Se acaban las vacaciones de verano, salvo para unos pocos afortunados, y empieza el nuevo curso político, académico, judicial… En lo local el comienzo será con el debate de los nuevos presupuestos, del que ya nos ocupamos en “Agarraos, que vienen curvas” aunque en muchos pueblos habrá que esperar a que antes pasen las fiestas patronales de septiembre.
Como casi siempre que iniciamos un nuevo ciclo en nuestra vida, lo solemos hacer llenos de buenos propósitos, motivo que me ha llevado a reflexionar sobre algunos estereotipos que puedan ayudar a cada cual a preparar su equipaje de buenas intencione s.
Lo mejor es enemigo de lo bueno.
Este es un axioma indiscutible. Si se quiere mejorar, siendo lo ideal instaurar un proceso de mejora permanente, hay que cambiar. Para tener algo mejor habrá que dejar lo que hay, aunque sea bueno. Y el estar bien en el presente no es garantía de estarlo en el futuro, que puede venir con nuevas necesidades y dificultades, que debemos tratar de prever.
Más vale pájaro en mano que ciento volando.
Es una verdad del refranero tradicional que trata de desanimar a los emprendedores y animar a quienes optan por contentarse con el presente, sin tratar de mejorar con tal de mantener lo que se tiene. Como tantos elementos de sabiduría popular tiene su poso de razón. Nos debe prevenir frente a la insensata fiebre de la apuesta cargada de probabilidades de perder. Por contar no conviene seguir el consejo cuando poco o nada hay que conservar y las alternativas pueden ser razonables.
Ha sido así toda la vida.
Es la máxima del conservadurismo sin razón y a ultranza, enemiga de todo progreso. Si lo aplicáramos no usaríamos el fuego y seguiríamos comiendo todo crudo, no usaríamos la rueda y arrastraríamos las cargas, no emplearíamos la electricidad y ni siquiera el fuego para alumbrarnos y calentarnos…
Si algo funciona no lo cambies.
Es el freno al cambio por el cambio, la adaptación razonable del conservadurismo. Para mejorar hay que cambiar, pero si estamos en una buena situación ¿merece la pena arriesgar todo para ganar ese premio? Cuando una apuesta ofrece un alto premio suele ir acompañada de un algo riesgo de pérdida y si lo que hay que apostar no nos podemos permitir perderlo…
El que no arriesga no gana.
Este es el eslogan con el que las casas de apuestas hacen su fortuna convenciendo a incautos de la facilidad de obtener ganancias. Es cierto que el que no arriesga no gana, pero la ruleta del casino, sin necesidad de estar trucada, siempre gana, por simple cálculo de probabilidades. Si se apuesta un euro a la lotería primitiva se podrán ganar millones de euros, pero para ello es imprescindible que haya habido otros millones de apuestas que paguen el premio y la participación de Hacienda.
No hay mejor lotería que el trabajo y la economía.
Aunque menos conocido que otros este dicho entraña una gran verdad. La lotería es un sorteo en el que tenemos una participación absolutamente minoritaria, mientras que el esfuerzo y el ahorro suelen dar fruto en un gran número de ocasiones.
En tiempos de tribulación, no hacer mudanza.
¿Qué quería decir San Ignacio de Loyola a sus pupilos con este consejo? No es una recomendación contraria a los cambios de domicilio, sino más bien una exhortación a no dejarse llevar por las urgencias impuestas por la acuciante necesidad. No tomar decisiones trascendentales, que pueden condicionar un largo futuro, por dificultades temporales o pasajeras no parece mala recomendación.
Más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena.
Como el análisis de proverbios puede ser inacabable, a modo de colofón os dejo esta última joya del refranero español. Cada uno sabe de qué pie cojea y los consejos pueden ser sabios, pero inútiles si no hacen al caso. Por ello resumiré todo en que es recomendable hacer buenos propósitos y para ello me gustaría ayudar con esta reflexión. Pero recordad siempre que la mayor recomendación del hombre sabio es que se sigan sus buenos consejos y no sus malos ejemplos…
[…] http://www.administracionpublica.com/el-final-de-curso-y-el-saber-popular/ […]