En estos últimos días han concurrido, probablemente de manera inocente, sin ninguna intención premeditada, imágenes contrapuestas de grandes ciudades. Por un lado, aquellas que ilustraban los preocupantes índices de contaminación atmosférica y los anuncios de medidas de restricción del tráfico: unas grises boinas que sustituían el cielo que siempre se pinta de azul. Por otro, la simulación de unas futuras vistas de París si llegara a realizarse el proyecto de un célebre arquitecto. Unas altas torres se presentan como exuberantes jardines verticales. La rúbrica, la ya conocida de “smart city 2050«, acompañada por los anuncios de que los edificios construidos con materiales biológicos, que serían eficientes, sostenibles, fomentarían la fotosíntesis, el autoconsumo energético…
Sin duda París, como tantas grandes ciudades, será distinto dentro de treinta y cinco años. Pero sin esperar a cumplir más años deberíamos anticipar algunas propuestas que se envuelven con esa atractiva etiqueta de lo “bien hecho” que ha de decirse en inglés para llamar la atención.
Es cierto que desde hace tiempo se suceden los programas para planificar el desarrollo de las mejoras en la calidad de vida urbana: sensores de tráfico, información sobre el transporte público o los índices de contaminación, renovación de los puntos lumínicos, dispositivos para conocer la capacidad de los contenedores…, y nuevas aplicaciones que se resumen en la utilidad del “Internet de las cosas”. Son muchos también los foros y encuentros, así como otras iniciativas de las que se ha dado cumplida cuenta en este Blog. Pero junto a las previsiones normativas, junto a la firma de “Agendas municipales 21″ y otras novedosas propuestas impulsadas por las tecnologías y las energías renovables, la visión de los arquitectos con sus edificios verdes podrían ser asumidas ya por los Alcaldes.
Y es que muchos vecinos contribuyen con modestas macetas a poner un punto verde en la perspectiva urbana. Multiplíquese esa iniciativa y foméntese por los Ayuntamientos la perspectiva verde de la ciudad. “Adopte un arbusto” o “un nuevo huésped para su terraza” serían junto con otros anuncios oportunas propuestas municipales. El tiempo acompaña y la nueva estación puede abrir brotes de colores.
Pero no debería quedar en esas asequibles medidas en verde el impulso municipal. A mi juicio, debería ser sólo un inicial entrenamiento para dirigir los esfuerzos públicos en una encomienda más compleja. Hacia otra imagen y ya no de grandes ciudades.
La presión de la urbanización ha dejado algunos cadáveres grises en el paisaje, en zonas que no necesitaban de esos sueños de jardines verticales porque era un continuo verde de paseos y bosques. Sin embargo hay fantasmas que han hecho huir los verdes: proyectos urbanísticos paralizados, estructuras aisladas, urbanizaciones frustradas, zonas desiertas, bloques abandonados… Una acertada llamada de atención fue la obra de Julia Schultz-Dornburg de “Ruinas modernas. Una topografía del lucro”. Tras ella, varios investigadores universitarios, así como distintas asociaciones impulsan la catalogación de esos “cadáveres inmobiliarios” para que, completando una mínima información, se puedan reconsiderar las posibles soluciones.
No es fácil ya que no se requiere la aprobación de ninguna nueva Ley del suelo. No es fácil porque en muchos casos sólo parece posible el derribo y el intento de restaurar el paisaje. En todo caso, quedan las imágenes para aprender.