A segunda división…B

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No pasa ninguna semana sin que la prensa nos sorprenda con una mala noticia sobre la calificación de la deuda de España según las diferentes agencias internacionales, y, por desgracia, cada una es peor que la anterior; casi todas han seguido un proceso parecido: revisar el “rating”, rebajarlo un escalón diciendo que la perspectiva es negativa, bajarlo nuevamente, y así un trimestre tras otro.

Y claro, como dice el refrán, tanto va el cántaro a la fuente, que por fin se rompe. Ya estamos en segunda división… pero segunda B, si se me permite utilizar el símil futbolístico. En esta ocasión, la última agencia en darnos la mala noticia ha sido Moody´s, que ha dejado la nota en un nivel equivalente al de sus dos colegas, con un argumento que puede resumirse en tres ideas esenciales:

Primero, se duda seriamente de que Europa haya resuelto la crisis financiera con los últimos acuerdos alcanzados, y ello puede generar tensiones muy serias para que los países peor situados, entre los que figura España, obtengan liquidez; este argumento ha servido también para poner en perspectiva negativa (es decir, que en la próxima revisión bajará) la nota de Francia, Austria, Malta, Portugal, Eslovaquia, Eslovenia, Reino Unido y, por supuesto, Italia y Portugal.

Segundo, el saldo fiscal del ejercicio pasado fue peor de lo que esperaba el Gobierno, especialmente en el epígrafe de comunidades autónomas, y el desfase elevará aún más la necesidad de ajustes adicionales de este año: la agencia estima que para cumplir el plan de convergencia, la desviación de 2011 exigirá este ejercicio un ahorro de 43.000 M €, casi 4 puntos porcentuales del PIB, y, como referencia, el ahorro conjunto de 2010 y 2011 lo cifran en 27.000 M €, es decir, que se necesita hacer en un año un esfuerzo de ahorro equivalente al de dos años anteriores que ya, de por sí, fueron duros.

Por último, las expectativas de crecimiento en toda Europa y, por tanto en España, son pesimistas, lo que significa más dificultad todavía para corregir los desequilibrios; de hecho, la agencia considera que nuestra economía está a punto de entrar nuevamente en recesión, con lo que difícilmente se alcanzará el objetivo autoimpuesto.

Como siempre, los críticos de las agencias de calificación han cargado las tintas contra el mensajero, culpándole de la situación de tantos países como están atravesando dificultades. Yo, por mi parte, no voy a decir otra vez lo que en tantas ocasiones he comentado sobre la misión de las agencias de calificación. Simplemente me gustaría señalar que, si en estos momentos hiciéramos una hipotética clasificación de la deuda pública de los principales países del mundo como si se tratase de la Liga de fútbol, produciría el siguiente resultado:

En primera división, con la nota más alta posible: Alemania, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Luxemburgo, Holanda, Nueva Zelanda, Noruega, Suiza, Suecia, Australia, Singapur, Isla de Man; y con perspectiva negativa: USA, Reino Unido, Francia y Austria.

En lo que denominaríamos segunda división podríamos establecer tres escalones: aspirantes al ascenso: Hong Kong y Estonia; en la zona templada: Kuwait, Polonia, Quatar, Eslovenia, Estonia, Emiratos Arabes y Bermuda; en la zona de descenso, y por orden de clasificación: Chile, China, Japón, Islas Caimán, Taiwan, Arabia Saudí, Malta y Bélgica.

Y en segunda B, por no decir tercera división, el siguiente grupo (también de situación menos mala a más complicada): Israel, Corea, Chequia, Omán, Polonia, Eslovaquia, Eslovenia, Pakistán, Bahamas, Malta, Sudáfrica, España e Italia.

Portugal está seis escalones más abajo en la clasificación y Grecia otros siete más atrás todavía.

La simple lectura de los tres niveles resulta clarificadora y produce tristeza; hubo un tiempo, antes de la crisis, en el que la deuda pública española competía en la primerísima división, codeándose entre los títulos más apreciados por los inversores, bastando un reducido tipo de interés para colocar en los mercados la cantidad que necesitase el Tesoro Público en cada momento. Sin embargo, ahora el atractivo de la deuda ha caído a un nivel muy bajo, bastante alejado de los países del entorno con los que nos gusta codearnos y que se nos compare, y como mucho, sólo podemos aspirar a no seguir cayendo para que, si se hacen bien los deberes, otro año empecemos a pensar en un posible ascenso a una zona más templada del mismo grupo.

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