Sobre la brecha digital

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La Secretaría de Estado de Avance digital facilita datos relativos a la cobertura de Internet en todo el territorio español. Tal información permite comprobar cómo se han extendido las redes de telecomunicaciones. Así sabemos que gran parte de España cuenta con tecnología adecuada para estos tiempos en que se nos incita a acelerar el quehacer y seguir exigiendo más velocidad que evite la latencia, en otras palabras, las tartamudeantes intermitencias y demoras derivadas de la estrechez de las redes y del incremento constante del peso de los paquetes, de la información que se transmite.  

No obstante, existen aún “zonas blancas”, esto es, ámbitos sin cobertura alguna que equiparan a los vecinos a ermitaños forzosos. Disfrutar de un tiempo de desconexión es algo muy sano, pero verse obligado a la falta de comunicación durante todo el día cuando tantos servicios públicos y privados dependen cada vez más, como único medio y sin otra alternativa, de la conexión a Internet resulta inadmisible si pretendemos una sociedad abierta que garantice la igualdad de oportunidades. Hace tiempo, cuando sólo se atisbaba con lejanía este año, se diseñó el Horizonte 2020 entre cuyos objetivos se marcó alcanzar la íntegra conexión de toda la población a una red de banda ancha. Pues bien, hemos brindado con buenos deseos por este año y, sin embargo, algo más del diez por ciento de la población española carece de acceso a Internet. 

Resulta innecesario insistir en la transcendencia en estos momentos de la conexión a una red segura para el ejercicio de los derechos y libertades públicas, de la relevancia de que todos los ciudadanos cuenten con acceso de calidad para la atención médica, farmacéutica, para la petición de transporte bajo demanda, así como para tantas otras relaciones administrativas que giran en torno a la cada vez más envolvente Administración electrónica. Que parte de esta población que habita en esas zonas blancas peine canas o que haya quien no cuente con recursos necesarios son aspectos que deberán tener en cuenta los Gobiernos asistiendo a las familias con unos especiales “bonos sociales”.

Pero, a mi juicio, en los nuevos planes y ayudas que deben elaborarse para el despliegue de las redes de telecomunicaciones no hay que pensar sólo en esa población. Han de advertirse otras perspectivas también trascendentes.

Entre ellas, la defensa del territorio. Resulta indispensable contar con puestos de conexión en las montañas y bosques para facilitar la asistencia a los montañeros, para advertir con tiempo las alertas por fuego, para favorecer los planes de seguimiento de la fauna protegida. En el mismo sentido, hay que levantar la vista a un nuevo horizonte donde encuentren acomodo iniciativas en esas zonas sin casi población. Quieran o no asentarse -pues las personas no dejamos de movernos de un lado a otro- ha de ofrecerse como estructura ya instalada la existencia de una buena red de comunicación. Del mismo modo que en otros tiempos había que abrir los caminos rurales hoy se requiere el despliegue de las redes de telecomunicaciones. Casas rurales, guías de excursiones a pie o a caballo, deportes de montaña, actividades para campamentos lingüísticos y tantas otras iniciativas sólo tendrán alguna posibilidad de consolidarse si ya se cuenta con una cobertura de acceso a Internet segura y de calidad. Sabido es pero ha de insistirse en ello.

Es más, la multiplicación de los servicios que se presten a través de la conexión entre objetos, lo que se conoce con la abreviatura IoT, requiere de estas redes. Porque los botones y sensores pueden cumplir múltiples funciones: asistencia a mayores o enfermos, organización de servicios de limpieza, de recogida de basuras, de indicación del estado de los caminos, detección de la contaminación de las fuentes… Múltiples utilidades que cada día nos muestran los investigadores.

En este sentido, para facilitar el despliegue de las redes, mancomunidades y diputaciones deberían adoptar un papel más protagonista. No se trata de atender sólo a que las empresas de telecomunicaciones obtengan una mínima rentabilidad con los escasos vecinos de los pequeños Municipios. Ha de atenderse a garantizar la prestación de servicios en todo el territorio.

Hace años, y a pesar de los obstáculos que levantó la Comisión Nacional de Telecomunicaciones, defendí que los Ayuntamientos facilitaran el acceso a Internet y hoy estamos por fin comprobando como desde la Unión Europea se insiste en la prestación de servicios inalámbricos municipales de acceso a Internet. Pues bien, ahora defiendo que sean las mancomunidades y las diputaciones las Administraciones que impulsen estas inversiones. Cuentan con una larga trayectoria de asistencia a las pequeñas localidades. Hay que desplegar las redes, haya o no población, para ir contrarrestando la profunda brecha digital.  

1 Comentario

  1. Absolutamente de acuerdo con la Dra. Fuertes, pero hay aún un asunto sobre el que debe insistirse y es en la formación (por poca que sea) entre una población envejecida que no tiene habilidades para utilizar esa tecnología. Algunos ejemplos bastan, la práctica de notificaciones vía internet, el escaso desarrollo de la firma electrónica entre la población general, no digamos entre los jubilados, las web escasamente accesibles y difíciles de leer…. Ahí, corresponde a la Administración un esfuerzo especial si considera los segmentos de población que no sólo son analógicos sino que son escasamente receptivos a las nuevas tecnologías…

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