De entre todos los datos económicos que se publican periódicamente, sin duda los del mercado laboral son los que generan más polémica. De nada sirve recordar a los economistas que debemos evitar los juicios de valor, y centrarnos en el análisis objetivo de las cifras: los datos o son reales, y se pueden analizar técnicamente, o están manipulados, en cuyo caso no deberían llamarse datos y no habría que dedicarles ni un segundo de atención.
Da igual; cada vez que se conoce una actualización de las cifras laborales, se producen las mismas reacciones: el gobierno, sea del partido que sea, dice que son magníficas y significan que hemos superado la crisis; la oposición, sea del partido que sea, dice que son coyunturales y no marcan un cambio de tendencia; los sindicatos dicen que son insatisfactorios, que muestran un “precarización” creciente del empleo, que no es de calidad, etc.
No voy a entrar en esa polémica porque es meramente política y no es mi terreno. Prefiero centrarme en una serie de datos que publica el INE reveladora de la evolución real del mercado laboral; me refiero a la encuesta trimestral de coste laboral que, en palabras del propio INE, es “una operación estadística continua de periodicidad trimestral cuyo objetivo es conocer la evolución del coste laboral medio por trabajador y mes; es la fuente de información fundamental para la elaboración del índice de coste laboral armonizado que forma parte de los euroindicadores de la Oficina de Estadística de la Unión Europea /EUROSTAT)”. Con semejantes antecedentes, podemos asumir que los datos son fiables; estadísticos, de encuesta, pero fiables: proceden de una muestra de 28.000 empresas de todos los tamaños, desde las pequeñas (1 a 4 trabajadores), hasta las de más de 500.
Para comprender mejor la evolución del coste laboral, a partir de los datos base de la encuesta he elaborado una serie con base 100 en el año 2000; es decir, he calculado la evolución del coste laboral respecto a ese momento, con los tres componentes de la serie: coste salarial, otros costes y coste total; el resultado se muestra en el siguiente gráfico.
Durante el periodo analizado, los costes laborales han supuesto en torno al 75% del coste total; el componente “otros costes” ha oscilado en torno al 25%, y comprende varios conceptos (prestaciones no salariales, quebranto de moneda, desgaste de útiles o herramientas, adquisición de prendas de trabajo, gastos de locomoción y dietas de viaje, plus de distancia y transporte urbano, etc.), pero sobre todo las cotizaciones a la Seguridad Social a cargo de las empresas.
Como sucede en tantas y tantas series de nuestra economía, se observa claramente el aumento de los costes laborales durante los años de bonanza económica; he destacado diciembre de 2008 como punto en el que se alcanza el máximo. Desde ese momento se aprecia un ajuste evidente de los costes laborales, especialmente del coste salarial (línea roja) resultado, sin duda, de las decisiones empresariales tendentes a reducir todos los costes de producción y ajustar los precios de venta a la difícil situación económica, así como del nivel de desempleo alcanzado en plena crisis. El ajuste no es tan evidente en el componente “otros costes”, posiblemente por las necesidades financieras de la Seguridad Social.
Es decir, que como ha pasado con la mayoría de las variables durante la crisis (vivienda, viajes, restaurantes, ocio, etc.), el coste salarial ha frenado su crecimiento anual, adaptándose a la situación general; desde 2008 ha reducido su peso relativo en los costes de producción; y conforme la legislación laboral vigente ha quitado un poco de rigidez al factor trabajo, las empresas han contratado a más personas cuando han visto que la demanda se recuperaba, o ganaban nuevos mercados. Y eso es lo que vienen reflejando otros datos del mercado laboral (los que centran la discusión pública y periodística) desde hace meses.
El tema de la denominada “calidad del empleo” excede al alcance de la encuesta de coste laboral, y al ámbito económico.
Desde luego, después de leer este post no creo que los agentes sociales tuvieran motivos para «manipular» los datos que se ofrecen, pero un servidor (lego en estos asuntos) no puede decir tampoco que le haya aportado nuevo conocimiento.
Tal vez sea el primero de una serie de post sobre el mercado de trabajo: veremos.
Saludos.