La selección española

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Creerán ustedes que voy a hablar de la selección española de fútbol, quizá la femenina por mor de las últimas noticias habidas en prensa. Pero no. Obviamente no es objeto de este blog hablar de fútbol, pero sí lo es apuntar o comentar alguna cosa con respecto a los procesos de selección de personal en la administración pública y especialmente en la administración local. O, dicho de otro modo, como dirían en el mundo anglosajón, de las técnicas de reclutamiento del mejor, porque se supone que se pretende seleccionar al mejor.

Vaya por delante la advertencia de que no pretendo que esta digresión sea un estudio jurídico en profundidad sino sólo una mera reflexión para abrir debate y plantearnos de una vez por todas cuál es el mejor sistema para la selección de personal. Se trata más de una cuestión más filosófica que jurídica, así que quien espere un estudio jurídico, casi es mejor que deje de leer en este momento y ocupe su tiempo en algo que le sea más rentable. Establezcamos varias cuestiones.

1. Quién debe trabajar en la administración.

Obviamente el mejor. Pero habrá que determinar qué es ser el mejor. Se trata de saber qué expectativas tiene la organización con respecto a la persona que se va a incorporar a la misma. La primera andanada debería llevarnos a plantear si el mejor es el que ha aprendido ciento cincuenta temas y las sabe recitar como un/a/e lorito/a/e y es capaz de reproducir de carrerilla  equis temas. O bien quizás, quien, además de demostrar un cierto nivel de conocimiento del temario, posee otras habilidades, aptitudes y actitudes. ¿O no es sumamente importante para un Secretario o un Interventor de un Ayuntamiento disponer de habilidades sociales? Ni la carrera ni la oposición preparan para lidiar con concejales, alcaldes, con el personal municipal o con ciudadanos en general. Todos sabemos de casos de funcionarios que quizás sean muy listos, pero que son un cardo borriquero en el plano social y en vez de los buenos días profieren un bufido. O tener en cuenta las capacidades resolutivas o la capacidad de liderazgo.

2. Qué expectativas debe tener el candidato.

Planteémonos si quien aspira a trabajar para la Administración lo hace por vocación de servicio público, por estabilidad laboral o por razones económicas. Algún sistema debería implementarse para poder determinar estos aspectos. Debería ser posible determinar cuál es la contestación ante la pregunta de por qué quiere Vd. trabajar en esta Administración.

3. Dicho lo anterior, plantearse cuáles son los mejores sistemas de selección: ¿La mera “repetición” de conocimientos sobre materias establecida en un programa, o sea, el sistema tradicional de oposición? O dicho de otra forma, desarrollo de temas escritos, repetición cacatuoidea de temas en una suerte de representación oral que convenza a tres evaluadores y resolución de un supuesto supuesto práctico.

¿O bien sería conveniente dar un poco menos de valor a la repetición y algo más de valor a otras cosas como averiguar cómo se relaciona el candidato ante las supuestas personas que va a tratar en su trabajo o ante situaciones de estrés? O saber si se dispone de una actitud positiva, buena capacidad verbal espontánea etc.

En el sistema de oposición, uno se entrena para hacer creer a los miembros que forman parte del tribunal de que sabe mucho. 

4. Quién “pare” los programas.

¿Quién, en un Ministerio, determina qué debe saber una persona para desarrollar una determinada función o qué se debe evaluar? Los actuales programas hacen acopio de temarios repletos de conocimientos jurídicos y económico-contables, pero no hacen alusión alguna a las habilidades a las que antes nos referíamos, ni se les ocurre. Que se posean o no puede suponer ser capaz de superar situaciones difíciles o bien que se masque una tragedia. Cohonestar conocimientos jurídico-económicos con habilidades en el trato social, empatía, capacidad negociadora y asertividad, sería imprescindible. Eso no se recoge en programa alguno ni, mucho menos son elementos evaluables. Uno aprueba una oposición y tras un período de “prácticas” formales absolutamente insuficientes, llega a una agrupación de tres municipios perdidos de la España vaciada y cuando llega se pregunta: ¿aquí que hay que hacer? Y no hay absolutamente nadie a quien preguntar ni ayudantes de tipo alguno. Quizás debería incluirse en el temario -entiéndase la ironía- también conocimientos sobre tipos de ansiolíticos, efectos y límites.

Que se sepa, a esta fecha, tampoco se exigen conocimientos informáticos, quien pare el programa cree que un FHN cuenta con alguien que sabe del tema, ya se sabe, el “nuevo” sólo fe pública y asesoramiento legal preceptivo (y fiscalización interna), esos “redactores de programas” parece que no tienen ni idea de cuál es la vida real, no se han bajado del platillo. En el día a día, es absolutamente imprescindible manejarse con plataformas, firmas electrónicas, correos electrónicos, aplicaciones diversas, Word, Excel, webs y un largo etcétera. Como en la mili cuando se evaluaba el valor: se le supone. Craso error.

¿Por lo tanto no deberíamos replantear el paradigma de la mera oposición?

He tenido que asistir a muchos procesos de selección en mi vida profesional y he podido observar, adicionalmente, que una buena parte de los miembros de los tribunales, son funcionarios, sin duda preparados, que más que proceder a seleccionar al mejor candidato, van a escucharse. Dicho de otro modo y con honestidad, lo que he podido ver, es que, desde una cuestionable baja autoestima del evaluador, se ponen estupendos y disertan al resto de miembros del tribunal acerca de las cuestiones técnicas de que se trata -siempre las deficiencias- del candidato. Ponen el punto sobre la i para hacerse los interesantes.

5. Desconfianza del sistema.

Todo este problema de la selección, centrado en el oposición-mode, se basa por otra parte en una desconfianza hispana general. Se pretende objetivar tanto, que el sistema se pasa de frenada. No, no es posible objetivar tanto, y no es necesario que el candidato sea un catedrático in pectore, lo que es necesario es que el sistema confíe en los profesionales que llevan a cabo la selección, personas que sin duda deberían tener en cuenta aspectos subjetivos (en el fondo hay siempre un alto grado de subjetividad) de aptitudes y actitudes. Una entrevista en profundidad, hecha por personas responsables, honestas y bien preparadas, sería un instrumento sumamente útil. Confiar en los “seleccionadores”, porque se les debería suponer un alto grado de honestidad. Pero ¿es posible contar con profesionales de la selección absolutamente honestos y que, además, la sensación que se ofrezca al exterior sea así? Difícil, muy difícil, cuando ahora ya no confiamos ni en la justicia (en las altas instancias) ni en los políticos, que demuestran día a día que sólo defienden su secta y sus garbanzos. Un mundo por otra parte lleno de centenares de asesores en cualquier tipo de administración, que en su mayoría no lo son y que -dicho sea con el mayor de los respetos-, no saben hacer la “o” con un canuto

En definitiva, lo mismo que cambió el paradigma del procedimiento de otorgamiento de licencias con la famosa Directiva de 2006 cuando el “sistema” cambió el concepto de la licencia por el de la declaración responsable, debería cambiar también en el sistema de selección. Más aptitudes y actitudes y no tanto repetición lórica para llegar a un puesto de trabajo que, en muchas ocasiones, va a venir muy grande. Ah, y ¿por qué no tener en cuenta como un valor (obviamente no decisivo) a aquellas personas que sacan adelante la administración local día a día desde hace muchos años?

Un sistema de oposiciones que por otra parte no cubren ni mucho menos las plazas convocadas, que por otra parte son muy inferiores a las vacantes reales. Parece que el Ministerio no desea cubrir las vacantes existentes de ningún modo. Y los tribunales –estupendos– consideran que los candidatos nunca saben lo suficiente. Parece que es preferible que, en una agrupación de Teruel o Soria, desempeñen las funciones públicas necesarias interinos espontáneos, ¿a quién le importa ?, es el far west, la España vaciada. Es todo tan absurdo…

Una vez planteadas estas ideas quizás desordenadas, vayamos al rincón de pensar.

3 Comentarios

  1. Muy correcto,. Al igual que en algunas comunidades te exigen el dominio de la lengua local, más importante es, creo yo, el saber empatizar y transmitir.
    La lástima que esta reflexiones, en la administración caigan en saco roto, si es que alguien lo lee. Mucha faena cambiar las cosas y pocas ganas.

  2. Muy en desacuerdo connel comentario anterior. Las oposiciones son el MEJOR de los PEORES sistemas. Todas las cuestiones y criterios que comenta el artículo; se asientan sobre valoraciones SUBJETIVAS… Las cuales ya sabemos dónde nos pueden llevar…
    El valor máximo de toda Administración es : mérito capacidad igual . Así como el respeto de nuestro 103.1.
    Por favor; no caigamos en la tentación. España no siempre fue lo que hoy es; en términos de «igualdad de derechos». No volvamos atrás; por favor.

  3. Estoy de acuerdo con Carlos.
    Dice el autor: «O bien quizás, quien, además de demostrar un cierto nivel de conocimiento del temario, posee otras habilidades, aptitudes y actitudes. ¿O no es sumamente importante para un Secretario o un Interventor de un Ayuntamiento disponer de habilidades sociales? Ni la carrera ni la oposición preparan para lidiar con concejales, alcaldes, con el personal municipal o con ciudadanos en general». El funcionario con habilitación de carácter nacional no es un comercial de banca rural, de manera que no creo que sean asimilables los sistemas de reclutamiento. No tiene que saber de fútbol para lidiar el lunes con concejales, alcaldes, personal municipal o ciudadanos en general. Tampoco tiene que saber a cuánto están pagando el kilo de uva en la cooperativa del pueblo o en la del pueblo.
    En un municipio de 100 habitantes hoy en día se pueden plantear cuestiones jurídicas derivadas de proyectos con un valor a efectos del ICIO de 40.000.000 de euros, que con el pretexto de la creación de puestos de trabajo pueden llevar a la aprobación de acuerdos manifiestamente ilegales o que invadan las competencias del Estado o de la Comunidad Autónoma. Sin una adecuada formación jurídica no se puede prestar un adecuado asesoramiento.
    En los pequeños municipios aparecen vendedores de humo que pretenden embaucar a los alcaldes. En ciertos casos ante las pretensiones planteadas el funcionario con habilitación de carácter nacional tiene que advertir al órgano gestor de la posible existencia de un delito de prevaricación, contra la ordenación del territorio,… Mi experiencia ha sido que el Código Penal no se aprende con habilidades sociales ni trabajando en grupo.
    Las bajas por depresión o ansiedad, tan frecuentes entre los funcionarios con habilitación de carácter nacional, no creo que traigan causa de la falta de habilidades, aptitudes y actitudes. Creo que son causadas por hacer los informes necesarios para el ejercicio de lex artis y para salvar la responsabilidad del funcionario.

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