Los malditos rankings y las Universidades españolas

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Ahora todo en el mundo está sometido al escrutinio y evaluación de los rankings internacionales. Antes estábamos acostumbrados a los rankings empresariales pero ahora esta lógica competitiva afecta a todos los ámbitos institucionales. Ahora hay rankings internacionales de calidad de vida, de calidad de los gobiernos, de calidad de los sistemas educativos nacionales, de la sanidad, del gobierno abierto, de la corrupción, de digitalización pública y privada, de avances en inteligencia artificial, etc. Por tanto, es normal que también existan varios rankings que posicionen a las diversas universidades del mundo.

Siempre me asombra que cuando aparecen los resultados anuales de alguno de estos rankings (como hay tantos suele ser cada tres meses) los medios de comunicación nacionales se estiran los cabellos al certificar de manera recurrente que no aparece ninguna universidad española entre las cien mejor posicionadas del mundo. Esta sensación de fracaso patrio también tiene su eco en la sociedad y en la política. En mi opinión esta depresión colectiva es un ejemplo más de impostura política, social y mediática. Es sorprende ya que parece que nadie en este país caiga en la cuenta sobre lo difícil que es ubicar una universidad autóctona entre las cien primeras del mundo si atendemos a los siguientes elementos:

  • En el mundo hay unas 25.000 universidades y, por  tanto, ubicar una universidad nacional entre las cien mejores es algo muy difícil.
  • Todos conocemos la potencia universitaria de EE.UU. y de Gran Bretaña. Poseen universidades con una larga tradición y con dotaciones presupuestarias que pueden llegar a multiplicar por veinte a las homólogas hispanas. De las 100 primeras del mundo hay 41 vinculadas a estos dos países. Tampoco es un tema menor que varios rankings sean impulsados por instituciones anglosajonas muy permeables a lógicas chovinistas.
  • Los otros países anglosajones como Canadá, Australia y Nueva Zelanda han seguido la senda de los dos países líderes de su mismo contexto cultural. Estos países emergentes, en el contexto anglosajón, agrupan 9 universidades más. Por tanto, el 50 por ciento de las cien primeras del mundo son anglosajonas.
  • Los pujantes países asiáticos están haciendo una apuesta espectacular en sus respectivos sistemas universitarios (China, Japón Corea, Singapur, Hong Kong Taiwan y Malasia) para ser competitivos a nivel mundial:  agrupan 28 universidades entre las cien primeras.
  • Por tanto, nos quedan poco más de 20 universidades a repartir entre la Europa Continental y  lo que queda del mundo: 4 Francia, 3 Alemania y Suiza, 2 Suecia y Holanda y 1 Dinamarca y Bélgica. Quiero llamar la atención que no aparece ninguna universidad de Italia (país con el que España se podría comparar).
  • Para tener una universidad de primer nivel mundial es imprescindible gozar de muchos recursos económicos. Hay tres formas de lograrlo: a) universidades privadas con gran prestigio con matrículas carísimas y unas muy altas donaciones altruistas (caso de Harvard y de la mayoría de universidades de EE.UU.). El endowment (donación) es una práctica casi inexistente en España; b) Universidades públicas financiadas generosamente precisamente con el objetico explícito de que aparezcan en posiciones destacadas a nivel mundial (China, Francia, Alemania y Países Escandinavos); c) algunos gobiernos nacionales han incentivado (casi obligado) a fusionar buenas universidades para que alcancen suficiente masa crítica y sinergias para poder competir a nivel internacional. Un buen ejemplo de esta estrategia es Francia que hasta hace poco tiempo ninguna universidad figurara entre las cien primeras del mundo y ahora posee hasta 4. El Estado francés, siempre tan atento a indicadores de prestigio y de grandeza, decidió fusionar universidades y financiarlas generosamente con el objetivo que salieran en posiciones significativas de los rankings. Por ejemplo, la histórica y conocida Universidad de la Sorbona de París, fundada en 1257, ahora compite en el sub ranking de las universidades jóvenes (universidades con menos de 50 años desde su creación) ya que la consideran “nueva” al haber sido objeto recientemente de una fusión.
  • La situación de España es la siguiente: las universidades privadas son muy débiles (con la excepción de la Universidad de Navarra y la Universidad  Ramon Llull) e incluso mediocres y se limitan a hacer negocio con las matrículas y su nivel de actividad investigadora es muy precaria y casi inexistente. Las universidades públicas están todas financiadas públicamente con una lógica totalmente equitativa: reciben recursos públicos similares en función del número de los alumnos matriculados. No hay ningún incentivo real hacia la excelencia ni ningún incentivo de país que apueste por algunas de ellas para que destaquen en el panorama internacional.
  • En España tenemos algunas universidades que están entre las 300 mejores del mundo: UAB, UB, UAM, UPF, politécnicas y cuando el listado se amplía a las 500 mejores aparecen bastantes. El nivel internacional medio de las universidades públicas españolas es muy alto y es casi un milagro si se tienen en cuenta los recursos de los que disponen. Solo hay que analizar las universidades foráneas que las acompañan (las que están más o menos al mismo nivel que las españolas en los rankings): todas tienen entre el doble y el triple de financiación que las hispanas. Si los indicadores tuvieran en cuenta los presupuestos en la fórmula para medir la eficiencia no hay ninguna duda que aparecerían un buen grupo de universidades españolas entre las cien mejores del mundo (entre 4 y 6).
  • Es muy raro encontrar universidades en posiciones destacadas en los rankings internacionales que posean un sistema de gobernanza desprofesionalizado y corporativo como el que poseen las universidades públicas españolas. Las mejores universidades del mundo no solo compiten en atesorar a los mejores investigadores sino también a los gestores académicos y gestores más solventes y competitivos.  
  • Un ejemplo de éxito en educación superior en España reside en la elevada calidad de sus escuelas de negocios. Hay tres escuelas hispanas (IESE, Instituto de Empresa y ESADE) que ocupan puestos muy destacados en los rankings mundiales. No solo entre los cien primeros del mundo sino entre los veinte mejores del mundo. Son escuelas privadas que se financian mediante las elevadas matrículas de sus estudiantes y con apoyos de grupos empresariales. Cuando hay recursos económicos nuestros centros universitarios son exitosos y competitivos a nivel internacional.

Desgraciadamente es fácil pronosticar que las universidades públicas españolas que ahora resisten en posiciones destacadas en los rankings internacionales van a ir perdiendo posiciones en los próximos años. La competencia mundial es feroz y muchos sistemas universitarios nacionales se están transformando para poder pugnar mejor. El sistema español de financiación sin incentivos orientados a la excelencia, de regulación uniformadora intrusiva y de gobernanza interna de carácter corporativo no son las mejores credenciales para poder competir con solvencia en el panorama internacional. Es un modelo, que opta por un igualitarismo, totalmente legítimo, pero que arrastra a todas las universidades hacia abajo.

1 Comentario

  1. Sr. D. Carles,
    soy ingeniero agrónomo del 87, de los que nunca ejerció como tal su profesión regulada sino que optó por hacer carrera internacional en consultoras tecnológicas líderes mundiales. Por temas tecnológicos he tenido relación con universidades públicas y privadas españoles, a diferentes niveles y en diferentes ámbitos. También he conocido universidades europeas del norte y centro de Europa. Lo único que puedo decir es que la universidad española está corrompida por su corporativismo decimonónico, por su ideologización y politización (en el peor sentido de ambos términos), por su claudicación moral como motor de innovación de la sociedad española, y por lo peor de todo: una aceptación brutal y sin rechistar de las toneladas de alumnos «inservibles» que defeca la EVAU anualmente hacia universidades provinciales insignificantes, con tal de llenarlas con algo distinto de profesores supervivientes. Ésa es la triste realidad que ningún partido político se atreve a cambiar. Mis hijos se preparan para estudiar en universidad pública de Holanda, Francia y/o Suiza. Las inglesas no puedo pagarlas. Y digo bien, universidades públicas, que me cuestan lo mismo que cualquier cutre-universidad de provincias española. Son universidades que no solo están en las Top 50, sino que simplemente cuando uno interacciona con ellas no tiene la sensación de estar en una ventanilla de la administración pública, sino en una organización con vocación y ganas de sobresalir. Se ve en cómo hacen el onboarding de alumnos y cómo los seleccionan, desde el primer momento uno siente que ha cambiado de planeta. Incluso los Politecnicos italianos (Milán, Turín) son líderes mundiales en ingeniería y diseño, y sí están en los Top 50 de rankings por ámbito académico (también suben algunas españolas). Todos los rectores españoles deberían ser cesados y sustituidos por profesionales apolíticos que tuvieran la decencia de primero concentrar la tropecientasmil ridículas universidades que pueblan los reinos de taifas de España y segundo salir a Europa y copiar qué hacen esas universidades líderes, y después, exigir a gritos un sistema al menos que garantice que la Universidad española, pública o privada, sea un motor de competitividad y no un lastre presupuestario autonómico. Ya sé que es pedir peras al olmo, pero desde ciertos ámbitos políticos heterodoxos vamos a seguir luchando para que esto ocurra, si no se ha descompuesto el país antes.

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