Toda la prensa se hace eco de que se está debatiendo en la Comisión de Justicia del Congreso el Proyecto de Ley de Registro Civil. Desconozco los pormenores del mismo pero lo que se resalta hoy es que se ha decidido que el orden de los apellidos de los hijos en caso de desacuerdo entre los progenitores lo decidirá el funcionario del Registro Civil si en tres días los padres no son capaces de ponerse de acuerdo, según el acuerdo alcanzado. Se indica que finalmente no será el orden alfabético, como había propuesto inicialmente el Gobierno, ni el azar, como habían sugerido algunos grupos parlamentarios de la oposición. La idea es que si no hay acuerdo entre los padres, lo cual sería “su obligación”, se les apercibe que tienen tres días más para cumplir con su obligación de fijar el orden. De no hacerlo en ese plazo, decidirá la persona encargada del Registro Civil, atendiendo siempre al interés superior del menor. El Legislador siempre nos sorprende. Por estos lares se dice que el que no tiene que hacer con el rabo mata moscas, dicho sea con todo el respeto que merecen los iluminados próceres del Congreso. Me pregunto si eso se les ocurre a ellos solitos o tienen asesores para ello.
Indudablemente, se crea realmente un problema donde no lo había y nos preguntamos todos si los diputados no tienen otra cosa mejor que hacer, como estrujarse la cabeza para pensar qué se puede hacer con el veintiuno por ciento de desempleo y la mitad de los jóvenes sin ocupación. Me pregunto si realmente hay alguien en esta sociedad que demandaba una reforma del orden de los apellidos en tal sentido, cuando hasta ahora el sistema que hay siempre ha sido un hecho aceptado e incluso se podían cambiar conforme al artículo 198 del Reglamento del Registro Civil cuando se es mayor de edad. No hay que oponerse al ejercicio de la libertad a la igualdad de géneros etcétera pero llevar las cosas a esos extremos personalmente me parece absurdo.
Imaginemos la situación: Pepe López y Pepa Gutiérrez acaban de ser padres. Pepa ha tenido un parto difícil y está en el Hospital. Pepe ¿puede ir al Registro Civil e inscribir al hijo sin una declaración formal conjunta de padre y madre de cómo quieren por unanimidad que sea el orden de los apellidos? ¿Tienen que ir a un Notario a expresar su voluntad previamente? ¿O qué hará el “funcionario” del Registro, ir al Hospital a ver si verdaderamente la madre quiere esto o aquello?
Supongamos también como hipótesis de trabajo que no hay acuerdo. El “funcionario” les requiere por escrito y los padres no dicen nada porque, tras un montón de broncas (bien se empieza) no se ponen de acuerdo. Así pues, el “funcionario” decide, sin más, “en interés superior del menor”. Y uno se pregunta ¿pero qué interés superior del menor” hay en apellidarse primero López y luego Gutiérrez o viceversa? Ciertamente en algún caso sí que puede que exista, por ejemplo si le ponen de nombre Caifás y el padre se apellida Cista y la madre Constante. En ese caso quizás mejor llamarse Caifás Constante Cista que Caifás Cista Constante. El “funcionario” puede motivar en este caso un cierto interés del menor pero ¿y en el resto de los casos? Me imagino al “funcionario” haciendo es de “pito pito gorgorito….” o echándolo a los dados del uno equis dos.
Como dice Antonio Burgos en un artículo sobre los papafritas (se puede leer en el siguiente enlace artículo de Los papafritas de la web de Antonio Burgos), pues eso, menudos papafritas estamos hechos.
Tiene más razón que un santo. El objetivo, la igualdad de hombre y mujer es bueno; el procedimiento, legislar y legislar sin sentido común y sin tener en cuenta la realidad, es el vicio nacional. Estoy harto de tener leyes que no se cumplen por la endogamia política de congresistas que llevan dos décadas de diputados y se han olvidado de lo que es la vida real.
Ojalá nos dejaran reubatizar a nuestros señores diputados. Se iban a enterar… por su nombre.
Si tenemos en cuenta que:
A) Hasta ahora no había polémica, desacuerdo o problema con el asunto
B) En la mayoría de paises no hay más que un apellido -el del padre-, e incluso en algunos la mujer toma el apellido del marido perdiendo el suyo de nacimiento
A qué viene perder el tiempo con un asunto baladí, mientras tantos otros temas importantes quedan postergados?
No podríamos considerar, ya que el sueldo de sus señorías lo pagamos los ciudadanos de a pie, que con esta pérdida de tiempo nos estan estafando al no dedicar su tiempo a gestionar mejor la sanidad, educación…
Una posibilidad es que haya suficientes políticos para ocuparse de los temas básicos y además distraernos con «abalorios y angalipolas legislativos». En éste último caso, y dada la crisis que padecemos, sería mejor reducir el número de los que cobran por dedicar su tiempo a cosas baladíes.