Se acerca la revolución de la robótica en la Administración Pública (I)

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Hay consenso entre los especialistas que el gran cambio que se avecina en el futuro en la nueva organización del trabajo va a venir de la mano de la robótica y de la inteligencia artificial. Se ha comentado en apartados previos que la estimación más conservadora es que en los próximos quince años se van a robotizar un treinta por ciento de los actuales puestos de trabajo. Este gran cambio y revolución que se avecina debería ser una oportunidad para que la Administración pública muestre un comportamiento proactivo y no, como es usual, una práctica de carácter reactivo. En esta materia la proactividad es un requisito insalvable de las instituciones públicas ya que la rigidez en su organización laboral les impide hacer cambios bruscos y contingentes como los que suelen suceder en el mercado laboral privado. La diferencia entre el ámbito público y el privado reside en la estabilidad laboral del primero. Por ello, el panorama previsible es que la Administración pública del futuro será un ámbito laboral conservador y reactivo  ante el fenómeno de la robótica. Es fácil imaginar que la Administración pública sea la última organización en incorporar los robots por tener unas convicciones distópicas hacia la revolución tecnológica.  Un mundo futuro en que, por ejemplo, todo el sector transportes esté robotizado salvo la Administración pública que seguiría fiel a retener a conductores o conserjes humanos. Carece de sentido que sí Amazon está ahora experimentando con sistemas de drones para la distribución de sus productos la Administración esté todavía inerte en este campo.  Pero mucho más grave es que Google esté desarrollando un potente programa de inteligencia artificial y que, aparentemente, ninguna Administración pública del mundo se le ocurra desarrollar un plan parecido salvo en el ámbito del espionaje.

La Administración pública ha sido hasta el momento reactiva en la introducción de modernos sistemas de organización y de gestión de recursos humanos. Y con la robótica está sucediendo lo mismo. De hecho a nivel de organización del trabajo el sector público no ha implementado ni la fase pre robótica plenamente asentada en las empresas privadas ya no innovadoras sino solo modernas. Por ejemplo, no tiene sentido que actualmente todos los empleados públicos cualificados y de gestión todavía no trabajen en entornos laborales diáfanos, sin despachos, sin teléfonos fijos, con una única impresora compartida, solo con portátiles y teléfonos móviles, todas las herramientas en la nube, con implantación progresiva del teletrabajo y sustitución del control horario por proyectos y objetivos (Bustos, 2014). Pero si bien, la mayor parte de la Administración pública todavía no ha implementado cambios de carácter pre robótico en la organización de su trabajo, hay ámbitos que están mucho más en la vanguardia: las fuerzas de seguridad y las fuerzas armadas llevan un tiempo experimentando con drones, los centros públicos de espionaje utilizan sistemas de gestión del big data y empiezan manejar sistemas incipientes de inteligencia artificial. A todos los que les interese el tema de la robótica y la inteligencia artificial y su implantación en el sector público  y una visión prospectiva del empleo público les aconsejamos seguir las publicaciones digitales de dos autores muy interesantes: Gerardo Bustos (funcionario de la AGE, actualmente en el Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas) y Antonio Anson (economista senior del Fondo Monetario Internacional).

Es obvio que la Administración pública va a prescindir del personal menos cualificado como telefonistas, conductores, conserjes, auxiliares, etc. por la automatización de sus tareas. Pero «esa tendencia va a experimentar un nuevo cambio, porque con la automatización, la robótica y la inteligencia artificial, las plantillas del sector público podrán prescindir también de determinadas bolsas de personal cualificado. Las tareas más burocráticas, la elaboración de informes, las auditorías y controles financieros y contables, los trámites repetitivos y numerosas tareas de este tipo se realizarán total o parcialmente con herramientas inteligentes. El dato interesante en este caso es saber que ya no hablamos de sustituir a los empleados públicos menos preparados, sino a empleados cualificados cuyo trabajo se ha quedado obsoleto y/o es susceptible de automatización» (Bustos, 2014). Es decir, la robótica no va a perturbar solo a puestos de trabajo poco cualificados sino que va afectar a muchos otros puestos como el personal sanitario, docente, de gestión, analistas en su concepción tradicional, etc. «Nadie puede pensar ya que la automatización solo se refiere a las tareas más mecánicas. Los robots también van a sustituir puestos reservados tradicionalmente a licenciados universitarios. Esta tendencia  influye poderosamente en la redefinición de los puestos de trabajo que la administración va a necesitar en un futuro no muy lejano» (Anson, 2017)

Dentro de dos décadas trabajaran centenares de miles de robots en nuestras administraciones públicas: conductores de transportes públicos, drones de vigilancia, robots policías, robots cirujanos, robots asistentes sociales y sanitarios en los domicilios de los enfermos crónicos y de las personas con edad avanzada, sistemas inteligentes de extracción y análisis de información que alertaran a los decisores públicos sobre problemáticas emergentes y potenciales líneas de actuación, etc.

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