Hay que reconocer que esta España profunda no deja nunca de sorprender. Y lo digo por el caso del Eccehomo de Borja. Casi no es necesario recordar la historia. Una señora que se ocupa habitual y voluntariamente de tareas de mantenimiento en el Santuario de la Misericordia, decide un buen día que el cuadro del Eccehomo que hay en una pared está hecho un churro y como es aficionada en sus ratos libres a las pinturetas, decide repararlo por su cuenta, desde luego con la mejor intención y con un resultado nefasto.
Se hace eco de la noticia la prensa regional y de ahí salta a las portadas de toda la prensa mundial, se publica hasta en The New York Times. Por qué se han hecho eco de la noticia los grandes medios es algo que se me escapa, previsiblemente en el mes de agosto no hay muchas noticias y ésta tiene su aquel, lo del Loch Ness está muy visto, hay que buscar otra serpiente de verano.
Cuánto no se habrá esforzado el Ayuntamiento de Borja por darse a conocer a nivel nacional, poner en valor sus recursos naturales, artísticos y enológicos y resulta que una abuelica de 88 años ha sido la que ha dado al pueblo notoriedad mundial. Campañas de imagen, publicidad pagada directa o encubierta que apenas tienen un leve efecto. Y es una casualidad y un hecho esperpéntico el que ha servido para dar a conocer Borja en los cinco continentes. ¿Cuánto habría costado un pequeño anuncio en la portada del New York Times? Hasta ha sido trending topic en Twitter. Probablemente el aburrimiento típico del mes de agosto.
Multitud de personas se han acercado hasta el Santuario y lo siguen haciendo para contemplar in situ el original. Es el efecto del tedio ciudadano que busca singularidades que les haga salir de la rutina. El efecto del yoestuveallí-jajajá. La gente acude al templo, se hace fotos con el móvil junto al cuadro, casi todas patéticas, como la de un chaval con gafas y cara de imbécil (con perdón aunque seguramente lo sea) que pone cara sonriente y de estúpido mientras sujeta un pincel haciendo ver que está repintando la obra o ese otro que pone los dedos en uve, al señal de la victoria.
Mientras tanto el Ayuntamiento pone un Guarda Jurado junto a la obra para evitar que la gente toque el cuadro (no sé qué tiene que ver el Ayuntamiento con el Santuario ni con la obra, supongo que tanto uno como otra serán del Arzobispado, lo digo por aquello tan debatido de las competencias impropias, ¡qué ejemplo!). Y ayer acuden dos restauradoras a ver qué es lo que pueden hacer, es decir, a ver si pueden sacar a la luz el cuadrito de marras. A reservas del informe oficial, dejan entrever que sí, que algo podrán hacer. La anciana se ha mostrado totalmente colaboradora y le van a preguntar qué productos y pigmentos utilizó.
La polémica surge ahora entre quienes piensan que hay que restaurar el eccehomo y quienes piensan que hay que dejarlo tal y como lo ha restaurado Doña Cecilia. Personalmente soy de la opinión que hay que dejarlo como está al menos por un tiempo, incluso acentuar la noticia, si no quieres caldo, toma tres tazas. Hasta que pase la vorágine. Aun cuando podamos sentir cierta vergüenza ajena ¿qué mejor publicidad para Borja? Frikis ociosos de todo el mundo vienen en procesión. Vienen hasta televisiones japonesas. Mejor no hacer nada por el momento o al menos dejar el cuadrito tal y como está una buena temporada. Si se teclea en Google Borja + eccehomo, salen 3380000 resultados. Ahí es nada.
El ser humano desea novedades, salir de su rutina diaria y siempre anda buscando algo insólito, algo que haga sonreír para escapar de este mundo traidor y de la crisis. Pobres pero contentos y honraos. Los pueblos de Aragón y del resto de Hispania buscan novedades que les hagan salir en la prensa y les sitúen en el mapa: el concurso mundial de parchís de El Grado, las becas y la exposición escultórica al aire libre de Hinojosa de Jarque, el Campeonato Internacional de Lanzamiento de Huesos de Dátil de Cieza o de Aceituna de Elche, de pintura rápida de muchos lugares y que sé yo de cuántas cosas extrañas. Y los socorridos concursos de cine de pueblos donde no hay ni una sala de exhibición. Así, a lo tonto, empezó la tomatina de Buñol, como Graciela, y ahora vienen a pringarse de tomates y ponerse hasta allá de tintorro de Utiel cuarenta mil personas de todo el mundo, desde Australia hasta Suecia. Siendo que el pueblo tiene unos diez mil, es decir van cuatro veces más habitantes. Una risa.
En fin, cuenta la prensa que Doña Cecilia tiene una vida difícil por diversos motivos que no vienen al caso. Se nos informa la pobre se ha metido en la cama, anda con un ataque de ansiedad, no es extraño, supongo que no tanto por la patética reconstrucción que hizo sino por haber alcanzado notoriedad mundial como una bienintencionada colaboradora del arte aunque de escasísimo éxito. Opino que el Ayuntamiento de Borja debería celebrar un Pleno extraordinario de inmediato y dedicarle una calle: la Calle “Cecilia Giménez”, por benefactora de la Villa. O hacerla hija predilecta. Digo yo.
Es curioso, también la «tomatina de Buñol» nació de forma similar, 4 amigos ociosos que como ese año hubo excedente de tomate decidieron en fiestas liarla parda, y ahí están, cada año se tiran toneladas de tomates y se ha internacionalizado.
Me he reído mucho con tu artículo, no todo van a ser penas. Opino como tú, que lo dejen como está Borja y su comercio lo agradecerán.