¡Al rescate!

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Portugal, Europa, crisis, quiebraComo todos sospechábamos y algunos dijimos, al final Portugal ha tenido que pedir oficialmente ayuda a la Unión Europea para evitar la quiebra del estado; es el desenlace inevitable de una serie de errores de los gobernantes que no han sabido corregir la imparable dirección de la economía hacia el precipicio. Ahora, hacen falta unos 80.000 o 90.000 millones de € procedentes de Europa, para que Portugal haga frente a sus compromisos de pago y no tenga que declararse en bancarrota, e incumplir la devolución del principal de la deuda pública a su vencimiento y otros compromisos de pago, con el negativo impacto que ello tendría sobre todos los activos denominados en euros; por cierto, como me gusta señalar siempre, la cantidad solicitada oscilará entre 13.3 y 15 Billones de pesetas (más gráficamente aún: de 13.310.880.000.000 ptas. a 14.974.740.000.000 ptas).

Desde que la crisis de deuda fue cercando poco a poco a Portugal, el gobierno intentó poner en práctica las medidas necesarias para tranquilizar a los inversores de todo el mundo sobre la seriedad del país, y su compromiso por estabilizar las cuentas públicas. Como es sabido, la situación de Portugal, igual que antes Grecia e Irlanda, es semejante a la de cualquier familia o empresa en la que los gastos superan a los ingresos durante mucho tiempo, y encima hay problemas de relación entre los propietarios (en el caso de la empresa) o entre los padres (en el caso de las familias); y del mismo modo las medidas posibles son evidentes para todos: gastar menos, y cobrar más.

Para un gobierno, el objetivo de gastar menos exige, forzosamente, reducir el gasto público en la más amplia acepción del término: salarios de los empleados del gobierno, gasto en obras públicas e infraestructuras, gasto en prestaciones sociales; y por el lado de los ingresos: más recaudación procedente de todos los impuestos (renta, sociedades, IVA), e ingresos extraordinarios por venta de activos públicos que tengan demanda en el mercado.

El gobierno portugués lo ha intentado hasta donde ha sido políticamente posible, supongo, y ha terminado por arrojar la toalla, y pedir la ayuda del hermano mayor europeo, que para eso está; por ejemplo, el IVA ha llegado al 23%, las pensiones más altas se han reducido, y el salario de los funcionarios ha disminuido entre un 3,5% y un 10%, por citar sólo algunas de las medidas más fáciles de entender para todos. Es decir, los contribuyentes pagarán más impuestos, tanto por la renta, como por todos los artículos que consuman; los jubilados cobrarán la misma cantidad (pensiones congeladas) durante bastante tiempo, o incluso verán recortada la pensión; y los funcionarios, como se ha visto, cobrarán menos.

A esto hay que añadir que habrá menos obra pública, menos contratación de servicios, no se renovarán los equipamientos públicos salvo que no quede más remedio,   y eso si hay dinero, posiblemente habrá cambio de gobierno tras las elecciones, etc.; es decir, la sociedad portuguesa pagará el ajuste en términos económicos, y con sacrificio personal.

Pero me parece que en esta fiesta se pueden escapar algunos invitados sin pagar: la penúltima subasta de títulos del estado portugués a 5 meses para seguir financiando su actividad se saldó con el 2,98% de interés; la última, justo antes del hundimiento, fue al 5,11% Mismo país, sólo unas semanas después, mismo plazo de inversión, y un 71% más de coste para el emisor, y de rentabilidad para el inversor; en la subasta de títulos a 12 meses, la situación era parecida: del 4,33% previo a la crisis, se pasó al 5,90% posterior, esto es, un 36% más de rentabilidad para el inversor.

En teoría financiera se dice que la rentabilidad de los activos refleja la percepción de riesgo de los inversores,  y ésta aumenta  conforme cae la confianza en el emisor. Está claro, pues, que los ahorradores del mundo, sean quienes sean, llegaron a la conclusión de que la caída del gobierno portugués era una pésima noticia para el cumplimiento de los sucesivos planes de estabilización y crecimiento vigentes desde el estallido de la crisis de deuda; y por eso, posiblemente, prestaron sus ahorros a cambio de un interés mayor.

Pero si ahora llega el dinero europeo al rescate de Portugal, y se garantiza el pago del principal de la deuda al vencimiento, y además se abonan los intereses periódicos, ¿dónde queda la percepción del riesgo? ¿Van a recuperar sus ahorros igualmente los inversores de antes de la crisis que los del día “D”? Pues si no le dan un trasquilón a nadie, los primeros se quedarán con  una cara digna de un poema, y mucho peor si encima ven a alguno de los avispados inversores de última hora. A ver si ahora resulta que para evitar males mayores, se está creando un perverso incentivo a colocar los ahorros a última hora en los países amenazados por la crisis, y resulta ser una de las inversiones más rentables y seguras, con dinero de los contribuyentes europeos, claro.

1 Comentario

  1. ¿Desastre inminente?

    Al parecer la realidad nos conduce al ‘Apocalipsis ahora’, tal como ha titulado la revista Newsweek en español un reciente número.Y en artículo de Robert J. Samuelson, dice «Mientras el mundo se ha petrificado con Japón. Europa ha batallado para evitar otra crisis financiera. En cualquier escala Richter de amenazas económicas, ésta podría contar más a la larga que la tragedia nefasta de Japón» («Un desastre en ciernes: Europa», Revista Newsweek en español, 28 de marzo de 2011,p. 6). Y en efecto, como expresa Tomás García Montes «el problema de los impagos aqueja a todas las unidades económicas». Y habría que agregar a muchos países del mundo, como México, otro desastre en ciernes. Con una situación similar en impagos en ayuntamientos y gobiernos estatales, aunque con la gran diferencia que no solamente se profundiza la crisis de la deuda sino que aumenta la violencia e inseguridad en grado exponencial. Y si la crisis sigue conduciéndonos a graves escenarios de ingobernabilidad, las crisis en el norte de Africa, Europa y Japón, palidecerán ante las llamas que se extenderán a toda América, de norte a sur.

    Pero los claros nubarrones no deben sumirnos en el determinismo apocaliptico, donde el ciudadano es reducido a la mínima expresión, ante las enormes fuerzas económicas, los monumentales desatinos políticos, pero ante todo, la indiferencia y el desgano de los ciudadanos por los intereses de la colectividad. Y el rescate financiero de Portugal será otra ilusión, como el sinnúmero de «rescates» en México, que después nos encontramos con la triste realidad, de vernos más empobrecidos, pero ahora con la agravante de que el estado pierda el control social. Por ésto no debemos pensar que el mal es derivado de la economía. Tal como se afirma «es el desenlace inevitable de una serie de errores de los gobernantes que no han sabido corregir la imparable dirección de la economía hacia el precipio»… ¿y los gobernados qué hacemos?

    Acusamos unilateralmente a los gestores de las administraciones públicas, a los políticos, a los gobernantes, etcétera, etcétera. … ¿y quién rescata a los ciudadanos de la mediocridad y apatía?

    Ahora se demanda la participación civil, en construir nuevos caminos, que alienten la imaginación por la esperanza, de que el mundo sí puede ser mejor.

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