Los principios o axiomas teóricos en los que operan las organizaciones privadas implican una sociología organizativa eficaz, eficiente e innovadora. Para lograr esta eficacia los costes económicos, sociales y laborales son enormes en un proceso global de competencia y de pruebas y errores, éxitos y fracasos organizativos. No hay datos a nivel mundial sobre empresas que nacen y desaparecen, los datos suelen ser nacionales. Por ejemplo, en España hay un total de 1.312.263 organizaciones empresariales (Ministerio de Economía, 2019), (se dejan de lado los autónomos sin asalariados que representan 1.535.472). La mayoría son microempresas (menos de 10 asalariados): 1.135.054. Le siguen las pequeñas empresas (entre 10 y 49 empleados): 149.320. Las empresas medianas (entre 50 y 249 empleados son 23.402. Las grandes empresas (más de 25 empleados) solo son 4.487. En 2016 se crearon 99.231 empresas y, en cambio, no es fácil encontrar estadísticas sobre las que desaparecen. En todo caso, las estadísticas son contundentes y son prácticamente iguales en todo el mundo, aproximadamente el 75% de las Pymes (Pequeñas Empresas) que se emprenden cada año no llegan a los primeros dos años de vida y del 20% restante, solo un pequeño porcentaje llega al quinto año y aún un menor porcentaje llega a los 10 años. Y la gran mayoría de las Pymes que pasan del segundo año de vida, se mantienen en un estado de «supervivencia«, estancados en un ciclo de poco o nulo crecimiento y poca rentabilidad (Ladagga, 2016). Pero tampoco es extraño que desaparezcan empresas de grandes dimensiones que incluso, en su momento, dominaron el mercado. Es muy difícil calcular el coste económico y social de este cambio continuo en la trasformación impulso, muerte y renovación de las organizaciones privadas en una lógica de mercado competitivo. En todo caso, habría que suponer en teoría que a cambio de estos enormes costes económicos, sociales y laborales la sociología de las organizaciones privadas es capaz de alcanzar la máxima eficacia, eficiencia y capacidad innovadora a la hora de aportar bienes, servicios, valor económico y social a la sociedad. Al menos este modelo de sociología de las organizaciones de naturaleza darwiniano debería lograr la máxima capacidad organizativa global en función del momento tecnológico y de las limitaciones humanas.
En cambio, las premisas o axiomas sobre las que opera la sociología de las organizaciones públicas deberían configurar un rendimiento global mucho más discreto. La estabilidad, la falta de incentivos, las amplias zonas de confort deberían ser limitadores evidentes de su rendimiento y calidad organizacional. No existe en esta sociología pública darwinismo sino protección artificial de las especies organizativas, apenas se permiten pruebas organizativas de ensayo-error sino que las iniciativas organizativas suelen permanecer en el tiempo con independencia de su éxito y rendimiento. En definitiva, la gestión pública debería ser mucho peor (por no decir desastrosa) en comparación con la gestión privada.
De los análisis que comparan el rendimiento de las organizaciones públicas con relación a las privadas se infiere, en términos generales, que la gestión privada es más eficaz, eficiente e innovadora que la gestión pública. Pero esta posición no es unánime ni absoluta y tiene múltiples excepciones que muestran justo al revés: que es más eficaz y eficiente la gestión pública que la gestión privada: la sanidad sería uno de los máximos ejemplos a nivel mundial. Pero hay muchos más incluso que hacen referencia a la capacidad innovadora de la gestión pública. Huelga decir que con los principios y axiomas con los que opera la sociología de las organizaciones la innovación y la gestión pública debería ser un oxímoron.
Todos estos análisis y conclusiones que comparan la sociología organizativa privada con la sociología institucional son discutibles ya que es muy difícil de objetivar y se basan en concepciones ideológicas opuestas. Quizás sea más modesto afirmar (para que esté fuera de toda discusión o visión subjetiva) que las diferencias y distancias entre la eficacia, la eficiencia y la innovación entre la gestión privada y la gestión pública no son siderales y ni tan siquiera enormes, sino que son diferencias, en la mayoría de los casos, medianas o pequeñas y, en algunos casos, inapreciables. Vistas las grandes diferencias entre los principios y axiomas de la sociología de las organizaciones privadas y los principios y axiomas de la sociología de las organizaciones públicas que las distinciones a nivel de su rendimiento y capacidad no sean enormes constituye una gran paradoja teórica que quizás a muchos se les ha escapado a muchos analistas.
Para argumentar esta paradoja solo hay dos hipótesis o argumentos posibles que, además, no son excluyentes:
- El modelo duro darwiniano bajo el que operan las organizaciones privadas tiene un rendimiento discreto en relación con los elevados costes económicos, sociales y laborales que genera.
- El modelo blando protegido y regulado bajo el que operan las organizaciones privadas no genera tantas externalidades negativas como, en teoría se podría suponer. Incluso elementos organizativamente perversos como la incapacidad de asegurar un liderazgo organizativo pleno (como es el caso de la debilidad y alternancia del liderazgo político) no afectan de una manera clara hacia un bajo rendimiento.
Estas dos hipótesis de carácter estrictamente teórico pueden parecer poco originales, pero si se piensa con detenimiento rompen con principios y axiomas que forman parte desde siempre del acervo organizativo e incluso popular. Por una parte, afirmar que el modelo de competencia entre las organizaciones privadas no tiene un rendimiento brillante a tenor de los enormes costes que implica podría cambiar el paradigma de estudio de las organizaciones privadas. Por otra parte, afirmar que las organizaciones públicas no funcionan tan mal en relación con las privadas, a pesar de la enorme rigidez de su sistema, también modifica los paradigmas de estudio de las organizaciones públicas. Observemos como cambia el enfoque de algunos principios o axiomas organizativos:
- La estabilidad derivada de una estricta regulación no implica necesariamente incapacidad de adaptación, déficits en innovación y gestión eficaz y eficiente.
- El liderazgo de las organizaciones sigue siendo un ítem importante pero no es tan crucial como solía pensarse. Organizaciones públicas con cambios de líderes constantes y desprofesionalizados son capaces de operar de manera eficaz y eficiente.
Buen melón ha abierto usted aquí. Daria para un tratado de miles de páginas y aún así nunca pondríamos de acuerdo a los ideólogos de ambos lados. Personalmente creo que lo público tiene la ventaja de la redistribución de la riqueza mientras que lo privado tiene una mayor capacidad de generar riqueza como aunque esto además de los costes que usted indica también conlleve unos enormes costes medioambientales. Por ejemplo, entre dar una concesión de limpieza a una empresa privada o constituir un servicio municipal, en el primer caso el empresario afortunado se va a llevar una buena tajada de los costes que soporta la administración, mientras que sus trabajadores pueden estar soportando sueldos bajos. Esos sueldos podrían mejorarse si el servicio fuera municipal y la población se ahorrarse el intermediario.
Por otro lado, si comparamos la riqueza que genera un país de capitalismo duro, como puede ser Estados Unidos, con la que generan los países de «economías públicas», como pueden ser Cuba o Corea del Norte, vemos que no hay color. En estos últimos teóricamente hay una perfecta distribución de la riqueza pero, etc da práctica, ¿que distribución puede haber si nadie crea riqueza?
Así que igual es que no hay que elegir entre el pacífico, lento y vegetariano elefante y la despiadada y veloz pantera, porque cada uno tiene su papel y su función en la selva.
Como se indica en el artículo, por regla general «el rendimiento de las organizaciones públicas con relación a las privadas se infiere, en términos generales, que la gestión privada es más eficaz, eficiente e innovadora que la gestión pública». La excepción es la sanidad y tiene una explicación muy sencilla. La salud no tiene precio, por lo tanto, es muy difícil que el mercado encuentre un punto de equilibrio que no sea extremadamente alto, algo que ocurre en Estados Unidos, donde las familias se endeudan para conseguir un tratamiento médico, en muchos casos mediocre. La oferta pública de servicios sanitarios garantiza que, al menos, todo el mundo tendrá cubiertas sus necesidades básicas. En países avanzados, la cobertura médica alcanza tratamientos muy caros, como el cáncer. Enhorabuena por el artículo, que se nota que está escrito por un académico y no por un político, ya sea de izquierdas o de derechas.