Las dificultades financieras de los ayuntamientos son tratadas de forma recurrente por quienes nos damos cita con nuestra pluma en este blog. Se trata de un problema que se observa desde ángulos muy diversos: el de la reforma de las haciendas locales y la revisión del sistema impositivo que los municipios padecen, el del urbanismo como fuente de financiación, el de la carga que los entes locales deben soportar como consecuencia de la prestación de servicios que en puridad no les corresponden etc … Yo mismo me he pronunciado sobre estos asuntos en más de una ocasión.qRecordada esta situación, es bueno que se sepa que somos -los españoles- muy poco originales pues estos problemas u otros muy parecidos están presentes en las ciudades y pueblos de casi toda Europa, incluídos los países que más propendemos a admirar por su ordenada administración y la eficacia de sus estructuras políticas y administrativas. Es el caso de Alemania, país que cuenta con decenas de ayuntamientos al borde de la quiebra según sabemos por las informaciones periodísticas aunque igualmente sabemos -y de ahí la cautela con las que deben ser tomadas- que los alcaldes propenden a practicar la jeremiada para salir beneficiados en sus negociaciones financieras y económicas con la Federación (es decir, el Estado) o con los Länder de los que forman parte.
Pero los números cantan y lo cierto es que hay también muchos municipios que disfrutan de cuentas saneadas y de un desahogo financiero ejemplar al tiempo que son capaces de prestar servicios de alta calidad. Es el caso de Straelen am Niederrhein que se encuentra en el Land de Renania del Norte-Westfalia y que se anuncia con el eslogan “Todo en un ambiente verde”. Cuenta este lugar envidiable con instalaciones deportivas y escolares magníficas más una cuidada y saneada perspectiva urbana. La singularidad es que con no muy abundantes recursos vive libre de deudas.
Pero hay más casos que estos días ha aireado la prensa alemana: una ciudad balnearia, Bad Kreuznach en el Land de Renania-Palatinado; Herrenberg, cerca de Stuttgart; o Fulda, una ciudad del Land de Hessen que, por su proximidad a la frontera con la antigua República Democrática, sufrió, hasta la caída del muro, las desventajas de esta molesta vecindad, interrumpidas como estaban sus naturales relaciones geográficas con Turingia, que se hallaba en el ámbito comunista. Fulda (64.000 habitantes) dispone de mil camas hospitalarias gestionadas por un potente hospital público que los dirigentes municipales han salvado -con esfuerzos- de la manía de las privatizaciones. Fulda cuida además su relevante patrimonio barroco que atrae a miles de turistas alemanes y extranjeros.
Podría seguir con otros ejemplos. La pequeña moraleja que se extrae es que, cuando se analizan estos casos, se advierte algo que sabemos bien quienes ponemos algún esfuerzo intelectual en estudiar el funcionamiento de las organizaciones (y vale lo mismo para las públicas como para las privadas). Y es que en ellas es importante el marco jurídico e institucional en el que se insertan así como el diseño de las fuentes de las que sus haciendas se nutren pero lo verdaderamente determinante son las personas que se hallan al frente de esa organización. Esta dimensión humana de los directivos es, a mi juicio, la clave del éxito. Por más que nos empeñemos en cambiar las leyes, si quienes han de aplicarlas son sujetos viciados por la incompetencia o -no digamos- propensos a la corrupción en sus múltiples manifestaciones, todo esfuerzo legislativo se desvanecerá y se convertirá en humo. Porque esos espíritus sombríos son capaces de arruinar el tesoro más exquisito que a su alcance encuentren.
En España tenemos ahora una ventaja para ordenar el embrollo municipal. Y es el Ayuntamiento de Jerez (en la provincia de Cádiz). Estudiemos con aplicación lo que allí se ha hecho en los últimos decenios para hacer justamente lo contrario. Se verá, con este ejemplo, que donde menos se espera salta la liebre de una leccción fecunda.