Concluía en la primera parte de este artículo que el conflicto latente en las sociedades occidentales y probablemente con mayor impacto en Europa que no están sabiendo atajar los poderes públicos, no solo la sensación o la impresión, sino la constatación por parte de la población de que junto a medidas restrictivas en la financiación a particulares y pequeñas empresas, aumento del paro, recortes salariales y en los gastos sociales, etc… , surgen noticias relativas al aumento de beneficios de empresas y al ascenso de los sueldos de algunos directivos de empresas financieras con gran capital, y que si es cierto que si el mundo empresarial no se recupera y sale de la crisis no se generará empleo, también es cierto que es fundamental transmitir a la colectividad que la crisis no la están sufriendo unos más que otros, que los sacrificios que se nos están exigiendo sirven para que todos superemos estos difíciles momentos y no solamente para que unos pocos desconocidos aprovechen la coyuntura y obtengan pingues beneficios fruto de la especulación, porque, en caso contrario, esa rebelión ante decisiones económicas, seguramente necesarias pero quizás no tan perentorias, a la que me he referido será terreno abonado para políticas populistas como la del caso finlandés.
Acabo de ver la película “The company men” en la que se refleja la crisis financiera de otoño de 2008 y las perversidad de nuestros sistema económico, y se me quedaron grabadas tres escenas en las que Tommy Lee Jones, un alto directivo de una gran empresa norteamericana, muestra algunos atisbos de inquietud moral y decepción ante unos acontecimientos que se escapan a su poder de decisión y que dejan al descubierto la impersonalidad de una empresa en la que años atrás se valoraba a los trabajadores por su labor, mezclados con la contradicción de beneficiario de las decisiones empresariales que no dejan de beneficiarle.
En la primera de las escenas Tommy Lee Jones, después de haber asistido al primer recorte de personal de la empresa, sentado en el porche de su lujosa casa, le dice a su esposa que es curioso que tras el despido de personal en la empresa sus acciones en ella han subido quinientos mil dólares sin que el haya hecho nada.
En la segunda de las escenas, Tommy Lee Jones, reunido con el personal de su departamento a los que exige mayor dedicación para cubrir las ausencias de los compañeros despedidos para recuperar la confianza de los mercados, ante las quejas de una mujer de las ejecutivas que le pregunta que les va a decir a sus hijos si por el mismo sueldo va a trabajar más horas a los que ya apenas ve, le contesta que les diga que tiene suerte por conservar su trabajo.
En la tercera de las escenas, después de visitar la nueva sede en construcción de la empresa, a todas luces innecesaria, Tommy Lee Jones, cuando se entera de que se ha producido un nuevo reajuste de la plantilla de personal que supone el despido de 5.000 empleados, entre los que ahora está incluido, le pide explicaciones al presidente de la compañía – que, por cierto, tiene colgado en su despacho un Degás – sobre sus últimas decisiones, y éste le contesta «hicimos lo que nos exigieron los mercados para sobrevivir»; Tommy Lee Jones le pregunta irónicamente «¿Cuánto valen ahora tus acciones 600 millones de dólares?» y el presidente le contesta con otra pregunta ¿y las tuyas cuanto valen ahora 500 millones de dólares?.
Ese es el gran problema, la sensación de los ciudadanos de que se encuentran a merced de las decisiones de los mercados y de que las reglas del juego las imponen ellos y no sus representantes políticos, y el gran peligro es que el cansancio y enfado por los esfuerzos que se les exigen para solucionar una crisis de la que no se sienten culpables, aunque sea cierto que todos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y no nos hemos preocupado de averiguar cuales eran las causas de tanta bonanza, ni hemos querido ponerle freno a pesar de los avisos que se nos venían dando desde finales de 2007, ni hemos hecho suficiente énfasis en denunciar que la situación era insostenible, y que no sienten que afecten a todos por igual, pueden decantarse a favor de políticas populistas y oportunistas, que aprovechan la ocasión
Eso es lo que ha sucedido en Finlandia – y está sucediendo en otros países europeos como en Italia, Hungría, Holanda, Bélgica, Suecia y Francia donde se han registrado victorias de partidos ultranacionalistas – donde el partido “Verdaderos Finlandeses” – aunque parece que la verdadera traducción es “finlandeses de a pie” – ha obtenido, un 19% de los sufragios colocándose en la tercera posición del espectro político finlandés, con un programa antieuropeo , contrario a la inmigración y al rescate de Portugal aprobado por la Unión Europea.
Estos brotes de insolaridad no nos deben pasar desapercibidos, y los partidos con idearios políticos basados en la defensa de la unión europea y en la cooperación entre países y seres humanos deben tomar las riendas y demostrar a la ciudadanía, si es que la mayoría opta por ello, que como representantes nuestros no están dispuestos a que intereses espurios dirijan nuestra sociedad.
Habría que replantearse muy seriamente si los rigurosos ajustes que se están llevando a cabo son tan apremiantes y demandados por todos, si realmente contribuyen a la recuperación de la economía diaria y no solamente responden fines especulativos, y si es cierto que no están afectando a todos por igual, si estamos dispuestos a sacrificar gran parte de las conquistas sociales alcanzadas con tanto esfuerzo en aras de las exigencias de no sabe muy bien quién para que sigan manteniendo su confianza en nosotros.
Es importante lanzar mensajes tranquilizadores a la colectividad y aunque sea triste decirlo – los seres humanos somos egoístas y envidiosos por naturaleza- adoptar medidas que transmitan la sensación de que todos, ciudadanos de a pie, empresarios, inversores, banqueros etc…, estamos en el mismo barco.
En este sentido, aunque no parezca una medida de gran trascendencia, pero algo es algo, hay que reseñar que se han reformado, con la finalidad de transponer la Directiva 2009/111/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 16 de septiembre de 2009 obre medidas de control y supervisión de riesgos, la Ley 13/1985, de 25 de mayo, de coeficientes de inversión, recursos propios y obligaciones de información de los intermediarios financiero y la Ley 24/1988, de 28 de julio, del Mercado de Valores para que el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores recopilará información sobre el número de personas, en cada empresa de servicios de inversión, con remuneraciones de al menos 1 millón de euros, incluido el ámbito de negocio implicado y los principales componentes del sueldo, los incentivos, las primas a largo plazo y la contribución a la pensión. Información que se transmitirá a la Autoridad Europea de Valores y Mercados.
Algo esperanzador se mueve en Europa
Cuando Europa parecía un continente agotado, viejo, al borde de la enfermedad terminal, surge la esperanza que intenta abrir la Puerta a un nuevo entendimiento de la realidad. Sin embargo, este movimiento pudiera acusarse de oportunista y populista, porque exigen pan cuando otros se sacrifican comiendo pasteles. Y ojalá que la indiferencia y la falta de sensibilidad no terminen por sepultar la esperanza, dado que pudieran convertirse en sus propios enterradores.
Entre la indignación y la indiferencia
Después de varios días, de manifestarse la indignación que exige «Queremos que la clase política se preocupe por la ciudadanía, porque se preocupan más por el sistema financiero» (portavoz del M-15). En el fondo, coincide con la interrogante de si, ¿Existe todavía alguna institución vinculada a la soberanía popular capaz de oponer su legitimidad a la supremacía de las finanzas? (Informe Diplo de Mayo, Cuando el pueblo islandés vota contra los banqueros, Robert Wade y Silla Sigurgeirsdóttir), pero que no comparten los prestigiados corifeos, al afirmar que «en Europa que no están sabiendo atajar los poderes públicos» (Jesús Santos Oñate, de esta entrada).
Luego, pareciera que los indiginados asumen que su tragedia podría generar un efecto liberalizador, y en tanto los indiferentes impulsan el mensaje tranquilizador (aunque se nos presenta más como mediatizador). Y la diferencia pudiera surgir de la posición en la que cada uno se encuentra, sin embargo, el relativismo no resulta satisfactorio cuando se trata de cumplir con necesidades y derechos básicos del hombre, cuando no solamente Islandia, sino en muchos países, se ha permitido que los intereses privados dicten regulaciones públicas que han llevado a inflar o falsear la esfera financiera. Y mientras pasan los días, e impera la indiferencia justificada con la atención en otros temas, y es la tragedia española que continua cerrando las puertas, no obstante que por los resquicios asoma una nueva realidad.