«El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones, y no en las próximas elecciones» (W. Churchill)

La administración o gobierno digital no supone la sustitución de un modelo de servicio público por otro, o mejor dicho, sí, pero solo internamente. La Administración debe funcionar de manera íntegramente electrónica, pero el ciudadano, ese que paga sus impuestos, puede elegir entre ser digital y no serlo. Tenga la edad que tenga. Y bastantes personas mayores ya lo hacen. De hecho, habría que redefinir lo que es una persona mayor. ¿Lo es un ex oficinista de 70 años que hasta hace cinco trabajaba con su paquete básico de ofimática y quizá otros programas más complicados? Por otra parte, una persona jubilada tiene tiempo libre, por lo que puede «autoaprender» o simplemente beneficiarse de los miles de cursos «nivel usuario» que organizan entidades como los Ayuntamientos, acciones formativas a veces específicamente concebidas para personas mayores. Y como son mayores, pero tan inteligentes como cualquiera, evidentemente acaban aprendiendo. No son nativos digitales, cierto, pero las personas de mi generación tampoco. Ellos pueden aprender exactamente igual que aprendimos nosotros. La primera conclusión es, por tanto, que las personas mayores, al igual que el resto, tienen el derecho y el potencial de ser digitales. No tienen la obligación, pero sí el derecho de acceder a los servicios públicos y privados a través de la Red.

Este derecho de acceso a Internet es uno de los derechos digitales que posee toda persona que desee acceder con el fin de ejercer y disfrutar de sus otros derechos. El acceso a Internet está reconocido como un derecho fundamental por las leyes de varios países. Entendemos que es el caso de España, al menos desde que así viene recogido en la Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre, de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales (LOPDGDD), cuyo artículo 81 (Derecho de acceso universal a Internet) dispone:

1. Todos tienen derecho a acceder a Internet independientemente de su condición personal, social, económica o geográfica.

2. Se garantizará un acceso universal, asequible, de calidad y no discriminatorio para toda la población.

3. El acceso a Internet de hombres y mujeres procurará la superación de la brecha de género tanto en el ámbito personal como laboral.

4. El acceso a Internet procurará la superación de la brecha generacional mediante acciones dirigidas a la formación y el acceso a las personas mayores.

5. La garantía efectiva del derecho de acceso a Internet atenderá la realidad específica de los entornos rurales.

6. El acceso a Internet deberá garantizar condiciones de igualdad para las personas que cuenten con necesidades especiales.

Por lo demás, este artículo no puede entenderse de forma aislada, sino que debe ponerse en relación con los recogidos en los artículos 79 a 97 de la misma LOPDGDD, con mención especial al 80 (neutralidad) y al 82 (seguridad).

Garantizados estos derechos, algo que no siempre será fácil, no hay perjuicio, sino beneficio, para las personas mayores. Por tanto, si hay una excusa falsa y demagógica en esto de la resistencia al cambio a la administración digital, es sin duda el bulo de que perjudica a las personas mayores. Esto nunca ha sido cierto, pero con la Inteligencia Artificial (IA) definitivamente cae por su propio peso. En realidad ocurre todo lo contrario: los mayores y las personas con diferentes capacidades son los grandes beneficiarios de la puesta a disposición de la última generación de servicios telemáticos a través de sus dispositivos personales, siempre que dichos servicios sean accesibles, y la IA lo es. De hecho, es uno de sus puntos fuertes.

Evidentemente, claro está, un buen servicio electrónico debe ser no solo accesible en sentido estricto, sino también sencillo, comprensible, usable, funcional, interoperable, seguro, eficaz, y orientado a las personas, teniendo como objetivo último el de mejorar la calidad de vida de la sociedad, evitando molestias hoy en día innecesarias. La piedra angular del éxito del uso (por parte de cualquier persona pero especialmente de los más mayores) de estos servicios electrónicos, es alcanzar la máxima accesibilidad, en todas sus dimensiones.

Estamos en la era de la IA y esta es sin duda una aliada de las personas mayores, pues les hace ganar autonomía, salud y bienestar. En efecto, la IA está transformando múltiples aspectos de la vida cotidiana, y su impacto en las personas mayores es especialmente significativo. Desde la atención médica hasta la asistencia en el hogar, la IA ofrece soluciones innovadoras que mejoran la calidad de vida, promoviendo la independencia y el bienestar de este sector de la población.

No hablamos tan solo de sedes electrónicas y trámites. Uno de los campos donde la IA ha demostrado mayor utilidad es en la salud y el cuidado personalizado. Dispositivos como relojes inteligentes o asistentes virtuales permiten el monitoreo constante de signos vitales, detectando anomalías y alertando a familiares o profesionales médicos ante cualquier emergencia. Además, los algoritmos de IA pueden predecir riesgos de enfermedades como el Alzheimer o detectar signos tempranos de deterioro cognitivo mediante el análisis de patrones en el habla y la escritura.

En el ámbito de la asistencia domiciliaria, los robots inteligentes ayudan a las personas mayores con tareas cotidianas como recordar la toma de medicamentos, establecer rutinas o incluso proporcionar compañía. Asistentes de voz como Alexao Google Assistant también facilitan la comunicación y el acceso a la información, reduciendo el riesgo de aislamiento social.

Se trata de servicios extremadamente accesibles. La clave del éxito de los servicios electrónicos, públicos y privados, es y siempre ha sido la accesibilidad. La administración digital triunfará el día que sea realmente fácil para el usuario. El día que funcione, que se perciba como algo mucho mejor y desde luego más rápido e incluso más seguro que el papeleo y las colas de antaño… Y la administración electrónica triunfará definitivamente el día que sea buena, bonita y barata. Con la IA lo será. Pero no ya solo para la propia Administración, sino para el ciudadano, especialmente para aquellos que más lo necesitan y que en la estrategia de implantación deberían aparecer como primeros destinatarios de estos servicios. Sería un grave error pensar que este destinatario es únicamente el joven ultra tecnológico, nativo digital y habilidoso.

En definitiva, dejemos de decir que el mundo digital perjudica a las personas mayores, porque no es verdad. A las personas en general, da igual la edad, les puede perjudicar un mal servicio, digital o no. Una persona mayor, con todos sus sentidos y capacidades operativos, no es de inicio menos apta para el uso de los servicios tecnológicos que una persona más joven. Las dificultades surgen para quien realmente no puede, salvo que le facilitemos el acceso. Esta es la verdadera brecha. Existen “brechas digitales” mucho peores que la generacional. Y es que, por desgracia, aún son muchas las personas que no pueden ser digitales. Podríamos encuadrarlas en cinco categorías, algunas de las cuales se solapan en el peor de los escenarios:

  1. Las que no pueden, siendo perfectamente capaces, porque el sector público o privado con el que se relacionan no ha cumplido con sus obligaciones legales, sociales o comerciales, deshabilitando el canal electrónico para que un usuario estándar del siglo XXI pueda operar.
  2. Las que no pueden, porque poseen capacidades físicas o sensoriales diferentes y estos servicios digitales, aunque existen, no son accesibles para ellos.
  3. Las que no pueden porque no saben que existen algunos de estos servicios (¿se difunden suficientemente?).
  4. Las que no pueden porque viven en una zona rural, geográficamente apartada o sin las infraestructuras adecuadas.
  5. Las que no pueden porque pertenecen a un sector social o económicamente desfavorecido. 

Sin embargo, «Todos tienen derecho a acceder a Internet independientemente de su condición personal, social, económica o geográfica». Hagamos efectivo este derecho para las personas que en verdad están excluidas en contra de su voluntad en lugar de hablar en nombre de otras personas, sobre todo las mayores, afirmando que «no quieren» o «no saben» ser digitales. Pero la IA es inclusiva con los mayores. Es ridículo entonar ese «no saben» en relación a una tecnología que le hables y le pidas lo que quieras. Es importante la alfabetización, pero se impone un tipo de servicios tipo Alexa. En otras palabras, un asistente personal.

En definitiva, la IA no solo es una herramienta tecnológica, sino una aliada clave para fomentar la autonomía y mejorar la calidad de vida de las personas mayores. Su éxito dependerá de una implementación ética, igualitaria y accesible, asegurando que todos puedan beneficiarse de sus avances sin «brechas» ni exclusiones.

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