La soberanía pop

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El motivo de este artículo es crear por mi parte una nueva expresión: «la soberanía pop«. Se habla de soberanía popular y se habla de cultura pop. Desarrollo la expresión «soberanía pop«, como mezcla de lo político-jurídico y de lo cultural-artístico. Más concretamente, es la forma de expresar que la cultura que tenemos es un reflejo de la soberanía popular. Este principio marca el diseño social, así como los productos culturales. Por supuesto, las administraciones públicas se ven inmersas dentro de este fenómeno en el plano de la gestión cultural, cuestión que desborda las pretensiones de este trabajo que es principalmente aglutinar esta nueva expresión de soberanía pop.

La Constitución Española de 1978, en su artículo 1.2, afirma: La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. Hay sentencias ejemplares del TC sobre el principio de soberanía popular y cómo conecta con el principio democrático (STC 6/1981, STC 10/1983). Como doctrina política moderna, proviene de Rousseau. El pueblo constituye el Estado, y debe después controlarlo y cambiarlo si lo cree conveniente. Por su parte, la cultura es un ámbito de actuación de las administraciones públicas y también de las administraciones locales muy esencial, y con arraigo cada vez mayor (puede verse en mi libro “El Estado de la Cultura”, con la editorial Tirant lo Blanch 2022).

A mi juicio, la cultura que tenemos actualmente es esencialmente pop. También existe cultura de otro tipo pero carece de vitalidad porque no refleja el espíritu de nuestro tiempo. La cultura es pues un reflejo de la soberanía popular. El pueblo manda, el pueblo decide, el pueblo adquiere o consume y esto no es baladí: con su poder de adquisición o consumo define aquello que se produce culturalmente. Es decir, su gusto popular define lo cultural. Las industrias culturales tienen que estar pendientes del gusto popular, o incluso innovar sobre cómo conectar con los posibles gustos futuros de la gente. La cultura que importa es expresión de una voluntad popular o social mayoritaria. La cultura no se desarrolla por sí misma con un propio código, ni tampoco existe un diseño social apto para la producción de cultura propiamente dicha. Las editoriales de impacto social publican libros de autores conocidos para el pueblo, es decir, personas famosas o mediáticas (generalmente políticos o cantantes pop, que son las nuevas figuras que genera la soberanía pop), porque solo si el autor se conoce, su producto cultural se compra por los individuos. A esta simbiosis entre soberanía popular y cultura pop lo denomino soberanía pop, que es la expresión político cultural que describe la sociedad y la cultura actual.

Esta visión se contrapone a la concepción dominante en el ámbito de la cultura (o mejor dicho de la contracultura) según la cual el pueblo es un sujeto manipulado por las élites, en virtud del llamado capitalismo manipulador y opresor. Este discurso es el predominante en el ámbito de la cultura y desconoce el principio de soberanía popular. Es obvio que la soberanía popular no es perfecta, ni tampoco lo es el principio democrático, y también que hay élites que mandan, pero a pesar de esto el protagonismo lo tiene el pueblo y este es el que decide y determina principalmente los modos de producción cultural.

Determinados autores (así, Antonio Negri y Michael Hard) se han acercado un poco a esta concepción desde el mundo de la cultura, hablando de “multitud”. Otros como Byung-Chul han hablado de “enjambre”. Todo esto son aproximaciones de autores que ignoran el concepto clave: “soberanía pop”. Eso sí, la mayoría está aún más perdida o más alejada, ya que ni siquiera se aproximan al concepto real, porque siguen el discurso del capitalismo manipulador como si el pueblo no fuera inteligente. La democratización ha causado grandes logros en el plano del acceso a la cultura pero es también responsable de los modos de producción cultural que se generan actualmente. Una cultura diferente de la pop actualmente es una cultura momificada y carente de vitalidad, porque no se corresponde con la soberanía popular que domina el diseño social. En conclusión, hablar de «soberanía pop» es hacerse eco de la soberanía popular y de la cultura pop. La propia soberanía popular está impregnada del espíritu pop; y la propia cultura pop está impregnada de soberanía popular. 

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