Rumorotrones y convicciones

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Rumorotrones y convicciones

La opinión que los demás tienen de nosotros es importante para uno mismo desde el punto de vista psicológico, en realidad formamos la opinión de nosotros mismos a partir de la imagen de los demás. Para una adecuada salud mental, y por mucha personalidad que se tenga, todos deseamos y necesitamos contar con al menos cierto grado de aceptación social de las personas que nos rodean y tratamos de lograr un entorno en el que ser apreciados. Es un hecho por lo tanto que todos empleamos mecanismos claros o menos claros para lograr esa aceptación social, bien consciente o inconscientemente.

Nuestros políticos no son ajenos a ello y podemos ver día a día de lo que algunos pueden ser capaces para mantener su imagen; al fin y al cabo su posición de alcalde, concejal o diputado depende en gran medida de lo que los demás piensen de ellos, esa opinión positiva que les sirvió para acceder a su cargo, deben revalidarla cada cuatro años mediante una opinión directa global del ciudadano, con un mecanismo que se llama voto y dentro de un sistema (a priori) democrático. Por lo tanto lo que pretende al fin es aceptación, que si bien se aprecia en los detalles de las relaciones diarias,  cuando se manifiesta con toda su fuerza y crudeza es en las elecciones.

Puedo entender consecuentemente que el político, como persona, enfoque las más de las veces sus actos a agradar al personal; eso es algo que hacemos todos en la vida diaria y el comportamiento de un alcalde como persona no es distinto que la del resto de las personas, refleja a la propia sociedad.

Sin duda es positivo tener en cuenta las opiniones de los demás, en muchas ocasiones nos pueden indicar si nuestro comportamiento social es o no el adecuado desde el punto de vista de lo que se espera de nosotros. Problema distinto es que si el comportamiento global personal se hace depender en exceso de lo que uno cree que se opina de él, se puede legar en ocasiones a adoptar actitudes patéticas, por cuanto denotan escasez de argumentos e inseguridad y, al fin, gregarismo, lo contrario de lo que se espera de un líder comunitario. De repente parecen desaparecer las convicciones que uno creía que tenía porque, al socaire de la crítica recibida, se cambia el rumbo ciento ochenta grados, no por cambiar a otra idea mejor (todos tenemos derecho a cambiar de opinión), sino por inseguridad personal.

El sabio refranero hispano dice que nunca llueve a gusto de todos, lo cual es lacónicamente cierto y no se hace preciso más explicaciones. Es decir, en este caso el Alcalde puede que tome decisiones que no a todos les van a gustar, probablemente por muy diversas razones:

– Porque está realmente equivocado.

– Porque cae mal personalmente y cualquier cosa que diga o haga va  a ser ferozmente criticada.

– Porque el que opina es de otro partido y por definición cualquier cosa que diga o haga va  a ser ferozmente criticada.

Así pues debe aprenderse cuanto antes que no es necesaria la aprobación de los otros para sobrevivir, ni personalmente, ni en política, salvo excepciones, claro. Alguien dijo que e fracaso es simplemente la opinión que algunos tienen de cómo deben hacerse las cosas.

En la pequeña política local me consta por muchos compañeros que la opinión espontánea que Alcalde o Concejal se encuentran o pillan por la calle o en el bar les hace un efecto ciertamente, en mi opinión, excesivo. Qué cierto es lo de que el Ayuntamiento está cercano al ciudadano.

En muchas ocasiones he pensado que si tuviese un amigo inventor le pediría que inventase un aparato que se podría llamar ‘Rumorotron’ y que serviría para dejar constancia del “me han dicho que…”  con una especie de medidor de crítica-satisfacción de  0 a 10. En esta época digital es una idea obsoleta porque el medidor crítica-satisfacción ya existe y de alguna manera también la web, los comentarios en la red y los emilios traducen a palabras todas esas informaciones y opiniones que, no por ello, dejan de circular.

Es importante que a uno le aprecien, sin duda, pero quizás habría que intentar mantener algo más firmemente las convicciones pese a las críticas, algo que a medio plazo se aprecia por todos. A qué Alcalde no le gustaría oír esa frase de  “¡Viva el señor Alcalde, porque nosotros somos contingentes, pero él es necesario!” que decía un vecino en esa excelente y surrealista película de Cuerda que es “Amanece que no es poco”.  Pero a veces eso de esperar vivas es, simplemente, imposible. Como dice Julián Marías en “Tratado sobre la convivencia. Concordia sin acuerdo”, los esfuerzos que se hacen por contentar a los incontentables suelen descontentar a los que son capaces de ser contentados o, acaso están ya contentos… Es posible que un partido, por sus complacencias con los que siempre le serán hostiles, adquiera una imagen falsa, que puede desalentar a los que sentían estimación y adhesión hacia él…”

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