Habilitando amistad

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Habilitando amistadMi amiga lleva más de veinticinco años como Secretaria-Interventora en su pequeño pueblo de quizás quinientos habitantes, algo alejado de Capital-City. Es compañera de promoción, una excelente persona y una excelente amiga. Debido a un desgraciado acontecimiento estos días hemos tenido oportunidad de charlar un poco más de lo habitual y he tenido la oportunidad de que me contase una bella historia que quiero resumir brevemente en estas líneas.

Estando en su casa, hace unos meses, un buen día, recibió la llamada del Alcalde diciéndole que un vecino estaba ingresado en el hospital y que estaba solo, sin familia, preguntándole si le importaría pasarse por allí e interesarse un poco por él. Mi amiga tiene una edad parecida a la mía, rondamos los cincuenta y la persona a la que se le pedía que fuera a ver tenía unos cuarenta, Miguel. Apenas le conocía de nombre, una persona más, anónima, un simple conocido del pueblo.

Así pues se encaminó ese día al hospital y fue a ver a Miguel, que se hallaba postrado en la cama con fuertes dolores y sobre todo con un gran miedo. Se le acababa de diagnosticar un tumor cerebral. Al principio relata mi amiga que le costó mucho hacerse cargo de la situación; una situación muy difícil, una persona casi desconocida, un frío hospital, Dios mío, de qué hablar, qué preguntar, qué decir. Esa primera tarde, transcurridos los primeros momentos de tensión, pasó un buen rato junto a Miguel charlando, contando chistes, riendo. Cuando se fue a despedir, Miguel la miró fijamente a los ojos y le preguntó ¿Secre, vendrás mañana?. Mi amiga no se esperaba la pregunta pero, sin pensar,  le contestó, ¡claro, Miguel!. Realmente, aunque le había costado ir, no se había planteado volver más. Sin embargo algo le hizo aceptar con carácter inmediato, reconoce que no sabe muy bien por qué.

Así que al día siguiente acudió a ver a Miguel y pasó otro largo rato con él. Y así un día tras otro. Los días posteriores fueron sucediéndose sin apenas más visitas que las de mi amiga y, día tras día, ésta seguía acudiendo a la habitación y charlaba con Miguel, reían, bromeaban, y, sobre todo hablaban de fútbol. En esos ratos, Miguel conjuraba sus miedos, olvidaba su trance y era persona.

Poco a poco el estado de Miguel fue empeorando. Maldita enfermedad silenciosa y asesina, decía mi amiga, cómo es posible que haya atacado a una persona tan joven, se preguntaba. El médico quería hablar con algún familiar y le preguntó si lo era, contestándole que no, que era la Secretaria del Ayuntamiento del pueblo, extrañándose un poco aquel. A ratos Miguel dormía, a ratos abría los ojos y articulaba una espesa frase casi ininteligible muchas veces, porque su enfermedad le había afectado ya al lenguaje y le era difícil comunicarse. Le decía a mi amiga, ¡Secre, me quiero curar! y ¡ayúdame, no puedo más! Hablaba muy lento, pero a trancas y barrancas conseguía hacerse entender. Eso sí, seguía mirando a mi amiga, que le daba la seguridad de saber que había alguien con él y que aunque se iba a morir, no estaba solo.

Tras un rápido deterioro, finalmente llegó el desenlace en pocas semanas. El día anterior mi amiga le había tomado la mano regalándole al oído palabras animosas. Le dijo, Miguel, mañana no voy a poder venir, tengo Pleno, pero espérame. Él contestó, te esperaré siempre. Así finalizó la historia de Miguel.

Mi amiga me contó que esos acontecimientos han sido una de las experiencias más difíciles pero más maravillosas de su vida. Y he comprendido que dando mucho amor se recibe mucho amor y dando amistad se recibe ciento por uno.

Y hoy quiero, además de recordar a un actor secundario como ella le llama, rendir un homenaje a mi amiga, por su valor, por su ternura, por su alegría, por su lealtad  y por ser como es, mucho más que la Secretaria del pueblo. Porque considera que el pueblo donde trabaja es su pueblo.

5 Comentarios

  1. Me uno a este pequeño homenaje a una persona que con su alegría, entereza, saber estar y sobretodo con su amistad y humanidad nos ha demostrado hace poco que es una gloria tenerla al lado.

  2. Me hace pensar en esta vocación que a veces creemos perdida cuando nos asaltan los problemas por todos los frentes que tenemos los secretarios de estos pequeños pueblos y me ratifica en que no hay nada mejor que conocer a tu vecino para saber que detrás de cada procedimiento hay una persona que merece que se le trate por igual ante la ley pero sin olvidar que cada caso es único y a él hemos de entregarnos con nuestro mejor saber pero sobretodo con
    las leyes del corazón, a todos nos duele, a todos nos apenan , a todos nos alegran las mismas cosas, para todos una sonrisa, un trato amable, es la mejor norma.

  3. No conozco a tu amiga, pero seguro que merecería la pena conocerla. Toda una lección de humanidad. Admirable. Ayuda a recomponer la jerarquía de valores que casi todos tendemos a ir ordenando según la vida nos va golpeando pero que, del mismo modo, tiene una irrefrenable tendencia al desorden. Admirable, de verdad.

  4. Además, a mí, entre otras cosas, Ignacio, me parece que esto en primer lugar nos ‘recuerda’ (re-cordar me explicaron hace mucho que es volver a traer al corazón) lo efímero de la vida, esa que siempre creemos que se alargará tanto que aún nos dará cientos de oportunidades más, cuando, en realidad, no es así.

    Con suerte, solo suele caber, de vez en cuando (si podemos y queremos -y la verdad es que merece la pena-), ser conscientes de cada una de nuestras oportunidades perdidas y aprender a tiempo para poder aplicarlo en otro momento y circunstancia.

    También me parece que el otro aspecto que trasluce tu historia -el de la soledad de algunos- es realmente muy duro y debería espolear siempre en nosotros la solidaridad que tu amiga supo ejercitar (como podemos -o podríamos- hacer todos a veces, sin saber cómo… pero aunque solo sea estando ahí).

    En fin, mis felicitaciones (con tus acertados comentarios a menudo dás en la diana) y un cordial saludo a los dos.

    P.D. Por cierto, este tuyo es un comentario no jurídico escrito en un blog jurídico que, sin embargo, creo que será bien acogido por todos sus lectores, e intuyo que pueda haber hasta quien lo agradezca como un toque de atención oportuno en un determinado momento de sus vidas, personales o profesionales, ya que… no solo de pan vive el hombre.

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