Insostenibilidad interior… Elegía por la ciudad consolidada

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Insostenibilidad interior… Elegía por la ciudad consolidada

En estos últimos años asistimos en múltiples ámbitos a crecientes y grandilocuentes apelaciones a la sostenibilidad. Todo ha de ser sostenible, desde cualesquiera puntos de vista imaginables, del consumo de recursos naturales y, en particular, de suelo, de lo ambiental genéricamente considerado, con su creciente potencial y alcance, lo económico-financiero, de las haciendas públicas, de lo social, de la perspectiva de género, de la vida, en fin, podríamos decir. Lo que ocurre es que resulta difícil concretar qué es lo sostenible y, no resultando tal concepto difícilmente mensurable de manera objetiva, podrá ser frecuentemente opinable y, siempre, objeto de opiniones encontradas. En la búsqueda de la objetividad trató de avanzar el libro blanco, que ya comenté en su día, introduciendo indicadores de sostenibilidad para el planeamiento que, recientemente, el Estado parece querer convertir en Ley.

Pensando en la práctica urbanística de los últimos años lo fácil es cuestionar la sostenibilidad del urbanismo de ensanche, primero, y del puramente catastral, basado en la reclasificación de fincas, doquiera que estuvieren y para generar plusvalías, después. El impacto que planes abiertamente expansivos estaban llamados a producir era muy notable desde la perspectiva territorial, ambiental, social y económica, aunque en la inmensa mayoría de ocasiones no han llegado a producirlos.

Más desapercibida ha pasado otra insostenibilidad presente en muchos planeamientos recientes, la insostenibilidad interior, la que surge de la artificiosa  y voluntarista alteración de normas urbanísticas y, en particular, de normas zonales de la ciudad consolidada para incrementar, y mucho, su aprovechamiento. Tales cambios se concretan, a la postre, en el aumento de la edificabilidad y el cambio de la tipología de vivienda, pasando habitualmente de unifamiliar adosada o en hilera a plurifamiliar en bloque. Una fisonomía urbana de baja más una o, ocasionalmente, bajo cubierta, deja paso a baja más dos, baja más tres o incluso mayores alturas. El solar que albergaba una familia pasa a albergar a seis y, con suerte, con mucha suerte, un local comercial. La estética urbana que la historia había impuesto deja paso a la irregularidad que el plan ha permitido, a una especie de cacofonía urbana que únicamente la historia, con suerte, podrá armonizar.

La ciudad crece sobre sí misma, pues. ¿No era esto lo demandado, no es lo que los tiempos sugieren? No, no es eso, no es eso. Ese crecimiento de la ciudad sobre sí misma, en la forma expuesta, genera una vez más notables plusvalías (volverá a hacerlo, no lo duden), pero traslada una presión a los cascos para la que no están en modo alguno preparados. Y es que tales operaciones de incremento normativo del aprovechamiento y la densidad de población no van acompañadas de una reordenación del viario y los espacios libres, ni en la generación de mayores dotaciones o, cuando la magnitud de la población lo exija y existan problemas de movilidad, sistemas de transporte público eficientes. Y es que esa ciudad, aunque se incremente su aprovechamiento, ya está consolidada.

Las actuaciones de dotación reguladas en la normativa estatal y en algunas leyes autonómicas recientes tratan de salir al paso de tal situación. No será fácil, la conversión a metálico de las cesiones exigibles se impondrá porque, por un lado, su cuantía no resultará excesiva, salvo excepciones, y, por otro, la precaria situación de las arcas municipales así lo exigirá. Pero, además, volveremos por esta vía a impulsar una nueva destrucción del legado urbanístico español, utilizando términos de Chueca, destruiremos lo que queda de él. Impulsar la rehabilitación en este contexto, como pretenden recientes iniciativas normativas estatales, no será tarea fácil. De nuevo estamos en la encrucijada. Rehabilitar sí, pero la sociedad parece condicionarlo a que haya dinero público que lo facilite. Pero si hay negocio, si vuelve el negocio de la expansión, de nuestro tradicional ensanche, por imperfecto y distanciado que esté del original Cerdá, ya veremos si hay rehabilitación.

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