Seguro que muchos recordamos esta frase típica de los viajes en avión, cuando se atraviesa una zona de turbulencia, y la reacción que el mensaje y la luz roja provocan a cada pasajero varía en intensidad, pero a todos nos produce una cierta preocupación; pues bien, el piloto de la nave Reino de España debería dar este mensaje a los pasajeros, y la tripulación debería prepararse para atender más de un mareo y muchas quejas: el vuelo 2011 va a atravesar una zona de grandes turbulencias.
Se ha comentado hasta la saciedad la preocupación que los agentes financieros internacionales, por no decir los mercados, tienen sobre la evolución de la economía de muchos países de la eurozona, y especialmente España. Estos días el punto de mira está enfocado en Portugal, inmerso en pleno proceso electoral, donde a pesar de lo que digan sus responsables políticos, tienen una difícil papeleta para superar la crisis, y para el que la intervención después de las elecciones está prácticamente descontada; y como la economía española está muy expuesta al riesgo de la portuguesa por la estrecha relación comercial y de los sistemas financieros existente (unos 70.000 M €, aproximadamente), esa crisis añade todavía más leña a la hoguera donde ya hace mucho tiempo arden nuestras propias debilidades.
Posiblemente muchos nos perdemos en la jungla de cifras y porcentajes de todo tipo con los que nos bombardean continuamente los medios de comunicación, especialmente empeñados en matizar hasta el segundo decimal cifras de muy difícil estimación; y, a veces, la cantidad de información impide el conocimiento, o como se dice en teoría de organizaciones, el exceso de análisis produce parálisis. A mí me resulta particularmente útil traducir ese torrente de coeficientes y porcentajes en valores absolutos, y recientemente he leído una serie de artículos muy interesante, que van en esta dirección, y me gustaría compartir la información.
España debe al resto del mundo, en total, casi 1 Billón de euros, 0,97 B (en pesetas, que no antiguas, porque siguen siendo pesetas: 161 Billones de pesetas; para que no queden dudas: 161.000.000.000.000 ptas.); este saldo es la diferencia entre el valor de los activos y pasivos de España, S.A., respecto al resto del mundo.
Para ver si ese montón de ceros es mucho o poco, puede ser útil comparar esa deuda con la producción anual de la hipotética empresa España, S.A.: 1,05 Billones de euros (175 Billones de pesetas): es decir, debemos al resto del mundo una cantidad que equivale aproximadamente a toda la producción nacional de un año. Para llegar a esa posición, en la que tenemos más pasivos que activos, hemos pedido dinero al resto del mundo de muchas formas siendo una de ellas la emisión de títulos de renta fija a diferentes plazos y con diferentes rentabilidades según el momento en que se han emitido; en total, el saldo vivo de deuda fija asciende a 1,77 Billones de euros (294 B. ptas.; y no puedo resistir la tentación de escribir esta cifra: 294.000.000.000.000 ptas.)
Los inversores que han prestado a España esa considerable cantidad de euros (o pesetas) tienen la costumbre, desagradable para el emisor, de cobrar intereses periódicamente (cada trimestre o semestre, según sea el activo que hayan comprado) y la aspiración de recuperar su inversión llegado el vencimiento. Esta costumbre se traduce en que España, S.A., tiene que generar riqueza para hacer frente a esos compromisos. Pero como es sabido, las cuentas públicas y la balanza comercial terminan el año en déficit, es decir, cada año los gastos superan a los ingresos, con lo que aumenta esa necesidad de financiación exterior, ya de por sí enorme. Es decir, no cerramos la sangría, sigue saliendo más riqueza de la que generamos y, en consecuencia, necesitamos seguir emitiendo títulos para que los compren los ahorradores del resto del mundo, ofreciendo la rentabilidad correspondiente a la categoría de riesgo que nos asignen las agencias de calificación, y las circunstancias vigentes en el mercado: si baja la nota, hay que ofrecer más rentabilidad para atraer a los inversores, hasta el punto en que el nivel cae por debajo de la categoría inversión, para entrar en las diferentes subcategorías de bonos basura, momento en el que ya no hay rentabilidad posible que atraiga a ningún inversor serio.
Ahora, si no nos han mareado las cifras, podríamos asumir el papel del capitán de la nave, y comprender por qué digo que hay que abrocharse los cinturones de seguridad y volver a ocupar nuestros asientos: hay muchos interese que pagar cada año, hay que devolver el principal de una deuda abultadísima, hay que encajar el golpe de la crisis portuguesa, los inversores internacionales están preocupados, etc. etc. Y no queda más remedio que tomar las medidas habituales entre los países desarrollados para superar esta situación: reducción de gastos públicos, aumento de los ingresos (subida de impuestos), flexibilización de la estructura económica (para que el sector privado supere la crisis), racionalización de los mercados (para agilizar el flujo de mercancías y servicios entre comunidades autónomas), etc. en fin, el conjunto de medidas que permiten salir de la crisis y volver al crecimiento, como ya sucede en otros países europeos. Si no se hace esto, las sucesivas emisiones de títulos previstas por el Tesoro Público encontrarán cada vez más dificultades para atraer ahorro internacional, y el escenario de impago estará más cerca, con la inevitable intervención.
Lo dicho, regresen a sus asientos y abróchense los cinturones de seguridad, porque nos esperan muchas turbulencias.
Para empezar, se podrían derogar todas las leyes inútiles que sólo dan de comer a la economía improductiva, como la ley contra la violencia de género, de la que solo se benefician los abogados, jueces, fiscales y siólogos, empobreciendo al resto del país.
Sí, y todas las administraciones redundantes, como las Comarcas aragonesa, que sólo sirven para crear más burocracia y nadie sabe de cierto cuanto cobran sus presidentes y consejeros, pues sus salarios y/o dietas por asistencias a consejos son totalmente discrecionales y aprobados por ellos mismos, existiendo una opacidad pasmosa que no trasciende a los contribuyentes. Por no hablar de que gestionan chapuceramente los fondos que reciben que, si bien, en teoría son para redistribuirlo entre los municipios de su delimitación, gran parte del montante se ppierde en alimentar a la bestia: construcción de sedes y su mobiliario, planes de zona (estudios) sobre subvenciones de fondos europeos para desarrollo rural que da verguenza ajena leerlos, como ejemplo:
http://portal.aragon.es/portal/page/portal/PDRS/INFORMACION_PUBLICA/PLAN_ZONA_CUENCAS_MINERAS/INFORME DE SOSTENIBILIDAD AMBIENTAL Cuencas Mineras.pdf
http://portal.aragon.es/portal/page/portal/PDRS/INFORMACION_PUBLICA/PLAN_ZONA_RIBAGORZA/ISA RIBAGORZA.pdf