Está de moda. Ser consejero de una compañía se ha convertido en el oscuro objeto del deseo de la generación baby boom, ya madura, que desea prolongar su actividad profesional al acercarse el momento de la jubilación. Segunda carrera, le dicen. Y tienen razón.

Son muchos los directivos y ejecutivos que, a partir de la cincuentena, comienzan a pensar en su segunda carrera. En efecto, una vez recorrida su primera vida laboral, en la que habrán alcanzado puestos directivos en la empresa, saben que tienen que prepararse para iniciar una actividad complementaria, en principio, y sustitutiva, después, de su actividad profesional habitual. Y si vale para empresa, también serviría para determinados niveles de funcionarios, una vez finalizada su carrera pública y cumpliendo, por supuesto, escrupulosamente con lo previsto en cuestión de incompatibilidades.

La segunda carrera, en caso de interesar, puede abordarse a través de diferentes vías, entre las que destacaría, entre otras, la posibilidad de incorporarse a un consejo de administración o a un consejo asesor, convertirse en business angel, consultor, asesor, of counsel, o, directamente, como emprendedor, accionista o empresario. Dependerá de las circunstancias, apetencias y posibilidades de cada persona el que tome un camino u otro. El caso es que, hay opciones que puede resultar atractiva para el talento senior inquieto.

Los consejos de administración están sometidos a una normativa mercantil cada día más exigente. Las nuevas reglas de buen gobierno corporativo exigen la presencia de consejeros independientes, que, además de velar por la buena marcha de la compañía, defiendan los legítimos intereses de los accionistas minoritarios. Son estos puestos de independientes los llamados a ser cubiertos en la segunda carrera profesional, ya que los dominicales son, habitualmente, atendidos por familiares, personas de confianza o ejecutivos, sin descartar que, de manera creciente, también puedan serlo por consejeros profesionales, pero sin independencia de voto.

Como veremos a lo largo de estas líneas, la opción de convertirse en consejero, bien sea de consejo de administración o de consejo asesor, es una posibilidad muy atractiva y estimulante, que goza de prestigio y que les permite aportar la sabiduría y experiencia adquirida con los años. Pero, en términos evangélicos, muchos son los llamados pero pocos los escogidos. No hay tantos puestos en los consejos como aspirantes a ellos, por lo que los que deseen alcanzarlos, deberán prepararse concienzudamente. Y, esta decisión, no se puede dejar para última hora, ya que en cuanto uno se baja de carro laboral, tanto la marca personal, como el prestigio, el conocimiento, la experiencia y los contactos se diluyen con rapidez.

Recientemente asistí a un interesante acto organizado por la AEDRH, Asociación Española de Directivos de Recursos Humanos, titulada Ser consejero: opción de segunda carrera de CHRO. El palabro CHRO viene a ser el director de Recursos Humanos de toda la vida, pero por sus iniciales en inglés, que mola más. Después de la comida, celebrada en el Casino de Madrid, siempre a punto de revista, tomó la palabra su presidente, Jesús Torres, para centrar bien el acto. No se trataba de hablar, en esta ocasión, de los demás – como es habitual en la profesión – sino del futuro profesional de los propios directores asistentes. Normalmente la función de consejero se ha surtido con perfiles financieros o jurídicos. Dada la importancia creciente de la gestión del talento en las organizaciones, parece razonable, afirmó con el asentimiento de los presentes, que profesionales de Recursos Humanos opten a estos puestos de decisión.

Y para indicar el camino para conseguirlo, dos excelentes profesionales, Alfonso Jiménez de Exec Avenue y Laura González Molero, consejera de varias empresas del IBEX y presidenta de APD, mantuvieron un interesante debate en el que volcaron su experiencia y sabiduría. Una idea fuerza emanó de su conversación: convertirse en consejero – sobre todo en consejero independiente – es una carrera profesional para la que, como en cualquier otra, hay que prepararse a lo largo de los años. Ambos insistieron en que la función de consejero es por completo diferente a la de ejecutivo. Se trata de decidir, no de hacer. Y, sobre todo, de liderar por influencia, no por órdenes.

Asímismo, entre otros, destacaron los siguientes elementos facilitadores del acceso a un consejo de administración: una carrera profesional exitosa; visibilidad y marca personal; posicionamiento en excelencia en alguna materia concreta que sea demandada; experiencia en liderar un negocio; formación en gobierno corporativo y, por último, pero no por ello menos importante, haber sabido tejer una buena red de contactos. Y, añadimos, aún conocedores de que sólo una fracción de las selecciones pasan por ellos, postularse ante los head hunters más reputados.

Los nuevos conocimientos que demandan los actuales consejos atienden a cuestiones de sostenibilidad, gobernanza, responsabilidad, compliance, regulación, tecnología – transformación digital y ciberseguridad – e, incipientemente, personas. Precisamente, por eso, los profesionales en RRHH tienen una ventana de oportunidad hasta ahora cerrada.

El tema está de máxima actualidad. Hace unos días presentamos el libro de Krysta Walochik, Cómo ser un consejero de éxito (Almuzara) en la sede de APD con un plantel de experimentados consejeros que volvieron a incidir en algunas de las ideas fuerza que ya conocemos.  Su director general, Enrique Sánchez de León, al presentar el acto, trasladó que, según las encuestas, la profesión más atractiva y deseada para los jóvenes era la de influencer. Así es. Pues bien, la profesión más atractiva y deseada para los seniors, añadimos a continuación, es la de consejero, como ya anunciamos al inicio de estas líneas.

Krysta Walochik, una de las profesionales más reputadas en el área head hunters, afirmó que ser consejero es una profesión, que requiere de formación, esfuerzo y afán de excelencia. Hay que prepararse, pues, para ello. Contó Krysta la anécdota que le ocurrió en Londres con el presidente de un importante banco internacional. ¿Cuándo es el mejor momento para dar el salto a consejero? – le preguntó -. Pues desde los treinta, le respondió para su sorpresa, acostumbrada a los consejeros de sesenta años. Después comprendería la paradójica respuesta. La reputación, el prestigio y la marca personal sin tacha hay que labrársela con los años, no se puede improvisar a última hora. José Luis del Valle, presidente de LAR y segundo ponente, incidió en la prioridad de las cuestiones de diversidad en la composición de los consejos y Maite Aranzábal, como tercera ponente, contó su propia experiencia y recorrido hasta conseguir convertirse en consejera de varias firmas internacionales.

Pues, ya sabemos. Si usted está interesado en la carrera de consejero debe empezar a prepararse con tiempo. ¿Cómo? Pues cuidando el prestigio y la marca personal. Consiguiendo visibilidad personal sobre el buen quehacer profesional. Estableciendo una buena red de contactos. Liderando equipos, negocios o proyectos. Formándose en habilidades y conocimientos complementarios al propio y, desde luego, en gobierno corporativo.

Y un aviso a navegantes. No es oro todo lo que reluce. Ni los consejos están tan bien pagados como pudieran parecer, ni se trabaja poco en ellos. Además, y es bueno recordarlo, los consejeros adquieren una responsabilidad personal, también con su propio patrimonio, en las decisiones que el consejo adopta. De todo hay, pues, en la viña del señor. Pero, en fin, pese a todo, es una alternativa muy atractiva de futuro. Así, que ya sabe. Si le gusta, ¡p,alante!  

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