Misión urgente de los Ayuntamientos

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Vivimos un atribulado tiempo de pandemia. Un tiempo en el que pesa el dolor por las pérdidas de amigos. Tiempo en el que tratamos de mantener cierta confianza en el marco jurídico a pesar de presenciar cómo tantos postulados que creíamos sólidos se han evaporado (¿qué ha quedado de las proclamas de una Administración transparente?); tiempo donde regulaciones tan pensadas y minuciosas como las que rigen la contratación se han ignorado; tiempo donde las fuentes normativas vierten y vierten disposiciones sin mayor recato a su jerarquía, limitando derechos y libertades de los ciudadanos, sin ponderar las concretas circunstancias, sin atender a la colaboración entre Administraciones que deben actuar de consuno y con lealtad. Tiempo donde también el disparate ha encontrado acomodo, quizás para gastarnos una broma y que ensayemos una leve sonrisa, con la noticia de la supresión de los conocimientos matemáticos en las escuelas. Bien se ha señalado que la mal llamada “desescalada” es una “desescuelada”.

Pues bien, en estos tiempos funestos hay una urgente misión que deben atender los Ayuntamientos, a saber: recuperar los espacios.

La fantasía de que habíamos aniquilado el espacio con Internet se ha resquebrajado.

No voy a repetir aquí las cansinas ya por tan reiteradas ventajas de las nuevas tecnologías. Mucho debemos a Internet y a tantas iniciativas que han surgido en el ciberespacio. Durante este tiempo gracias a las buenas conexiones y a la ampliación de la cobertura y de la capacidad por parte de las empresas de telecomunicaciones no sólo se han seguido prestando los servicios esenciales sino que muchos hemos continuado desempeñando nuestras funciones y trabajos. Es más, hay que reconocer que la pandemia ha impulsado la Administración electrónica.

Sin embargo, tal desarrollo no debe obcecarnos tanto que, por un lado, ignoremos sus riesgos y, por otro, que es lo que en este momento me interesa, olvidemos la imprescindible necesidad de un adecuado espacio físico. La pandemia lo ha puesto de manifiesto. Y, en este ámbito, es esencial y urgente la actuación municipal.

En primer lugar, porque resulta inaplazable repensar las viviendas. Los periódicos nos han mostrado a quienes vivimos en un entorno rural las dificultosas condiciones en que algunos conciudadanos están sobrellevando esta época de confinamiento. Tantas leyes del suelo y de la vivienda, planes generales y estudios de detalle, un denso código técnico de edificación lleno de exigencias básicas para evitar la humedad o facilitar la eficiencia energética, y otras muchas disposiciones, ordenanzas y licencias…, para advertir cómo se han enclaustrado algunas vidas, en tan pocos metros, con escasa luz natural, sin una zona tranquila para poder trabajar o descansar o aislarse y sin poder contemplar una hoja verde… Urge un replanteamiento del espacio mínimo vital. Que en los diseños que vuelvan a trazar los arquitectos tengan en cuenta las exigencias actuales, que las cédulas de habitabilidad realmente acrediten las condiciones de salubridad, limpieza, holgura, una estructura agradable donde una familia no esté apretada.

Esto conduce a que hay que poner coto al constante incremento de densidad de población en poco espacio. Es amplia la península y no presenta especiales dificultades la orografía para seguir presionando el centro de las urbes con edificios cada vez más altos. De ahí que un ejercicio a considerar sea el de redistribuir tantas actividades económicas y profesionales por diversas localidades para evitar las mareas humanas, ahora que hemos comprobado que muchas pueden alternarse a través de Internet. Quizás así se adviertan las ventajas de la descentralización y el equilibrio interterritorial.

Hace unos días concluyó una convocatoria europea con el objetivo de facilitar el análisis de estrategias para lo que se acoge con un anglicismo de “aldeas inteligentes”. Pues bien, aunque sean muy pocas las localidades seleccionadas, nada impide que se reflexione sobre esas y otras estrategias y que la expansión que gozamos en los pueblos pequeños sea considerada y aprovechada para combatir las aglomeraciones.

Pero, todavía un asunto más. A mi juicio también relevante: los Ayuntamientos deben recuperar los espacios comunes. Frente al aislamiento que genera la hiperconexión han de ampliarse parques y zonas verdes, plazas y aceras, entre otras cosas porque se reclaman terrazas más amplias para cafeterías y bares, y habrá que adaptar nuevos espacios para la entrada a los establecimientos. Ha de favorecerse el acceso a aquellos lugares donde los vecinos se encuentren y sigan trenzando con sus conversaciones la comunidad, esa comunidad de intereses, aficiones, iniciativas y otras vivencias que entreteje el cañamazo de una sociedad rica.

En estos tiempos es la hora de recuperar espacios. Y, a mi juicio, son una vez más los Ayuntamientos los que están en mejor situación para atender a los ciudadanos. 

2 Comentarios

  1. Con mis respetos. Informese antes del estado de las cuentas municipales, y del triste panorama en el que trabajamos los funcionarios municipales, que obliga a externalizar un montón de servicios profesionales.

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