Habitualmente se está tratando el problema de la inmigración en España desde el aspecto del posible problema social que se puede crear a los ciudadanos originarios del país receptor y los sentimientos encontrados que en algunas ocasiones provocan en éstos. Y así, la tendencia natural es mirar con recelo al que viene, quizás por el miedo de perder el estatus propio. Al margen del problema de integración social y económico, me interesa ahora reflexionar brevemente sobre el fenómeno migratorio desde el punto de vista del que llega, del inmigrante que se enfrenta a pecho descubierto con una nueva sociedad desconocida, civilizada, sí, porque dispone de servicios públicos y oportunidades impensables en su país natal, pero de algún modo agresiva también.
Decíamos que el senegalés, ucraniano o ecuatoriano que llega aquí, no deja su país por turismo, ni por sentir nuevas sensaciones, sale endeudándose casi siempre hasta las cejas y aventurándose en un peligroso viaje con esa ambigua pero real esperanza que da pensar que allá donde vaya, encontrará sin duda algo mejor de lo que deja. Y los que emprenden el viaje son los fuertes, los decididos, los que creen en sí mismos y creen que superarán todos los problemas que vayan surgiendo. Sólo sabe levemente adónde va; en unas ocasiones conoce a alguien en la ciudad a donde se dirige. En otras no. Sabe el idioma o no, pero no sabe dónde va a vivir, no tiene apenas dinero en el bolsillo, ni sabe qué hacer ni a quién dirigirse para trabajar o si tiene problemas.
Quisiera incidir en que estas personas que llegan padecen problemas serios, a veces físicos por la deficiente atención sanitaria del país de origen, pero sin duda padecen en muchos casos lo que se ha venido en denominar “Síndrome de Ulises”. Ulises, el héroe mítico de la Odisea de Homero, ausente diez años de su tierra natal, Itaca, intenta volver a su casa y durante diez años vaga sin conseguirlo, enfrentándose a todo tipo de problemas. Como ha dicho la Dra. Merino “La Odisea, escrita hacia el siglo VIII a.C., no es otra cosa que la historia de los que dejan su hogar de manera forzada -por la guerra, por el hambre, por la política- y sobreviven en un medio hostil. Es la historia de todos los que añoran su patria a la que el regreso no siempre es posible. El viaje de Ulises y sus aventuras son una metáfora de los problemas a los que se enfrenta el ser humano en el desarraigo y de las enfermedades que por ello sufre. Al leer la Odisea y contemplar el viaje de Ulises, leemos la historia de millones de inmigrantes que se ven obligados a salir de su tierra en busca de una vida mejor, en ocasiones con la esperanza de volver, otros con el deseo de olvidar su lugar de origen, pero todos con la certeza del sufrimiento. Los inmigrantes de nuestros días, al igual que Ulises, sufren ansiedad, depresión, estrés, crisis de pánico”. Los españoles deberíamos reaccionar con empatía y apoyando el proceso psicológico del inmigrante: “Elevando su autoestima mediante el diálogo las relaciones de amistad y el afecto”.
Hay que entender que el que viene de fuera percibe la realidad de una manera muy diferente de la que la percibe alguien que no ha salido de su país. Del mismo modo y recíprocamente, las personas inmigrantes también deben dar pasos de acercamiento para integrarse en la sociedad de acogida.
El Dr. Joseba Achótegui, psiquiatra del SAPPIR (Servicio de Atención Psicopatológica y Psicosocial a Inmigrantes y Refugiados) del Hospital Sant Pere Claver de Barcelona y profesor titular de la Universidad de Barcelona, describe el Síndrome de Ulises señalando que “es una situación de estrés límite, con cuatro factores vinculantes: soledad, al no poder traer a su familia y no encontrar canales de comunicación con la sociedad de acogida”; sentimiento interno de fracaso, al no tener posibilidad de acceder al mercado laboral; sentimiento de miedo, por estar muchas veces vinculados a mafias; y sentimiento de lucha por sobrevivir. Se calcula que en España puede haber unas 800.000 personas afectadas por esta enfermedad.” Añade que “no sólo actúa por sí mismo sino que, como toda situación de estrés, contribuye a acelerar o desarrollar ciertas patologías que podían hallarse latentes en aquellos que los sufren. Por ejemplo, pacientes con predisposición a desarrollar brotes psicóticos pueden ver acelerados o aumentados su aparición a causa del estrés, de ahí que la tasa de estas patologías sean mayores en el colectivo de inmigrantes que en la población general.” Para conocer bien esta patología, debemos situarnos, según Achótegi, en la vida de cualquier extranjero que llega a un país que no es el suyo sin la regulación pertinente.
Las administraciones públicas tienen una evidente responsabilidad. En estos momentos ha habido ya reuniones en el Parlamento Europeo con profesionales de otros siete países para debatir este problema y se está estudiando un proyecto que establezca protocolos, ayude a los médicos a diagnosticar y marque las líneas de investigación de esta nueva enfermedad.
A mí me parece importante el tema, porque es difícil ponerse en el lugar de estas personas y los que estamos aquí, tenemos una responsabilidad de ayuda al respecto, más si pertenecemos a instituciones públicas. Sin duda estamos ante un problema médico pero que supone la somatización de un problema social. No serán sólo pues las medicinas las que curarán este síndrome, será fundamental el apoyo de la sociedad en su conjunto, no como algo abstracto sino como algo concreto que está ahí al lado. Desde la Administración quizás se deba poner algo más de imaginación para fomentar o promover programas de integración ambiciosos que no se queden en lo folclórico. Fundamental deberá ser el paso previo, que ya se está dando a través de los programas de educación de adultos pero que sin duda hay que aumentar, de facilitar el aprendizaje rápido del español como medio necesario para la integración.
“…Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto.”
De “El peregrino”, de Luis Cernuda
Un día alguien me preguntó sobre el poder de iniciativa de los Estados Unidos. Otro por el de Cataluña respecto a España. Sólo los emprendedores, ante una situación de crisis, se atreven a dejar sus tierras para emigrar a un sitio desconocido. Estados Unidos se pobló de emprendedores europeos. Cataluña, de emprendedores españoles. Y allá donde los emprendedores germinan, crece la riqueza. El poder emigrante. El poder emprendedor.
Sin duda el hecho de abandonar la tierra donde uno ha nacido, forzado por la necesidad o el deseo de mejorar las condiciones de vida es duro, pero el modelo de inmigración español; pese a haber podido aprender de las experiencias de otros paises que pasaron antes por una situación parecida, como mínimo es irresponsable.
Además de irresponsable, por las falsas expectativas que ha creado en los inmigrantes y por la forma absolutamente ultraliberal que se ha producido, no tiene el carácter solidario que se pretende transmitir, sino que en la mayoría de los casos sirve exclusivamente a intereses económicos de los grandes grupos de capital y de ciertas élites políticas, dejando de lado cualquier aspecto social.
Todo ello además obviando el punto de vista de la sociedad receptora, que lleva manifestando su preocupación a través de; por ejemplo; las encuestas del CIS, lo que deja; a mi juicio; mucho que desear desde el punto de vista democrático, aspecto éste que debería tener un reflejo en las urnas.
Sin duda el sindrome de Ulises; y alguno más; tendrá una presa fácil en aquellas personas que tras venir a España, se encuentren con que lo que consideraban que iba a ser su ascenso a los cielos se convierte en un descenso a los infiernos.
Pero en el otro extremo se encuentran no pocos ciudadanos españoles que de la noche a la mañana se han visto obligados a convivir con costumbres y hábitos muy distintos y no siempre compatibles con los suyos, convirtiendo su vida cotidiana en algo difícil de digerir.
Hablando de digestiones veremos como se digiere el fenómeno dentro de unos meses, cuando el desempleo comience a dejarse sentir entre la población, veremos si no nos salen varios síndromes más y algún sarpullido.
Debe producirse un amplio debate social y político respecto al modelo de inmigración que la sociedad española quiere y puede asumir, del que derive una política de consenso entre los grandes partidos, que permita canalizar de manera pacífica los flujos migratorios.
Tienes razón; realmente es muy preocupante la situación que se planteará cuando sobrevenga una crisis económica, que sin duda vendrá, dados los ciclos económicos, inevitablemente, la situación que se creará cuando no haya trabajo para todos. Ahora sería el momento de planificar responsablemente. Pero es que esa palabra no existe para los políticos. Mirar para otro lado no soluciona nada.
Perdona pero yo soy una chica de Bilbao de toda la vida y parece que tengo menos derechos que ellos.Tengo una vivienda de viviendas municipales y cada dos por tres tengo juicio por que no me llega el dinero para pagar la renta…como es que a ellos les dan de todo y yo tengo que mendigar que alguien me diga donde reclamar?
Basta ya de tanta Ignorancia y cinismo.ç
Gracias a todos por leerlo
Como ingenuo que soy, nunca creí que el racismo y la xenofobia penetrarían también en el Blog de Es Público, donde se supone que participa gente de cierto nivel, sino ético al menos intelectual. En cualquier caso voy a deciros lo siguiente:
Más que preocuparos por la inmigración, deberíais preocuparos por las barbaridades que hace la gente, con independencia de su color, nivel de riqueza, religión o lugar de residencia o nacimiento.Cuando la población española se otorgue leyes justas, las cumpla y se comporte civilizada y éticamente (comenzando por los «políticos»),tendremos todo el derecho a exigir a cualquiera que venga que haga lo mismo y el número de los que vengan no será un problema, si somos inteligentes, buenos y sabios.
:-* :DPAT
Dime lo que buscas y a lo mejor te lo doy pero bien dado.
En este Blog participa gente de prestigio profesional, intelectual, etc. (Catedráticos, altos funcionarios o Magistrados, por ejemplo) y no es nada bueno el silencio atronador que se observa, cuando algunos ponen aquí comentarios racistas. Una cosa es que haya libertad de expresión, que nadie discute, y otra cosa es que haya que respetar opiniones injustas, lo cual no es de recibo. No me parece una situación muy saludable que en este Blog haya solo una persona sacando la cara por los inmigrantes y enfrentándose a los racistas, mientras gente muy profesional y muy culta, mantiene la boca cerrada en este tema, cuando no se suma incluso al coro indecente del alarmismo anti-inmigración. Os recuerdo que tan terribles fueron los crimenes del nazismo, como el silencio de toda aquella «buena gente» que veía lo que pasaba, pero se callaba y no hacía nada. Y os advierto que yo soy de los que plantan cara al fascismo, atacando no solo a los Dueños del Circo, sino también a los payasos que lo sostienen.