Con esta crisis va a resultar que los educados nórdicos tienen una cara tan dura como el hielo armado, hormigón que diríamos nosotros, y que, en el fondo, no son diferentes de algunas repúblicas sudamericanas, de esas que despectivamente denominamos repúblicas bananeras; pero con mucho más frío, por supuesto, que para eso Islandia es la primera en mostrar una cara desconocida, y ahora Finlandia empieza a manifestarse en una dirección semejante.
La secuencia de hechos en que me baso para estas sospechas es, más o menos, la siguiente:
− En el periodo 2002 hasta 2008, Islandia experimentó unas apreciables tasas de crecimiento, que financió con ahorro del resto del mundo, especialmente del Reino Unido y de Holanda. Para ello, se valió de la actividad de las entidades financieras locales, que extendieron su presencia a esos países, ofreciendo unos tipos de interés muy atractivos (5 a 6%) en una época de tipos bajos en toda Europa; ese ahorro así captado se podía colocar rentablemente en los títulos del gobierno, que por entonces ofrecían rentabilidades más altas (10 a 15%). De este modo, se captaron 9.000 M de €.
− Mientras todo iba bien en la economía mundial, y todos los agentes económicos confiaban en los otros, especialmente de países desarrollados, las operaciones dejaban a todos contentos. Como en tantas otras cosas, la felicidad duró lo que tardó en llegar la crisis financiera mundial, momento en el que todo el castillo de naipes se vino abajo.
− Los bancos islandeses no pudieron cumplir sus compromisos de pago frente al resto del mundo conforme se devaluaba la corona islandesa, poniendo en duda la capacidad de devolver los fondos de todos los depositantes, locales y extranjeros.
− En este punto, como se recordará, para evitar situaciones de pánico en todos los países europeos, se garantizaron los fondos de los depositantes hasta diferentes cantidades, según la situación de cada país; en el caso de Islandia, como uno de sus bancos, Icesave, tenía una presencia importante en el Reino Unido y en Holanda, para evitar problemas ambos gobiernos acordaron con el islandés abonar las cantidades aseguradas a sus nacionales, como anticipo a lo que éste tendría que pagar cuando se concretaran todas las medidas necesarias para superar la crisis (préstamos multilaterales, compromisos de control del déficit público, plan de estabilidad, etc.)
− Ahora, transcurrido el tiempo, cuando toca que los contribuyentes islandeses soporten el esfuerzo que corresponda para pagar la crisis (hay 320.000 habitantes en la isla) se suscita la necesidad de realizar un referéndum que apruebe los pagos; y en el segundo intento, se rechaza por una considerable mayoría; o sea, el mensaje para los ahorradores extranjeros podría entenderse como que carguen con las consecuencias de su ambición, y la próxima vez, si es que hay próxima vez, se lo piensen mejor.
Yo no tengo elementos de juicio para analizar lo que piensan los islandeses, ni las razones por las que han optado por este camino tan peculiar; tampoco debemos juzgar, desde fuera, las razones por las que el gobierno islandés ha decidido, o ha tenido que recurrir a este difícil procedimiento para aprobar los pagos al exterior. Es cierto que la crisis ha sido muy dura, y que han perdido una parte importante del poder adquisitivo; también que la carga fiscal que deberán financiar los contribuyentes locales es elevada y durará mucho tiempo, hasta 2026 según los planes y acuerdos previos al referéndum. Todo ello, sin duda, condiciona la opinión y los sentimientos de los votantes.
Pero no es menos cierto que durante los años buenos el ahorro del resto del mundo llegó a Islandia para financiar las necesidades que tenía la pujante economía nacional; que, como es, ¿o era? un país serio, el beneficio de las entidades financieras locales alimentaba las cuentas públicas a través del impuesto de sociedades; que el empleo en el sector financiero generaba rentas del trabajo que también contribuían a los impuestos; y, supongo, que alguna infraestructura local habrá conseguido financiación.
Si un país quiere estar en un determinado club de naciones, debe aceptar todas las reglas del juego, tanto en los momentos en que le favorecen (atracción de capitales de otros países desarrollados por la seguridad jurídica que se le supone), como en los malos (abono de las deudas contraídas). Si no, deberá afrontar el descrédito que ello supone; la desconfianza generalizada del resto del mundo; el mayor coste que tendrá que pagar por cualquier cantidad de fondos que reciba, si es que alguien se atreve a prestarles de nuevo; las consecuencias de los procesos judiciales internacionales que iniciarán los países afectados por la medida populista que tome; etc. Es decir, que han decidido libre, y supongo que felizmente, entrar en el club de las repúblicas bananeras, en la sección congelados.
Siento discrepar profundamente de su opinión.
Fíjese en que usted sólo pide responsabilidad para el que ha usado el dinero para el crecimiento, pero no para ahorradores que han ido a ganar dinero fácil mediante la especulación. Si todos han de aceptar las reglas del juego, son todos, no los que ya disponen de sus rentas y quieren sacar tajada sin ser para nada productivos.
En ningún caso propongo que Islandia no asuma su responsabilidad, pero me deja perplejo su asimétrica opinión. Tan culpable es el que cree que Islandia era un buen sitio para invertir como el que no cumple con sus obligaciones.
Comparto algún matiz de su artículo, pero me da la nariz que en el fondo el sistema es tan perverso que lo que hace es privatizar el beneficio y socializar las pérdidas, si bien es cierto que siempre existe un mínimo beneficio social derivado de la redistribución presupuestaria.
La irresponsabilidad del prestamista ha sido pareja a la irresponsabilidad del prestatario, de forma que no es extraño que haya una contestación social, porque llevado el supuesto al absurdo ¿ que pasaría si sólo hubiese 1.000 islandeses ?, ¿ deberían comerse el marrón heredado de sus «responsables» banqueros y políticos ?, ¿ no existe la aceptacíón de la herencia a beneficio de inventario ?, pues creo que los islandeses hacen bien en negarse a tragar con tan amarga medicina y si cunde el ejemplo ya se cuidarán los prestamistas en prestar la pasta a quien la pueda devolver y sobre todo en que el dinero se destine a proyectos con sentido y no por ejemplo a aeropuertos cada 10 kilómetros o a figurines futbolísticos a razón de 2 millones de euracos el kilogramo.
Rogelio…
¡Amén!
«cuando toca que los contribuyentes islandeses soporten el esfuerzo que corresponda para pagar la crisis»
Eso de «cuando toca…» será porque usted lo dice, por supuesto.
Que en otros sitios se haya hecho esa indecencia (socializar pérdidas, privatizar ganancias) no signfica que todos lo hagan.
Lo que pasa es que en Islandia existe Democracia de verdad y es el pueblo quien gobierna y toma las decisiones en último término. Una cosa incomprensible y escandalosa para países orientales, como España, acostumbrados desde hace siglos al Despotismo, al Caciquismo y a las mafias.
Yo también creo que es una novedad estimulante lo que han hecho los islandeses. Capitalismo para lo bueno y para lo malo. Si el negocio ha ido mal, que cada uno asuma su parte.