El pequeño pueblo de Genalguacil, situado en el valle del Genal, en Málaga, era un pueblo que se moría, uno de esos pueblos atrapados por esa enfermedad que es la despoblación: sus vecinos mayores desaparecen y no hay jóvenes que les sustituyan.
Un problema de gran envergadura que afecta a toda Europa como yo mismo, en mi etapa de diputado al Parlamento europeo, pude comprobar. A decenas de debates, encuentros, congresos asistí con representantes municipales y regionales, con expertos, etc donde se pronunciaron discursos y se redactaron denuncias. Asimismo decenas de resoluciones voté aprobando medidas bienintencionadas.
Todo ello dirigido a paliar los efectos de la citada dolencia. Desconozco si acertamos.
Pero sí conozco, gracias a informaciones periodísticas, la experiencia de la localidad con la que se abre este artículo sito en la serranía de Ronda.
Allí, desde 1994, se las agenciaron para hacer visibles y atractivos los ingredientes culturales del lugar y la belleza de sus paisajes.
Para conseguirlo cursaron invitaciones a artistas para que ayudaran a los vecinos a visualizar el espacio municipal con una mirada renovada. Dicho de otra manera: reinterpretar con originalidad un territorio básicamente rural. Y fundaron los Encuentros de Arte.
Así resulta que, desde hace veinte años, existe el Museo de Arte Contemporáneo que cuenta con una colección permanente. Pero lo más interesante es que simplemente paseando por sus calles, observando rincones y fachadas, se coloca el visitante ante obras cuajadas, de rico contenido imaginativo.
Detrás de todo ello hubo una persona, Fernando Centeno, el concejal que dio al interruptor y hoy da nombre al Museo.
La conclusión es que más de doscientos cincuenta creadores han dejado su huella en las calles de Genalguacil. El agua, modestos materiales como el morterete o la cal, testimonios del pasado minero son componentes que han sido utilizados con singularidad por el estro creativo.
Hoy, el viejo pueblo abandonado recibe ochenta mil visitas al año. Y la población ha experimentado un crecimiento anual del 4%.
¿Por qué traigo esta experiencia a estas páginas?
Porque es muy importante saber que la lucha contra la despoblación pasa por supuesto por contar con políticas activas que afectan a la sanidad, la educación, los transportes, las comunicaciones, etc, es decir, a todos los componentes de la modernidad.
Nadie puede discutir la importancia de la presencia en lugares afectados por una crisis poblacional de un pediatra o un maestro o lo determinante que resulta contar con las redes de última generación.
Pero mi tesis es que, junto a las aportaciones de dinero procedente de los presupuestos del Estado y de Europa, de los planes que ponen en marcha y engrasan financieramente las Comunidades Autónomas y las Diputaciones, es imprescindible que personas concretas sean capaces de alumbrar propuestas originales.
Es decir, se impone ver lo que nos rodea con ojos frescos, sacudir esa modorra que nos hace creer en el carácter irremediablemente abatido de nuestro entorno. Y pensar en la floración constante de la vivacidad, en tocar con convicción las teclas del piano de una vida comprometida con una curiosidad permanentemente renovada.
Como hizo Fernando Centeno, como hacen los vecinos y los artistas de Genalguacil.