La venganza del campo

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La venganza del campoEl campo, hoy pisoteado e ignorado, se vengará de todos nosotros si no hacemos algo para evitarlo. Nadie se acuerda de ellos. Los agricultores saldrán esta semana – con razón – a la calle para protestar contra la ruina que acumulan. Ya no aguantan más. Venden sus productos bajo el precio de coste y, cansados de perder dinero, son muchos los que echan el cierre al negocio y abandonan la actividad. El número de explotaciones agrarias desciende cada año. Para el urbanita, esas son cifras que avalan nuestro progreso. En los países desarrollados, nos dicen, la agricultura apenas pesa nada. Y se quedan tan contentos en su postmodernidad, que sólo contempla a los labriegos como una curiosidad antropológica que cuida el paisaje de la casa rural en la que descansa en vacaciones.

Y, por si fuera poco, los agricultores tienen que soportar su particular leyenda negra. Son percibidos por muchos como parásitos que chupan de la teta de las subvenciones comunitarias. Y claro, como la alimentación es cada año más barata, y en apariencia abundante, nadie valora suficientemente su misión de proveer de comida a la sociedad. La actividad agraria es ignorada por los modelos económicos de nuestros próceres. Haga la prueba. Estudie los planes de futuro que presentan cualquiera de nuestros partidos. Hablarán mucho de tecnología, diseño, valor añadido y demás – en lo que estamos totalmente de acuerdo, faltaría más – pero ignorarán por completo al sector primario. También ocurre en el ámbito municipal. Haga autocrítica. ¿Tiene de verdad en cuenta a los agricultores, o los ha amortizado en sus diseños de futuro? La inmensa mayoría está convencida de que la agricultura no es estratégica y que los alimentos serán por siempre abundantes, baratos, sanos y de calidad. Ignorantes. Nadie cae en la cuenta el retroceso del terreno agrícola, sepultado ante el avance urbano, industrial, de las infraestructuras y de las energías renovables. Cada vez existen menos tierras agrícolas, también menos agua disponible. La ciudad y sus industrias se la quitan. Apenas se invierte en mejoras tecnológicas en el campo. No está de moda. Por eso, cada año baja la producción agrícola, en España, en Europa y en el mundo. Los antiguos excedentes europeos se han esfumado. Tenemos que importar comida, y las reservas mundiales también son inexistentes.

Los bajos precios actuales no responden al juego de la oferta y la demanda, sino a una estructura de mercado donde mandan los grandes operadores comerciales. Sin precios, los agricultores no se esforzarán en producir, y las cosechas seguirán disminuyendo hasta que un año, sencillamente, los alimentos escaseen. Y entonces comenzará la venganza en forma de precios estratosféricos y vendrán los llantos y el rechinar de dientes.

La agricultura es y será estratégica. No podemos permitirnos el desmantelar nuestra fábrica natural de alimentos. Ni en la política nacional ni en la europea, pero tampoco en los planes municipales y de ordenación del territorio.

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Manuel Pimentel Siles es Licenciado en Derecho y Diplomado en Alta Dirección de Empresas además de ingeniero agrónomo. Fue Diputado en el Parlamento Andaluz, Secretario de Estado y Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales.

3 Comentarios

  1. En general estoy de acuerdo. Tampoco debemos olvidarnos de que también ha llegado cierto grado de globalización a los productos agrícolas. Además existen técnicas agrícolas con las que no son necesarias superficies agrícolas. Eso sí, son más caras. Aunque todo producto no tecnológico tiende a su encarecimiento.
    En una entrada de mi blog sobre mercados cuento una experiencia sobre integración de la venta directa de agricultores a los consumidores, sin gastos, con un acuerdo municipal.
    [url]http://pasiones.zoomblog.com/archivo/2007/04/22/mercados-super-e-hipermercados.html[/url]

  2. El artículo esta bien enfocado, pero ha pasado por alto dos aspectos importantes:

    1) Las cuantiosas ayudas que destinan los paises ricos a su agricultura,además de fomentar el parasitismo de terratenientes, impiden una libre competencia de la que se beneficiarían no solo los consumidores nacionales, sino las poblaciones de paises condenados a la miseria por culpa de restricciones comerciales y medidas equivalentes que si fueran levantadas en un porcentaje mínimo, podrían evitar la muerte de más de 1000 millones de personas por hambre en el Mundo.

    2) Casi la mitad de la producción agraria y del agua dulce disponible (además de tierras, energía y otros recursos) se esta destinando al ganado, por lo cual no es extraño que puedan llegar situaciones de escasez de alimentos para las personas,si tenemos en cuenta que los animales utilizados como ganado son ya unas 3 veces más que los humanos; y sobre todo si añadimos a ello los desastres provocados por el cambio climático y otros daños ambientales originados por las actividades humanas, la explosión demográfica y que se tiran o desaprovechan millones de toneladas de vegetales alimenticios por motivos comerciales,logísticos,estéticos, etc.

  3. Estoy muy de acuerdo con el artículo. Aunque aplaudo la matización de Francisco González. Ya que las subvenciones agrícolas Europeas junto con los aranceles están promoviendo que miles de personas que vivían de la agricultura no puedan competir con sus productos para ganarse la vida. Y esta situación ya le está pasando a los agricultores europeos, con especial gravedad entre los españoles. Como esto siga así en pocos años veremos como el asunto se traducirá en la eliminación sistemática de todos los productores y proveedores de alimentos, para dar lugar a una gran corporación que mantendrá el monopolio de los alimentos, haciendo lo que le de la santísima gana con los mismos y sus precios.

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