Como adaptar el mapa municipal español a la globalización

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London

Para que España pueda ser un país competitivo a nivel internacional y organizado de manera equilibrada a nivel interno requiere que su mapa municipal posea dos grandes ingredientes: a) al menos una gran área metropolitana que haga de motor del país y compita a nivel europeo y mundial con las grandes ciudades del mundo; b) un tejido de áreas metropolitanas intermedias que muestren una escala suficiente y que estén bien integradas y conectadas con la locomotora de la gran área metropolitana del país (o las dos grandes áreas metropolitanas) que compite a nivel mundial.  Poseer estos dos componentes de manera equilibrada va a facilitar que España pueda ser un país preparado territorialmente para hacer frente a los retos tecnológicos, económicos, sociales y políticos que van a acontecer en un futuro muy próximo.

El gran motor (uno) o los grandes motores (dos) en forma de grandes ciudades que pueden competir en un mundo protagonizado por las ciudades globales: buena parte de los países de mundo ya se están preparando para la competencia mundial entre las grandes ciudades. Hay dos tipos de modelos de país vinculados a sus grandes áreas metropolitanas: el modelo unicéntrico y el modelo policéntrico (Jordana, 2019). El modelo unicéntrico es el que un país apuesta por una única gran área metropolitana que tiene que ejercer de tractor de conocimiento y de desarrollo económico para todo un Estado. Es el caso de Francia que todo lo fía a París como único gran motor de competencia global. Se trata de un modelo consecuente con la tradición centralista (e incluso jacobina) de Francia. Pero no es un modelo vinculado solo a países unitarios, sino que también lo poseen países descentralizados como Gran Bretaña en el que su apuesta global única es Londres. Por otra parte, hay países policéntricos que deciden competir globalmente con más de una gran área metropolitana. Por ejemplo, los casos de Alemania (Berlín como poder político y Frankfurt y Munich como poderes económicos) o Italia (Roma como poder político y el potente triángulo que conforman las ciudades de Milán, Génova y Turín como la gran área metropolitana de poder económico). España tiene como gran duda casi existencial si apuesta por un modelo unicéntrico o policéntrico. Su realidad económica y poblacional la configuran como un país policéntrico; un Estado con dos grandes áreas metropolitanas que pueden competir globalmente: Madrid y Barcelona. En cambio, a nivel político parece que el Estado se decantaría por un modelo unicéntrico en el que solo Madrid ejerciera de motor de país. Esta segunda opción encaja con la cultura centralista española y hay que hacer notar que es uno de los ingredientes de peso de carácter no emocional que explican una parte del actual conflicto entre Cataluña y el resto de España (Jordana, 2019). La solución a este problema parece obvia: la realidad económica, territorial y demográfica es la que es y tendría que aceptarse política e institucionalmente que el modelo natural de España es la de ser un país policéntrico con dos grandes motores metropolitanos. Este reconocimiento contribuiría a disminuir las actuales tensiones políticas de carácter centrífugo. España debería operar como Alemania e Italia y abandonar el modelo de Francia y Gran Bretaña. Una buena articulación entre las ciudades de Madrid y Barcelona podría implicar que éstas fueran dos de los tres grandes motores económicos del sur de Europa (el tercero sería Milán-Génova-Turín) con capacidad de influencia en un amplio territorio que agruparía a España, Portugal y una parte relevante del sur de Francia. Obvio que habría que articular unas lógicas de colaboración,  complementariedades e intercambios simbióticos entre Madrid y Barcelona. No habría casi ni que estimular esta colaboración ya que de facto hace mucho tiempo que existe. La realidad es tozuda y hay que saber reconocerla y aprovecharla como una gran oportunidad.

Por otra parte, es necesaria la articulación de las ciudades intermedias como apoyo a los dos grandes motores metropolitanos: las dos grandes áreas metropolitanas de España requieren de una red de ciudades intermedias interconectadas que den fuerza a los dos motores y que puedan captar y distribuir territorialmente el conocimiento y el bienestar. Estos motores intermedios serían: Sevilla, Bilbao, Valencia y Zaragoza. Pero harían falta más: se trataría de favorecer asociaciones metropolitanas entre ciudades más modestas a nivel económico y demográfico para que alcanzaran una escala suficiente: por ejemplo, hay conversaciones para implantar un área metropolitana entre Oviedo y Gijón. Otra posibilidad sería Málaga, Cádiz (Algeciras) y Almería, Vigo y La Coruña o Valladolid, Salamanca y León (esta última quizás sea la más compleja). Esta opción sería el mejor remedio a superar la denominada “crisis de las ciudades medias” (Pimentel, 2019). Con esta configuración España tendría motores territoriales intermedios que podrían cohesionar a todo el país.

2 Comentarios

  1. La realidad administrativa está condicionada por la política.. Difícil entenderse cuando se cuestiona los fundamentos del Estado Constitucional, por parte de uno de los 2 centros .
    Y difícil de superar una realidad económica tan dispar. Castilla-la Mancha tiene una renta per capita de la mitad de Cataluña.

  2. Yo creo que nadie discute que Barcelona y Madrid se encuentran como las dos grandes ciudades-reclamo de España a nivel internacional. Y he puesto a Barcelona por delante de Madrid. No digo que Barcelona no se lo haya ganado con méritos propios proyectando una imagen cosmopolita, multicultural, etc. pero creo que hay que reconocer que desde el gobierno «centralista» de Madrid se ha apostado desde hace mucho por potenciar ese polo de influencia llamado Barcelona como una gran puerta de España al mundo y viceversa. Ejemplos de esto son las olimpiadas que se celebraron en su día, la reconstrucción del Liceu después del incendio, la creación del AVE Madrid-Barcelona (además del puente aéreo que ya existía), etc. Además de que Barcelona se beneficia de una posición geográfica para ejercer ese papel cosmopolita, a diferencia de Madrid.
    En cuanto a la cultura centralista de la que se acusa al gobierno central como heredero de la cultura del país, no hay más que mirar la descentralización acaecida desde la Constitución de 1978 y que creo que está entre las más importantes del mundo. Ser la capital de España y la sede del gobierno central concede, sin duda, un peso como polo de atracción y foco ante el mundo, y eso es inevitable. ¿Quizá lo que está sugiriendo el sr. Ramió es que la capital de España deje de estar en Madrid y se localice en Barcelona?
    Pero el hecho de tener diecisiete gobiernos autonómicos significa también que cada región quiere destacar y ser conocida en el mundo. Todos, a su vez y como Cataluña, reclaman al estado un apoyo y unas inversiones que les permitan ese salto a la escena internacional.
    Pero, como dice el refrán, el que mucho abarca, poco aprieta: lo que quizá está ocurriendo en España, por tanto, es que la madre/padre no da abasto para alimentar, educar y promover diecisiete hijos insolidarios que exigen ser tratados como «hijos únicos» y miran con desconfianza a sus hermanos por ser, de vez en cuando, receptores de alguna atención de la madre/padre. Y por envidiejas infundadas ahora alguno de esos hijos amenaza con marcharse de la casa paterna (mientras reclama seguir teniendo el estatus de hijo para todo lo que le beneficie, claro).

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