Las Universidades (se calcula que en el mundo hay unas 25.000) viven tranquilas con la solvencia que les otorga poseer el monopolio de la educación superior y la fuerza de ser las instituciones más antiguas del mundo junto con la iglesia católica (hay que remarcar que en España hay universidades con más de 800 años de antigüedad). La universidad más antigua del mundo nació en Marruecos (Fez), la Universidad de Al Qarawiyyiny, y su fundación data del año 859. Algunos puristas consideran que la universidad más antigua es una China fundada en el año 259 (Nankin) pero que no se la puede considerar como tal formalmente ya que no otorgaba un título oficial y su función era la de preparar a los estudiantes para las oposiciones de acceso a la función pública china de la época. La más antigua de Europa es la de Bolonia (1088) y le siguen Oxford (1167) y Cambridge (1209). La más antigua de España es la de Salamanca (1218) aunque la primera fue la Universidad de Palencia (1212). Cualquier universidad, aunque sea de fundación muy reciente, se siente amparada por estos antecedentes históricos. Es obvio que las universidades privadas son mortales ya que pueden desaparecer en cualquier momento como una empresa privada que no logra posicionarse bien en el mercado. Pero las universidades públicas suelen sentirse invulnerables e inmortales al formar parte del entramado institucional público aparentemente inalterable.
En el mundo contemporáneo esta sensación de inmortalidad es muy poco realista. Las transformaciones tecnológicas, económicas, sociales y políticas están generando un marco de inestabilidad general en el que también deberían sentirse aludidas las universidades (privadas y públicas). Algunos especialistas en análisis de prospectiva se han atrevido a afirmar que durante los próximos 20 años pueden desaparecer el noventa por ciento de las universidades que ahora hay en el mundo. Sin duda es una exageración pero ante este descalabro en forma de pronóstico deberíamos hacer algún tipo de reflexión. Pongamos algunos ejemplos de las contingencias que pueden poner en aprietos la supervivencia de las universidades clásicas:
- Las tecnologías emergentes están transformado los modelos docentes en educación superior por la vía de la formación virtual. Recordemos que la universidad con más alumnos en España es la UNED (unos 145 mil). También destacar que una universidad a distancia de carácter regional y formalmente privada como es la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) posee 31 mil alumnos. La formación a distancia antes era residual y complementaria a las universidades presenciales pero con los cambios tecnológicos se están convirtiendo en universidades muy competitivas e internacionalizadas. Un buen ejemplo de ello es la South New Hampshire University (EE.UU.) que solo durante el periodo de la pandemia ha incrementado en 40 mil alumnos y en mil empleados. Una universidad a distancia que durante los últimos 18 años ha pasado de unos dos mil alumnos a 180 mil y sus previsiones es llegar a 300 mil en los próximos tres años. Su éxito no solo reside en que sea una universidad a distancia sino en un método novedoso de formación personalizada que crea rutas formativas amoldadas a cada alumno tras una entrevista personal con uno de sus más de 300 asesores y con las respuestas a un cuestionario desarrollado junto a Google. Algunos estudios recientes consideran que las universidades que no apuesten por un modelo de docencia híbrido (al alimón presencial y virtual) tienen escasas expectativas de supervivencia (argumentos de Enrique J. Varela en su libro ¿Universidades Hibridas? publicada en 2021 por la Universidad de Vigo).
- Las empresas, en especial las más punteras y emergentes (ahora destacan las de la infoeconomía y en el futuro próximo las vinculadas al desarrollo de inteligencia artificial), cada vez son menos cautivas de los títulos universitarios oficiales. A estas empresas solo les interesa las competencias reales que atesoren sus futuros empleados y estas competencias se pueden adquirir también en formación no reglada que, en muchos, casos proporcionan algunas universidades pero también muchas instituciones no universitarias.
- Están apareciendo universidades acreditadoras que no imparten ninguna titulación sino que se limitan a oficializar formación no reglada que han ido adquiriendo los ciudadanos por su cuenta (vía MOOCs o vía cursos en organizaciones fuera del sistema universitario). Algunos empresarios consideran estas titulaciones tanto o más competitivas que los títulos proporcionados por universidades regladas, presenciales e institucionalizadas.
- Las grandes empresas vinculadas a la infoeconomía (destacan Google y Amazon) están ampliando sus estrategias empresariales penetrando en nuevos sectores que antes eran considerados como blindados por lógicas proteccionistas (por ejemplo la venta de medicamentos). Este tipo de empresas han manifestado que unos de sus campos de mayor interés comercial es la educación y, en especial, la educación superior. El cambio de paradigma de la educación superior puede ser espectacular y las universidades clásicas pueden quedar en una posición marginal.
- Hay grandes corporaciones empresariales que no están nada satisfechas con las contribuciones que realizan las universidades a nivel de aportar profesionales con las competencias que reclama el mercado. Es un divorcio clásico entre una buena formación de base y una formación meramente de carácter instrumental. Estoy de acuerdo que las Universidades no solo deben formar a buenos profesionales sino que su función esencial es formar a buenos ciudadanos. Por tanto, que exista un cierto divorcio entre los deseos de las empresas y lo que ofrecen las universidades es lógico o incluso sano. Pero durante los últimos años este desencuentro se ha agudizado y las distancias entre el mercado y el mercado universitario (especialmente el público) es enorme. El poder del mercado se podría imponer a corto plazo. Ya hay muchas corporaciones industriales que están creando sus propias universidades y España no va a quedar al margen. Por ejemplo, una importante empresa del automóvil se está planteando crear su propia universidad. En este caso esta empresa no va a conversar y negociar con las autoridades universitarias sino directamente con las autoridades educativas de primaria y secundaria que pueden optar por oficializar estudios superiores ajenos al sistema universitario tradicional. Si se produce un enfrentamiento serio entre las autoridades educativas y las autoridades universitarias no tengo ninguna duda sobre quién va a ganar la batalla: las autoridades educativas. Cada vez existe la percepción más generalizada que las universidades y sus autoridades viven un mundo idealizado, endogámico y corporativo que sintoniza mal con el mundo real. Cuidado que no solo el mercado nos puede arrebatar nuestro vulnerable monopolio sino que también lo pueden hacer nuestros gobiernos.
- Recordemos que las universidades tradicionales son altamente competitivas pero que esta competencia suele residir en actividades y resultados de investigación y que la externalidad negativa de esta tendencia es descuidar la docencia. La docencia, que es nuestra fuente de legitimidad social y de financiación pública, es cada vez una actividad más residual en un momento en el que están apareciendo serias amenazas de competencia. No es un hecho casual que durante los últimos años hayan aparecido en el paisaje universitario un volumen importante de nuevas universidades privadas nacionales e internacionales que las universidades públicas observamos con recelo pero con displicencia y superioridad ya que son centros que no investigan. Esto es cierto pero quizás son centros que cuidan mucho más la docencia y con una orientación instrumental de carácter profesionalizador que cada vez es más atractiva para las familias de renta media-alta.
- La única tabla de salvación de nuestras universidades es la investigación de excelencia. Pero este salvavidas también es muy endeble ya que competimos en un mercado en el que existe una gran competencia. Las propias administraciones han propiciado durante los últimos años la emergencia de grandes centros de investigación. Las universidades hemos pasado a tener un único competidor en materia de investigación (el CSIC) a tener muchos competidores muy potentes nacionales y autonómicos y de carácter público. Un ejemplo: la investigación más pujante en España se nutre de los fondos competitivos europeos. España sale bien parada en el contexto europeo pero si observamos las instituciones que logran más recursos éstas no son universidades pero sino centros de investigación (con el CSIC claramente a la cabeza). En las primeras posiciones están estos grandes centros de investigación ajenos al sistema universitario y solo unas pocas universidades compiten en la franja baja con estos centros (las politécnicas de Madrid y Cataluña, la UPF, la UAB y pocas más destacan). Por tanto, en el ámbito de la investigación también somos endebles y competimos en clara desventaja con estos centros de investigación.