Recorte funcionarial y UniversidadesLos medios de comunicación nos han trasladado unas declaraciones, de momento no rectificadas, de la señora Vicepresidenta económica del Gobierno, en las que señalaba que la intención del Ejecutivo era recortar gastos de personal por la vía de la reducción de la oferta de empleo público, llegando a precisar que por cada diez funcionarios que se jubilen este año, sólo se repondrá uno.

Algunos pasos se vienen dando en este sentido, ante la magnitud de la crisis: según lo ya pactado con los sindicatos, el total de plazas públicas no superará este año el 15% de la tasa de reposición y se concentrará en los sectores que se consideren “esenciales y prioritarios”. Es más, esta limitación, según lo acordado, no se aplicará al ámbito de la Justicia, la Sanidad, la Educación, las políticas de empleo, las instituciones penitenciarias o los municipios de menos de cincuenta mil habitantes. Ya veremos.

En cuanto a las retribuciones de los empleados públicos, que la Ministra de Economía y Hacienda dice que “de momento” no se van a tocar, pese a la rumorología que apunta a congelaciones o, incluso, revisiones a la baja, la versión oficial apunta a que para este año ya se ha pactado un incremento del 0,3% que, según cálculos del Gobierno, supone un coste aproximado de 50 millones de euros y que, en un ejercicio de optimismo, el Ejecutivo se compromete a compensar en 2012 la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, si ésta se produjera.

Partiendo de que es cierto que los funcionarios, con todos los matices y grados que procedan, somos unos privilegiados en los tiempos que corren, no deja de ser interesante adentrarse en los foros abiertos a pie de noticia en la prensa digital, para ver qué opina la ciudadanía acerca del trato que recibimos los funcionarios públicos y la amenaza velada de un recorte de nuestros ingresos. En general, quienes realizan comentarios se dividen, como es fácil de predecir, entre quienes consideran que ya estuvo bien de canonjías vitalicias en favor de un colectivo tan numeroso como poco eficiente y quienes –justo porque el gremio es multitudinario- entienden que lo fácil para cualquier Gobierno es cebarse con los que perciben una nómina pública, frente a quienes ingresan cantidades exorbitantes, a veces de forma poco clara, por no decir opaca. No les falta razón a los primeros y hasta algunos tienen la decencia de distinguir quién ha acreditado capacidad y mérito para acceder a un cuerpo y quién es el simple destinatario de una decisión digital “de confianza”. Y tampoco están ayunos de lógica quienes se quejan de que los empleados públicos, con ingresos, retenciones fiscales y cuotas a la Seguridad Social transparentes, son siempre el recurso a mano del que tirar cuando pintan bastos.

Si ya se ha visto que el Parlamento, unido, arropa a un ministro que se atreve a limitar los escandalosos emolumentos de los controladores aéreos, quizá lo acertado, ética y económicamente, sería dar un paso más en la vía intervencionista y gravar con porcentajes excepcionales las no menos singulares indemnizaciones y jubilaciones de ex banqueros y demás directivos de la macroeconomía. O destinar más medios a perseguir férreamente ese fraude fiscal que está a la vista de todos, menos –parece-, de los que tienen que reprimirlo. Y levantar, en consecuencia, todos los tinglados de la economía sumergida que, no nos engañemos, no es la del parado que hace chapuzas, sino la que contrata con redes de inmigración ilegal y blanqueo de dinero. Los frutos de inversiones de ese tenor se notarían rápidamente a poco que luego se fomentara que el nicho dejado por esa golfería fuera ocupado por emprendedores y mano de obra que respetaran leyes y reglamentos. Pero hay muchos intereses en juego y no pocos temores a los poderes fácticos del momento; por lo que, lo cómodo, es esperar a ver si escampa y soplan otros vientos en la economía mundial que nos pillen de camino.

También suenan voces, hora era, que ya dicen sin temor que no es que sobre contenido, personal y material, en las Administraciones, sino que sobran muchos continentes. Que ya estuvo bien de los más de ocho mil municipios; de los romanticismos del concejo abierto; de unas comarcas o mancomunidades que en vez de suponer economías de escala al municipalismo incrementan no pocas veces el gasto público; de diputaciones y próximos sucedáneos con multitud de miembros y pocas funciones; de un sector público autonómico totalmente desmedido y de una Administración estatal que no ha adelgazado en lo organizativo de modo parejo a lo competencial.

Pero siendo lo anterior bien cierto aún es más gráfico el desparrame universitario, con perdón de los magníficos rectores. Nadie duda que el modelo del tardofranquismo, cuando hasta 1968 en que se crean las dos Universidades Autónomas de Madrid y Barcelona, sólo existían doce instituciones académicas superiores públicas y cuatro privadas, era pobre e insuficiente. Sobre todo porque estábamos en plena explosión demográfica –el mítico baby boom– y no era cuestión de desbordar centros que ya estaban muy masificados. Pero desde aquel año en que replicamos al mayo francés con la victoria en Eurovisión o la independencia de Guinea, hasta la muerte del dictador, coincidente con el descenso de los nacimientos, se crearon nada menos que once universidades públicas. Y desde que hay elecciones libres en este bendito país, hemos incrementado la relación con más de cuarenta y cinco universidades, pese a que, las creadas en los últimos años –muchas de ellas privadas- no aguardan a los niños del desarrollismo, graduados tiempo atrás, sino a la generación con la tasa de natalidad más baja de la historia. O sea: planificación, cero.

Que hoy haya muchas más universidades en España que Institutos de Enseñanza Media en los años treinta del pasado siglo, no creo que sea necesariamente algo digno de aplauso. Acercar la enseñanza superior al pueblo no significa llevarla a cada pueblo, sino crear estructuras suficientes, especializadas, de tamaño adecuado, de calidad contrastada y accesibles en virtud del principio de mérito y capacidad, con independencia de los recursos económicos de cada quién. Una universidad no se improvisa si no se quiere bajar el nivel docente e investigador. Y es imposible que haya setenta y tantas universidades de élite compitiendo en todos los campos del saber.

Si hoy en día no hay estudiante sin opción de pasarse un año –o más- fuera del país, con una beca Erasmus o similar, no tiene mucho sentido que las mismas ínfulas con las que se viaja para estar un curso en la Europa nórdica no se tengan para estudiar una carrera a cien kilómetros de casa en una institución potente. Porque las Universidades, aunque muy pocas sean de excelencia (ya se ha visto la corta selección de campus así calificados), cuestan un dineral. Las privadas lo repercuten en las matrículas, pero las públicas, sólo en un ínfimo porcentaje. Es decir, la diferencia entre tasa y coste real sale de los impuestos de todos, incluidos los que nunca han estudiado ni lo harán. Y no parece muy justo.

Y ni justo ni necesario son tantísimos cargos de vicerrectores, directores de área, decanos, vicedecanos, secretarios, vicesecretarios, gerentes, vicegerentes y como se llame el invento añadido en cada latitud. Porque, además, cada universidad suele estar desconcentrada en varios campus con delegados periféricos, como Dios manda. Y también hay Institutos y numerosas Fundaciones con empresas que, a veces, lejos de propiciar mecenazgo suponen más gasto y otros chiringuitos sin cuento que repelen a cualquier mentalidad austera. Porque, de otra parte, se nos dice que seguimos retardados en investigación puntera en muchos campos y no parece que esta política ayude a concentrar esfuerzos.

Se anuncia que no habrá recorte en la educación y bien está. Pero eso no significa tirar el dinero por mil sumideros sino concentrarlo y lograr políticas ambiciosas de investigación y docencia de alta calidad que abra mercados a unos graduados en condiciones de competir en la selva laboral. Nadie en su sano juicio disminuiría la inversión en oncología, tutela ambiental, energía u otros campos tan vinculados a la subsistencia humana. Pero como los recursos son escasos, mejor es tener pocos grupos competitivos que muchos equipos mediocres. Porque la sociedad que paga la investigación pública y la enseñanza superior debe saber, si es que aún lo desconoce, que hay muchas asignaturas en las universidades españolas donde hay más profesores que alumnos. Incluso más catedráticos que estudiantes. Y que los magníficos rectores, presionados por el personal en formación con expectativas muy legítimas, siguen incrementando plantillas sin apenas criterios de racionalidad. ¿Que si sobran universidades en España? No tengo duda –y perdón si ofendo- que más de la mitad. Algunas, en ciertas titulaciones, no tienen ni clientela, pero ahí siguen. ¿Que si sobran –o sobramos- profesores? Tampoco me cuesta decir que sí, por más que ahora intentemos ampararnos en los grupos reducidos de los planes Bolonia para demandar, incluso, más docentes.

Por irresponsables que seamos yo no me imagino que si un municipio pierde población continuamente se divida en dos. Habrá que buscar fusiones y no segregaciones. Pero en la Universidad se ha hecho justamente lo contrario de manera tan localista como irresponsable. Y ahora a ver quién le pone el cascabel al gato y se atreve a refundir o suprimir establecimientos de enseñanza superior. Me temo que nadie; que seguirá creciendo la nómina de profesores y de titulaciones con un número mínimo, ridículo, de alumnos y que esta deriva frívola tendrá que seguir siendo asumida por todos los contribuyentes. Porque, además, es políticamente incorrecto pedir reducción de funcionarios docentes o amortización de sus plazas cuando se jubilen, lo que no ocurre en otros ámbitos administrativos.

En Francia el número de universidades también creció de setenta y cuatro en 1990 a ochenta y seis en la actulidad. Pero también está practicamente culminado, entre las tres universidades de Estrasburgo, un proceso de fusión, para lograr una sola universidad de cuarenta mil alumnos y dos mil quinientos profesores investigadores, que no está nada mal. En Lyon, Grenoble y Nancy se lleva tiempo hablando de fusiones. Piénsese que, en Île-de-France, la región parisina, hay diecisiete universidades, repartidas –o dispersas- en ciento ochenta emplazamientos o campus, que encarecen al máximo el sistema y que albergan a más de trescientos cincuenta mil estudiantes.

Donde las fusiones de universidades se multiplicaron fue, en los últimos lustros, en Holanda dando como resultado instituciones que, en ocasiones, han desbordado la cifra máxima recomendable de alumnos, que los expertos sitúan en treinta mil. Pero en todo caso ha habido debate social acerca del modelo, del intercambio disciplinar en los campus; de la preferencia generalista o especializada… Aquí en España nadie se atreverá a invertir un proceso errático porque poner en tela de juicio la subsistencia de un centro universitario ruinoso es un auténtico tabú. Particularmente, aunque me excomulguen mis colegas, me atrevo a romperlo. No es ya que haya que cortar el grifo; es que hay que poner fin a una fuga interminable, a una vía de agua que nos lleva al desastre presupuestario sin que la atomización institucional y la política ilimitada de personal hagan a los españoles más sabios y a la nación más puntera en los rankings de investigación.

7 Comentarios

  1. Se observa un contraste muy marcado entre el altísimo número de Universidades y de universitarios españoles, por una parte, y su mediocridad académica e investigadora, por otra. Lo cual me lleva a pensar en que quizá la Universidad española tenga otras funciones sociales diferentes de las que cabría esperar y que como es «lógico», tenemos que costear entre todos con dinero público, como por ejemplo:

    1) Grandes Almacenes de jóvenes tarambanas que no conviene tener todo el tiempo en casa, en la calle o en las listas del Paro.

    2) Locales de Alterne donde se pueda colocar a chicas aplicadas, sin que pasen por traumáticas Oposiciones.

    En cualquier caso, yo veo demasiadas Universidades provincianas, demasiados universitarios de baja estofa, demasiadas carrerillas, demasiadas asignaturas, demasiados planes de estudios, mucha burocracia y en el fondo: una Universidad «moderna» por fuera y profundamente anticuada por dentro; sobre todo si nos fijamos en lo que se enseña y se estudia, en cómo se enseña y se estudia, en para qué se enseña y estudia y en lo que se hace con lo que se enseña y estudia.

    La Universidad española cuesta mucho dinero público que se tira por ejemplo, cuando hay: grandes tasas de abandono en las Carreras, prolongada permanencia en sus aulas y desempleo o subempleo subsiguiente a los estudios universitarios, por devaluación de los títulos o inadaptación de los mismos a las necesidades de la Sociedad.

    En mi modesta opinión, la Universidad española casi no merece ser llamada de tal forma, y propongo que la llamemos Escuela de Graduación, pues en el mejor de los casos, no es más que un Quiosco donde venden títulos de especialista, para que prueben suerte dentro del Mercado de Trabajo, unos cheposos que conocen mucho de casi nada y casi nada de todo lo demás. Dejemos el nombre de Universidad para Instituciones serias y exigentes donde se hace innovación o se trabaja la Ciencia con la excelencia más elitista, y para los venerables centros que forman a seres humanos enteros y armónicos cargados de valores, en los que se cultiva el espíritu y en los que se enseña a pensar, con la transmisión de saberes desinteresados, como aquella Universidad Libre de Berlin, donde ya en los años 40 no había ni asignaturas y en cambio había Grandes Maestros hablando sobre diversos temas, a quienes podían escuchar libremente los alumnos, a los cuales simplemente se les decía:

    • He visto que los recortes por la crisis, también han afectado a este Blog, hasta el punto de que se han eliminado no solamente los títulos de los comentarios, sino incluso trozos enteros de los mismos, como pasa por ejemplo: con el final del primer comentario en este caso.

      No sé si se trata de censura selectiva, encubierto ataque a la propiedad intelectual o simple chapuza hispánica, pero considero que los participantes en este Blog, merecemos como mínimo, alguna explicación del Administrador.

  2. Desgraciadamente tienes mucha razón. Y lo de la permanencia, costosísima e infinita de los estudiantes malos en las aulas, es un bochorno. Me consta de un sitio en el que recientemente se quiso poner un poco de orden y saltaron como resortes los alumnos político-profesionalizados y los sindicatos a decir que nones. Que debía costar lo mismo la primera matrícula que la 45ª, porque, de lo contrario, sólo los papás de los ricos podrían mantener a sus vástagos vagos en la universidad. Auténtico. Un saludo.

  3. Antes había que mantener en la Universidad a hijos vagos de los ricos, pero ahora tenemos que mantener también ahí, a hijos vagos de todas las clases sociales.

    Enhorabuena por tu artículo, va siendo ya hora de poner algo de luz y de ojo crítico, en zonas oscuras e intocables de la Sociedad española.

    Un saludo.

  4. En lugar de dar ayudas millonarias a los bancos y reducir la oferta de empleo público, deberían haber destinado ese dineral a crear empleo público. Con ello se hubiera evitado que tanta gente esté en el paro; los nuevos empleados públicos estarían en condiciones de gastar y se reactivaría la economía. Hasta los bancos se beneficiarían de rebote, pues mucha gente con nómina pública les pediría préstamos, que es su negocio.
    Esto es el mundo al revés.

  5. No había tenido la oportunidad de darme cuenta del regreso de Francisco González Benito, celebro tu participación en espublico. Y sí, han estado ocurriendo una serie de errores en el blog. Por ejemplo, el penúltimo escrito, ¿Fiscalización fallida? El administrador se atrevió a modificar el contenido y eliminar las referencias. Y durante varios días intente enviar otro artículo vanamente sin obtener respuesta ni la atención del administrador, tuve que enviarlo a la dirección de la fundación donde amablemente me atendieron, pero creo que al administrador le falta experiencia y trato para con los participantes del blog, ojalá que el cambio de imagen de espublico vaya aparejada con una atención respetuosa y de calidad a los usuarios.

  6. Hola Mario.

    Hay otro recorte que no sé si habéis notado y es que dentro de alguna categoría, por ejemplo «Hacienda Local», han desaparecido la inmensa mayor parte de los artículos archivados y solo han quedado unos cuantos en la plana inicial de la categoría.

    En fin, ya decía Richard Ford que España es el país de lo imprevisto.
    Yo diría también que es el País de las preguntas y las quejas sin respuesta.

    Bueno Mario, yo no sé si tendré la paciencia de seguir participando en un sitio donde a uno le quitan, le rompen o le esconden los trabajos. En cualquier caso, te mando un abrazo en medio de la chapuza y el desconcierto, mientras se nos ocurre alguna forma de protestar y actuar contra la Administración de un Blog que ni responde, ni rectifica y solo nos ningunea.

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