Finales del mes de noviembre, inicios de diciembre. Qué agobio, cuánto papel por delante. Horror, terminan plazos de las subvenciones que, paciente pero con firmeza, con constancia militar y llamando a todas las puertas que correspondían, el buen Alcalde ha ido recabando de las distintas instancias territoriales y/o funcionales. Mi colega del municipio vecino, ése que me cuenta historias y que se agobia tanto a veces, me cuenta que el año no ha ido mal, la cosecha ha sido de aproximadamente 28 subvenciones distintas, teniendo en cuenta las peculiaridades de cada una de las convocatorias. Subvenciones desde 500 € la menor hasta 90.000 € la más elevada. Los procedimientos, lejos de simplificarse, se han complicado. No ha sumado las cantidades obtenidas, pero sabe que la recolección ha sido bastante, cualquier día de éstos lo hará, hay que, en su caso, tener argumentos-fuerza por si alguien le dice que qué hace siendo Alcalde que no hace cosas. Me dice que sus reflexiones le han llevado a concluir después de su dilatada experiencia que el buen Alcalde es entre otras cosas, aquél que ha sabido traer dinero a su Ayuntamiento.
Nuestro buen Alcalde, en su momento y por mediación de algún santo local, previas las oraciones oportunas, se encomendó a la providencia divina que, generosa, fue proveyendo sus necesidades. Porque como dice la Biblia, “…he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su simiente que busque pan." (Salmo 37:25). Porque además “…
Sudor frío, prisas, nuestro colega echa mano de esa maldita tabla explicativa sistematizadora y esquemática de cada una de las acciones pedidas, obtenidas, con sus importes, plazos y peculiaridades. No está seguro de tener plenamente actualizada. Hay que repasar expedientes.
Mes de justificarse ante nuestros bienamados mecenas de las altas instancias protectoras, de argumentar en el papel que se ha sido bueno, que, como la parábola de los talentos, se han hecho las inversiones adecuadamente ante nuestro señor que, ahora, nos pide cuentas. Nos pide que le digamos y que le demostremos (porque no se fía demasiado, en esto de las subvenciones casi funciona la presunción de culpabilidad) en qué hemos gastado, cuánto exactamente, si hemos invertido a tiempo, si tenemos alguna deuda que teníamos que haber pagado al común y no lo hemos hecho, si hemos gastado para aquello para lo que se nos dio, y en fin… confesión general y absolución y bendición urbi et orbi si va bien.
Casi todos los Ayuntamientos, pobres endémicamente, acudimos a las puertas del cielo clamando ayuda, llamamos a las puertas de los poderosos y les recordamos que el Evangelio dijo aquello de “pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe” (Mt, 7). Porque la insuficiencia financiera local es un tema recurrente, es un endemismo como puede ser la malaria en centroáfrica, o el calor en Kalahari, o la sidra en Asturias, de hecho este fin de semana pasado hemos podido oír a los munícipes participantes en la Asamblea de la Federación Aragonesa de Municipios, Comarcas y Provincias (FAMCP) y a su Presidente, en declaraciones a la prensa, quejarse de nuevo de las escasez de financiación local. No hay asamblea de la FEMP o FAMCP en la que no se exponga, debata y apruebe una conclusión acerca de la necesidad de lograr una financiación adecuada y estable de la administración local. Ya se sabe, hay que llegar a eso del 50-25-25 (porcentajes de reparto del gasto público en administración autonómica, estatal y local). El argumento esgrimido por los asambleístas esta vez ha sido la necesidad de financiación de la prestación de servicios “impropios” o lo que es lo mismo, aquellos que no son de la competencia local pero prestan los ayuntamientos ante la demanda vecinal. Ya se sabe que la Ley de Bases da mucho juego con esas expresiones, bellas desde el punto de vista literario, que se contienen en el art. 2 (intervención en “asuntos que afecten directamente al círculo de sus intereses”), y el 25 (“promover toda clase de actividades y prestar cuantos servicios públicos contribuyan a satisfacer las necesidades y aspiraciones de la comunidad vecinal”). Nunca se sabe muy bien dónde o cuál es el circulo o cuáles son las aspiraciones vecinales. Conceptos totalmente indeterminados que interpreta el munícipe en el seno del ayuntamiento ya que esa es, entre otras, una de sus funciones. Lo que no se sabe en base a qué argumentos interpreta cuáles son los intereses y cómo llega a las conclusiones que llega. Supongo que le ilumina adecuadamente el Paráclito a la vista de su programa electoral.
El sistema no permite pues que los ayuntamientos dispongan de una financiación estable y adecuada para el cumplimiento de sus necesidades. Si por una parte la financiación es básicamente escasa, por otra, las necesidades, crecen sin medida. No se controla tampoco excesivamente la eficiencia en el gasto público y por último se continúa con un sistema que asegura un control político semiclientelar. Casi ninguno de los políticos de alta instancia, abogan por intentar establecer un sistema adecuado en la práctica, si no ya se habría hecho. Así que es casi imposible la solución. Hay que asumir que en verano hace calor, que los domingos hay fútbol, que el sol sale todos los días y que los ayuntamientos son pobres.
A Que Llamamos Comunidad Vecinal ?