Urbanismo, igualdad de género y seguridad… La ciudad prohibida

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Urbanismo, igualdad de género y seguridad... La ciudad prohibidaQuizá una de las críticas más comunes a la reciente legislación estatal de suelo, hoy recogida en el Real Decreto Legislativo 2/2008, de 20 de junio, ha sido la de su carácter meramente programático. Es una legislación de principios, de objetivos, que deja los medios a los legisladores competentes, los autonómicos, en cuyas manos queda pues en gran medida la efectividad de la legislación estatal. Es cierto que ese carácter programático no se da en muy relevantes cuestiones como las atinentes a cesiones, reservas de suelo para vivienda protegida o, muy especialmente, valoraciones.Sin embargo, una crítica común, no exenta de cierta ironía, ha sido la realizada a la referencia que el artículo 10.1.c) de la citada Ley de Suelo realiza a los principios que han de atenderse en la ordenación de los usos del suelo y, en particular, de tales principios, el de igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres. Establece dicho precepto que las administraciones públicas deberán “atender, en la ordenación que hagan de los usos del suelo, a los principios de accesibilidad universal, de igualdad de trato entre mujeres y hombres, de movilidad, de eficiencia energética, de garantía de suministro de agua, de prevención de riesgos naturales y de accidentes graves, de prevención y protección contra la contaminación y limitación de sus consecuencias para la salud o el medio ambiente”.

Recientemente ha publicado el Gobierno Vasco un Manual de análisis urbano. Género y vida cotidiana , cuya lectura puede contribuir a alumbrar a los críticos, fundamentalmente juristas, sobre el alcance que la igualdad entre mujeres y hombres puede tener desde la perspectiva urbanística. Y es que, lejos de lo que pueda pensarse, el diseño de la ciudad, su mantenimiento, la distribución de los equipamientos o la movilidad, entre muchas otras cuestiones, no resultan neutrales desde la perspectiva del género ni producen los mismos impactos para hombre y mujeres en una sociedad en la que prácticamente tres cuartas partes del trabajo doméstico es realizado por mujeres. Si a eso unimos los impactos que producen la dificultad o facilitad para realizar desplazamientos exigidos por la gestión del hogar y las necesidades de los niños puede empezar a vislumbrarse el impacto de género del diseño urbano. Por lo demás, también desde la perspectiva de la seguridad los impactos de género del urbanismo son diferentes. La ciudad segura,  se afirma en la obra citada, es la ciudad compartida y viva, la calle llena, con actividad y gente. Y esa percepción de seguridad, o inseguridad, es distinta para hombres y mujeres.

Un diseño urbano que no atienda a principios como los expresados en la legislación estatal de suelo corre el riesgo de dar lugar a una ciudad prohibida, con mapas concretos como los ya elaborados en Basauri, Ermua, Ondarroa, Hernani, la mancomunidad Uribe Kosta, o a problemas como los identificados en ciudades como Montreal, Madrid o Barcelona, entre otras, por diferentes colectivos. No se trata de vagas directrices de género sino de concretos objetivos urbanísticos como evitar pasos subterráneos; diseñar los pasadizos a cota de calle suficientemente anchos para evitar la sensación de tubo, sin elementos intermedios que dificulten la visión y con buena iluminación, acceso directo a portales sin recovecos o zonas de poca visibilidad, con acceso directo a la calle y sin patios interiores; exigir portales acristalados con visibilidad desde y del exterior; recorridos prioritarios libres de elementos que dificulten el control visual; disponer la iluminación orientada al peatón y no a los coches; diseñar, mantener y controlar la vegetación para que no dificulte la visión por su excesivo crecimiento; ubicar portales, accesos garajes y escaparates a paño de fachada, sin retranqueos; evitar lugares donde pueda esconderse una persona fácilmente; evitar espacios monofuncionales que queden desiertos a determinadas horas buscando la mezcla de usos que garanticen un uso continuo del tejido urbano; evitar la proliferación de solares o casas abandonados; garantizar el cumplimiento de la normativa de supresión de barreras arquitectónicas; estudiar el mobiliario urbano como parte del proyecto y no como elemento posterior; adecuar las zonas infantiles también para los cuidadores y diseñarlas para hacer posible su uso en días de lluvia; o disponer y hacer un seguimiento continuo del uso de los espacios públicos para adaptarlos a los cambios sociales y urbanos.

La aportación del Manual de análisis urbano es la metodología aplicada para analizar los espacios urbanos desde la perspectiva del género y la seguridad, una metodología participativa que permite alcanzar conclusiones de mejora de los espacios urbanos existentes y futuros. Una metodología que, en definitiva, demuestra que esos principios cuya observancia impone la legislación estatal a las administraciones competentes en materia de ordenación urbanística sí tienen contenido, quizá no económico, pero sí social y jurídico. Esos principios son el resultado de una percepción del urbanismo, y del derecho urbanístico en particular, que no se detiene únicamente en el propietarios, el empresario y la administración. Son la plasmación de un urbanismo en el que el ciudadano sí es relevante. Y esto algunos, todavía hoy, no parecen entenderlo.

3 Comentarios

  1. ¿Por qué lo llaman «género» si están hablando de sexo?

    Hasta época reciente hablabamos del género humano, como una fórmula para referirnos a los humanos que nos identificaba en la condición de personas físicas y a la vez nos diferenciaba del resto de los animales. Por otra parte, hablabamos de sexo y distinguíamos entre: masculino, femenino, hermafrodita, transexual, etc.

    Luego llegó la ideología feminista y el incremento de su poder social y político, dio «derecho» a sus paladines a: manipular el lenguaje para intentar distorsionar la realidad, reconstruir la Historia desde sus propios intereses e imponer determinadas mentiras como verdades políticas oficiales.

    Yo soy un animal humano con perspectiva psíquica de sexo masculino y femenino, como la mayoría de las personas que hemos sido hechas por un padre y una madre, y eso me da objetividad e imparcialidad para soltar aquí unas cuantas cosas «políticamente incorrectas», caiga quien caiga, como las siguientes:

    a) Una persona hizo público a través de los Medios de Comunicación que daría un premio de varios miles de euros (4.000, me parece), a quien presentara un solo caso de una mujer que haciendo el mismo trabajo que un hombre, cobrara menos que él. Todavía no me consta que se haya presentado nadie a ese premio.

    b) Hablar de las mujeres en general como «género oprimido», es una tomadura de pelo. Han existido y existen mujeres jóvenes, guapas, ricas, privilegiadas, poderosas y codiciosas que hacen lo que quieren y explotan a hombres y a mujeres directa o indirectamente; pero es que además las hay machistas que educan a sus hijos en los valores más machistas que pueda haber.

    c) Los beneficios concedidos a las mujeres, por el solo hecho de ser mujeres, quiebran el principio de igualdad ciudadana ante la Ley y el de justicia, porque no se tienen en cuenta las circunstancias particulares y en cambio se toma en consideración una «idealización» abstracta, elaborada ideológicamente por un grupo de presión, para la defensa de sus intereses particulares.

    d) Presentar a las mujeres siempre, como víctimas de los hombres y de la Sociedad, es una mentira y una estupidez, entre otros motivos, porque ellas hacen sociedad con sus comportamientos, elijen o no a hombres determinados para la convivencia, la relación sexual y/o la reproducción y pueden educar a los hombres como quieran. Si no son capaces de acertar en esas decisiones o no las gusta el resultado de las que adoptan, habrá que decir que hay mujeres víctimas de si mismas, pero no hacernos pagar el pato a los demás.

    e)Igual que la expresión «género humano» refuerza la diferencia con los animales no humanos y la discriminación de estos últimos, otro tanto sucede con la denominada «perspectiva de género» (en realidad: perspectiva de sexo), porque pone el acento en la diferencia entre los sexos, en la guerra de poder entre ellos y no en la igualdad entre las personas; con lo cual se acaban reforzando los estereotipos sociales asignados a los diferentes sexos (el hombre malvado y la mujer buena de la actualidad, como réplica al santo varón y la mujer arpía de la antigüedad); lo que finalmente incrementa la desigualdad en el trato,la falta de naturalidad y de espontaneidad, los recelos y los resentimientos entre unos y otros.

    f) Las políticas de incentivos a la mujer, solo por ser mujer, tienen efectos contraproducentes, porque estigmatizan injustificadamente a la mujer frente a los hombres y frente a la sociedad, como ser desvalido, desamparado, incapaz, dependiente, subsidiado, paniaguado, necesitado de protección, etc., y eso además no se ajusta a la realidad, ni a la verdad, si vemos el rendimiento académico y profesional de muchas mujeres españolas en las últimas decadas.

    g) En el modelo de urbanismo de «genero» que nos presenta Julio, lo que sobra es el «género». Que las ciudades se hagan pensando en la seguridad, en la comodidad, en la accesibilidad, en la pacificación de las personas y de sus relaciones o que se piense en las necesidades de los niños, no requiere meter al feminismo por el medio y diseñar el entorno urbano haciendo constar que a las mujeres siempre las intentan violar los hombres y que ellas siempre están ocupadas con los niños, porque al final nos encontramos con lo que los psicólogos llaman profecias autocumplidas. Esto es: la ideología oficial elabora un determinado discurso y al final las personas lo introyectan en su mente individual y lo dan cumplimiento; así, unos adoptan el rol de violador potencial, si son hombres, (aunque no les vaya bien, ni les guste dicho papel) y otras adoptan el rol de víctima, esquivando violadores por todas partes y con un gran instinto maternal, si son mujeres, aunque no tengan nada ni de una cosa ni de otra.

    h) Finalmente, pueden darse situaciones en que las políticas en favor de la «igualdad de la mujer», perjudiquen directamente a las mujeres; una cosa que puede suceder por ejemplo, con la imposición de cuotas de paridad en determinados sectores, en los que hay ya más mujeres preparadas que hombres y no tiene porque ser limitado su acceso a una cuota del 50% (por ejemplo), ya que lo que importa en este caso, es la igualdad de las personas ante la Ley, de acuerdo con su mérito y su capacidad y no con su sexo.

  2. Estimado Francisco, completamente de acuerdo. Me preocupa el excesivo buenismo, me preocupa el exceso de consignas Morales en las leyes, me preocupa el exceso de intervencionismo del poder en la vida privada, lo que contrasta paradójicamente con la cada vez mayor huída del derecho adminisrativo. Me preucupa por lo q tiene de similar con regímenes de corte autoritario.
    Estimado Julio, el sexo y el urbanismo mal se compadecen, coincido con Francisco q es un tema de igualdad y si alguien, no un genero, sino alguien requiere un trato especial, désele para corregir desigualdades, pero el reglamento y menos el acto administrativo no pueden elevarse a categoría de ley y menos aún, es lo q opino con todo respeto, a la d Principio General del Derecho.

  3. Lo que más me jode del buenismo político es lo selectivo que es, ya que se concentra en determinaados colectivos que son electoral y/o políticamente rentables y abandona a su suerte a los demás, por muchos que sean o por muy perjudicados que resulten. Así por ejemplo, las mujeres como «género» son víctimas oficiales para el Gobierno, con independencia de las circunstancias y situaciones particulares de cada una y aunque se viole el artículo 14 de la Constitución, al hacer prevalecer la discriminación por razón de sexo sobre el derecho fundamental a la igualdad; pero los millones de animales torturados y asesinados en España, por diferentes medios, no son considerados oficialmente como víctimas, se les haga lo que se les haga.

    Otro ejemplo de buenismo selectivo: a un político nacionalista jamás se le ocurriría discriminar a una funcionaria por ser mujer, ya que sería un escándalo para la «corrección política» oficial, pero en cambio se atreve a vulnerar derechos fundamentales de un funcionario por motivos xenófobos, sin ningún recato, porque en su ambiente electoral eso está bien visto,(incluso recompensado políticamente) y aparece «normalizado» ante la Opinión Pública actual.

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