bien tomando un café en el bar tranquilamente o haciendo una gestión, se asoma, ve que es él quien molesta y con pachorra hispana, levanta la mano a guisa de disculpa (cuando lo hace), se pone detrás, indica con el intermitente, no por indicar, sino para que no haya ningún otro que le vaya a chafar el aparcamiento y estaciona en el lugar que ha dejado el que quería salir. Y aquí no ha pasado nada. Al mismo tiempo se ha asegurado un sitio. Redondo.

Solidaridad en el cambalache, en infringir la norma sin que le pillen a uno, en cómo defraudar a Hacienda si es posible. Aquí en el solar patrio el que incumple con las multas cometiendo la conducta tipificada pero sin que le pillen, el que no paga la multa impuesta o defrauda al erario metiendo el pufo,  es un listo, es digno de admiración. Eso sí luego exige que se le respete y exige servicios públicos modernos y eficientes. Cuánto nos falta aun para ser una sociedad civilizada.

3 Comentarios

  1. Muy bueno, totalmente cierto. Da envidia esa actitud alemana de querer vivir en un mundo con normas que se cumplen, por mero civismo. La semana pasada tuve la triste experiencia de discutir agriamente con una mujer, residente en otra Comunidad,que quería un certificado de empadronamiento en el municipio que trabajo para cobrar una ayuda social.
    Por supuesto que no lo certifiqué, a pesar de sus protestas, que incluían el manido «si todos lo hacen así». Me costó incluso tener que dar explicaciones a cargos electos.
    En definitiva, cumplir las normas causa extrañaza en una sociedad acostumbrada a la trampa.
    A ver si conseguimos cambiar esa inercia.

  2. Discrepo de las opiniones anteriores sobre el tema del aviso a los modestos trabajadores conciudadanos acerca de la existencia de coches camuflados pone multas en rectas con perfecta visibilidad y firme en magnífico estado. Los pone-multas combatirían la siniestralidad en la carretera mucho mejor vigilando los comportamientos temerarios (adelantamientos en cambios de rasante, incorporación a la carretera a pesar de ver que se aproxima un vehículo, cambio de carril sin activar el intermitente, etc.). Ah, pero eso es menos lucrativo para el Estado.

  3. El afan recaudatorio del Estado es lo que menoscaba la labor de la Guardía Civil, los cuales son vistos como meros recaudadores de impuestos.

    En Alemania, ya que se saca el ejemplo, cuando hay un radar móvil lo avisan por radio, ¿por qué? por que el fin último es evitar accidentes en un punto negro. Es humano, al saber de la presencia del radar, el bajar la velocidad para que no te sancionen y con ello se evitan siniestros en dicho punto negro. Aquí no, en España se camuflan para pillar infraganti a quien en una recta con total visibilidad va a 72 Km. hora cuando la limitación es a 60 Km. por haber un cruce de vías.
    O ponen un radar en al final de una limitación de 50 Km. cuando después viene una recta. En definitiva y sin extenderme más aquí en España prima el afan recuadatorio, en el resto de Europa prima la seguridad, el evitar accidentes de circulación aunque para ello no se recaude un sólo euro.

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