Por fin… misión cumplida. He cumplido, lo he logrado una vez más, he conseguido, en arriesgada misión, presentar mi declaración de la renta y pagar mis impuestos directos. Todo ello pese a los típicos sudores que inevitablemente en estas fechas le caen a uno por las sienes, debidos por un lado al calor de la canícula, pero sin duda quizás aun más porque ve que se le viene encima lo inevitable, y lo ve como una de las tareas de Hércules que no sabe si va a conseguir culminar con bien.
Cual contribuyente ejemplar he vuelto hoy a casa, si bien con la sensación y la amargura del que se siente atracado, con la satisfacción del buen ciudadano que, solidariamente, ha cumplido con sus obligaciones fiscales contribuyendo con ello al sostenimiento del país. Me recuerda esto aquella obra de teatro de Adolfo Marsillach del tardofranquismo titulada "La honradez recompensada siempre en España".
Hay que reconocer que la Agencia Tributaria es el ente administrativo que va por delante de todos los demás en materia de aplicaciones informáticas accesibles para el ciudadano y realmente ha facilitado mucho a todos el cumplimiento con el Fisco. Probablemente tiene los mejores informáticos de la Administración Pública. Sin embargo, creo que aun debería progresar más y solicitaría formalmente que el Estado sea generoso y nos descargue a todos de ese cáliz. Al fin y al cabo, ¿el Gran Hermano Fiscal no lo sabe todo de nosotros? Pues si lo sabe ¿para qué tenemos que confesarnos? Supongo que hay dos razones para esto:
1. Si hay equivocaciones y aunque no haya la más mínima intención de ocultar nada, el problema es de uno, no de Hacienda. Y, sin remedio, sanción, recargo y paralela, se siente. Véanse los artículos 184 y 191 y siguientes de la Ley 58/2003, de 17 de diciembre, General Tributaria.
2. El Estado nos quiere educar en la solidaridad y hacernos conscientes de la importancia de la contribución social a las arcas públicas.
Al sujeto pasivo (nunca mejor dicho lo de pasivo), no le queda más remedio que aguantar el tirón. Pero siendo un trabajador por cuenta ajena, absolutamente controlado por Gran Hermano, me pregunto por qué no decide él mismo cobrarse y ya está. O, cuando menos y siendo que no hay intención de ocultar nada y los del sueldo somos transparentes como el prístino cristal, que nos asignen a cada uno un Inspector Fiscal de Cabecera (o el Inspector de Cupo), lo mismo que se tiene asignado un Médico de Cabecera o un Confesor.
Eso sí, pido también que se promuevan los cambios legislativos oportunos para que todo el mundo pague. No me explico por qué no se da factura en todo caso cuando la gente va al médico particular, cuando va el fontanero a reparar algo o si se decide hacer una pequeña reforma en casa. Luego oyes que España es el país de la Unión Europea en que más dinero efectivo hay en billetes de 500 € y piensas que aquí hay algo que falla gravemente, porque además, no somos los españoles precisamente los más ricos de la Unión (el Director Skinner, el director de la Elementary School de los Simpsons diría con voz gangosa algo así como "esto es altamente irregular")
Pido por último que, mientras se producen los cambios legislativos oportunos que solicito, y que sin duda serán atendidos por ser de justicia, se cambie el período fiscal de la renta a los meses de noviembre-diciembre porque en esas fechas al menos sólo tendremos un motivo de sudoración, no dos.