¿Por qué bajamos a segunda?

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Ha habido muchas quejas porque las “malvadas” agencias de calificación nos han bajado a segunda división en la liga de las naciones mejor valoradas del mundo, y se han repetido los comentarios habituales sobre el lamentable papel que juegan estas agencias, hasta el punto de que una vez más las han acusado de ser las causantes de la crisis. Ya opiné hace tiempo sobre el asunto, en general, y mantengo mi idea de que sólo son los profesores de un tribunal de examen al que acuden los alumnos para ver si aprueban o no; a veces, el alumno se presenta sin haber hecho los deberes y, al menos en mi época de estudiante, suspendían. En esta ocasión quiero destacar algunas ideas del razonamiento de Moody´s, que pasa por ser una de las agencias más influyentes, utilizando para ello sus propios argumentos. Una primera reflexión que hago, por si a alguien le parece útil, es que no nos están calificando a todos los españoles, sino al gobierno de turno, ya sea de la administración central, autonómica o local; por tanto, no nos rasguemos las vestiduras ante el descenso quienes sólo tenemos la responsabilidad de pagar impuestos: que sean los que gestionan la administración quienes hagan su examen de conciencia. Como mucho, a quien le parezca oportuno, que considere su intención de voto cuando toque (generales, autonómicas o locales); por cierto, la reacción apasionada que sigue al descenso es común en todos los países.

En segundo lugar, me gustaría señalar que la nota final asignada a la deuda del Reino de España intenta reflejar la capacidad de pago del deudor, el Gobierno en este caso, cuando tenga que devolver el principal de los títulos al vencimiento, si en ese momento hay dificultades de colocación de nuevas emisiones. Es decir, igual que sucede con cualquiera de nosotros cuando debemos dinero al banco y pedimos más crédito (bueno, mejor será  decir “sucedía cuando había crédito”), se trata de ver si estamos haciendo los deberes en términos de ajuste del gasto y generación de nuevos ingresos para que, en el futuro, paguemos todas las cuotas a tiempo.

En este sentido, la Agencia ha valorado muy positivamente el acuerdo de las Cortes para poner techo al endeudamiento del presupuesto público, pero tiene dudas sobre lo que pueda pasar en las comunidades autónomas: el año pasado, el gobierno central terminó con un déficit del 5,66% del PIB respecto al 6,7 previsto, es decir, un buen resultado, pero los gobiernos autónomos, en conjunto, terminaron en el 2,83 % de déficit, en lugar del 2,4% previsto, es decir, un mal resultad;  podría pensarse que la desviación no es para tanto, pero ambas suponen que el ahorro global ha sido  6.500 M € menos de lo previsto (recordemos, en pesetas: 1,08 Billones). Como, además, a mitad de este ejercicio las comunidades habían alcanzado ya prácticamente el máximo previsto en sus planes propios, no es de extrañar que los analistas internacionales tengan serias dudas sobre la posibilidad de que el deudor cumpla los compromisos de 2011: se temen que el déficit conjunto final sea el 6,5% del PIB, no el 6% comprometido (o sea, 5.300 M € de exceso; 880.000 M. ptas.)

En tercer lugar, el otro supuesto esencial del plan de pagos es la cifra del denominador de todos los cálculos, crecimiento anual del PIB, y en este punto, la divergencia es aún mayor, porque nuestra economía no consigue remontar el vuelo: los analistas no se creen que en 2012 crezca el 1,8% contemplado en el plan, sino el 1%, como máximo, y eso que el cálculo es de antes del  acuerdo de recapitalización de los bancos europeos, es decir, que la realidad puede ser aún peor. Eso significa que en lugar de llegar a 1.08 B € de PIB, lleguemos, si acaso, a 1,07, es decir, 8.500 M € de crecimiento menos. Semejante desviación exige que, aun manteniendo el nivel de gasto público global en la misma cifra en que concluya este año, el cociente se estropearía medio punto: 6,56 % en lugar del 6% planificado;  la única manera de corregir esa tendencia será apretar aún más la reducción de gastos y/o aumentar los impuestos, para que el resultado final de déficit compense los 8,500 M € no producidos (1,4 B. ptas.); por cierto, y como referencia, valga decir que 8.500 M € fue, más o menos, lo que creció la economía española durante todo el año 2010, y que, si se cumple en 2012, situaría el PIB nacional en el mismo nivel de 2008, es decir, cuatro años después estaríamos en el mismo nivel de la crisis.

Por último, y para concluir esta sopa de números, me gustaría señalar que, antes de las decisiones europeas sobre el recorte de la deuda pública (“trasquilón”), la deuda de España ha quedado encuadrada con perspectiva negativa (es decir, más descensos si no cambia la situación) en un grupo de competidores de nivel medio-bajo en términos de potencia económica, si bien todos ellos con perspectiva estable: Estonia, Israel, y Corea. En el grupo que nos precede se encuentran  China (en línea ascendente), Chile  y Japón (que se mantienen) y Eslovenia (que va a bajar a nuestro grupo); en el escalón siguiente al nuestro compite  Italia (que seguirá cayendo, como nosotros, si no cambian las cosas radicalmente) y Malta; luego vienen Brasil e India en claro ascenso, aunque un poco más retrasada.

¡Ah! y compitiendo en lo más alto de la clasificación, aunque no en el máximo nivel, sino en el segundo, que la crisis es crisis en todas partes, se encuentran: USA, Reino Unido, Alemania, Francia, Canadá, Holanda, Nueva Zelanda, Dinamarca, Austria, Australia, Suiza, Suecia, Noruega y Finlandia. Hubo un tiempo en que España competía también en ese grupo, pero eso pasó, hemos caído mucho en la clasificación, y de momento no se ve el fondo del abismo.

2 Comentarios

  1. Entonces, Por qué no se demanda, Auditores al rescate.

    Dado que el Tribunal de Cuentas Europeo (TCE) en su reunión del día 19 de mayo de 2011, decidió hacer público este documento, tal se expresa en «Consecuencias de la actual crisis económica y financiera en la Rendición de Cuentas y la Fiscalización del sector público de la Unión Europea y la función del TCE.

    (Al margen, ¿La discrecionalidad crea transparencia?)

    En Introducción, se dice que la crisis mundial ha cambiado el modo de dirigir la política económica, y ha repercutido en el manejo de los fondos públicos. Y el TCE respeta el principio de que «siempre que estén en juego fondos públicos debe haber normas que garanticen suficientemente la transparencia y la rendición de cuentas del sector público, así como su fiscalización.

    (Al margen, ¿Qué normas garantizan la transparencia en la auditoría y fiscalización sino es su principio y valor central?)

    Una consecuencia de la crisis en la auditoría del sector público, dado que el TCE «ha identificado casos de insuficiencia de los dispositivos de auditoría pública y considera, en este sentido, que el Tratado por el que se establece el Mecanismo Europeo de Estabilidad tendría que prever una auditoría pública externa».

    (Al margen, ¿Dispositivos de auditoría y auditoría pública externa?

    Concluyendo en documento antes mencionado, «El Tribunal de Cuentas Europeo señala que se debería reflexionar sobre los aspectos de rendición de cuentas y transparencia».

    Luego entonces, no es que los auditores acudan al rescate de la sociedad (en coadyuvar a solucionar la crisis económica y financiera), de lo que se trata, es a la inversa, es decir, de rescatar a los auditores. De todas aquellas creencias, concepciones y saberes heredados de la auditoría y fiscalización tradicional (léase la de hoy).

    En el fondo, los auditores se encuentran al revés, de cabeza. Véase si no, en las conclusiones del documento referido, señala que las instituciones europeas competentes, en particular el Parlamento Europeo y el Consejo deberían de reflexionar sobre la rendición de cuentas y transparencia. Cuando en su Introducción se reconoce el principio, de que «siempre que estén en juego fondos públicos debe haber normas que garanticen suficientemente la transparencia y fiscalización. En consecuencia, su argumentación y discurso, está de atrás para adelante.

    Qué no sería más conveniente comenzar por la reflexión, sobre un pensamiento supeditado a justificar la armonización u homogenización, justificado en la garantía de normas que se han convertido más en «normalización» de las deficiencias o insuficiencias, que en promover la capacidad de dudar y preguntar, ¿Por qué no comenzamos desde el principio?

    Y luego, ¿por qué bajamos a segunda?

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