Todos los días hay algo nuevo, una Ley, un Real Decreto,  una Directiva, quizás un Reglamento Europeo, unas normas de la Diputación, una simple Resolución de Administración Local o un criterio nuevo sobre los contratos menores de la Junta Consultiva de Andalucía o nuevas instrucciones del INE sobre el Padrón. Sí, ya hemos criticado en más de una ocasión la gastroenteritis y flatulenta técnica normativa que lleva al país más que a una mejor ordenación de recursos y medios, a una sublime confusión, todo el mundo como patos mareados en garaje. Un Secretario-Interventor se convierte en un funambulista que avanza en una cuerda tensa pero que se va aflojando poco a poco. Ir haciendo el espagat en una barandilla de balcón de un trigésimo cuarto piso. Grave riesgo de tortilla.

Recientemente D. Julio Tejedor, Catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de Zaragoza y  habitual colaborador en este Blog y que en estos momentos desempeña un cargo de alta responsabilidad en el Gobierno de Aragón (https://www.heraldo.es/noticias/aragon/2018/09/24/julio-tejedor-regular-hasta-minimo-detalle-puede-facilitar-corrupcion-1267858-300.html), a propósito de la normativa de contratos actual, a la pregunta de si regular hasta el mínimo detalle es la solución a la corrupción, declaró que

«No. Paradójicamente, regular hasta el mínimo detalle puede facilitar lo contrario, la corrupción. Con ese afán regulatorio se generan dudas e incertidumbres. Una norma sencilla y clara, que sea poco opinable, ayuda más a dificultar las prácticas de corrupción que una muy detallada. Yo siempre digo que el asesinato está castigado desde hace miles de años, pero se sigue matando».

¿Qué quiero decir con todo esto? Primero, que esta inseguridad jurídica del aplicador del derecho provocada por el exceso en el plano personal y físico lleva a la angustia, a tener que soportar ataques de ansiedad, conduce a que se inicien procesos depresivos y en definitiva a lo que se llamaba melancolía.  Conozco casos en tal sentido,  compañeros supertrabajadores, eficientes y con iniciativa, que están cayendo en procesos depresivos. Más, cuando desde la Secretaría-Intervención de un pequeño Ayuntamiento se adquiere, se quiera o no, un sentido patrimonial de la función pública. Muchos se angustian ante situaciones cuasi irresolubles en materias que apenas inciden en lo que serían las funciones públicas “necesarias” Lo que pasa en “mi” pueblo me pasa a mí, me siento obligado a desfacer entuertos continuamente, a tratar que, a pesar de estar al Oeste del Río Pecos, exista cierto orden legal y a “dar forma” para hacer  regular (en su doble sentido: a) Regular = psé, tirando a mal. b) Regular= legal). Hay que tener en cuenta que en los pequeños ayuntamientos, como ya hemos opinado en más de una ocasión, el Secretario-Interventor hace un 20 % de funciones públicas necesarias y un 80% de gestión; hecho que nunca lo han querido reconocer las instancias estatales y autonómicas desde una burbuja política que desconoce la realidad. Así que es frecuente y fácil llegar a la esquizofrenia… uno mismo gestiona el día a día a trancas y barrancas y al mismo tiempo se autofiscaliza, se coloca el cilicio o saca el látigo autoflagelándose como pecador penitente en Semana Santa. Si algo sale mal, es el responsable. Si sale bien, era su trabajo. Y continuamente queda sometido al escrutinio público, se examina ante el Pleno en cada sesión puesto que el Alcalde no es un profesional. Por un elemental sentido de lealtad el Secretario tratará de justificar esto o aquello del Alcalde puesto que, o bien ve que no se enteró correctamente de tal o cual asunto o bien porque la crítica apela de forma inmediata al propio Secretario. Frecuente es que en pequeños Ayuntamientos, el Alcalde en un Pleno y a bocajarro –en el fragor del fuego cruzado- le diga al Secretario, ah, eso no me lo dijiste  o bien pregunte directamente al propio Secretario mientras tuerce el rostro en un gesto de contrariedad y culpabilización.

Obviamente, no quiero decir que no haya que regular. Sin embargo y compartiendo la opinión del Profesor Tejedor, habría que moderar, son mejores las frugales colaciones que empachos de las viandas más exquisitas.

Y como esto no parece tener solución, teniendo en cuenta la hiperregulación que parte desde Bruselas y acaba salpicando a todo cristiano (ejem, o de cualquier religión, seamos políticamente correctos) hay que acabar admitiendo, como hecho frustrante y paradigmático de esta profesión, la imperfección estructural del trabajo que se realiza, de las funciones que se desarrollan. Como decía un amigo, y en el mejor y antropológico sentido del verbo, hay que ir trampeando con plazos y expedientes como se puede mientras te muestras asertivo y posibilista, para que a ser posible ninguna carga de profundidad o bomba de neutrones te acabe afectando. En definitiva, observar, respirar hondo y practicar levemente aquello de laissez faire, que todo fluya con el Tao. Y aquello de laissez passer en cuanto a esas nefastas sensaciones de embarramiento y barullo. Siento no poder ser hoy más optimista.

 

1 Comentario

  1. Sí señor, esto es poner los pies en la tierra. Necesitamos alguna receta con buenas dosis de ánimo, que poder tomar cada mañana, para afrontar el día a día sin sucumbir en el intento. Esta es la triste realidad. Y después salir a la plaza y esperar que el Miura entre bien por la derecha o al menos por la izquierda, evitando la cogida.

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