De lo que acaeció con la presunta cohesión del cuerpo secretarial, con el arribo de los baremos específicos, con otros sucesos dignos de ser contados
Ni siquiera necesitaba ser la del alba, -cualquier momento era bueno-, para que llegaran las intrigas palaciegas a nuestra, en otrora ilustre y prestigiosa, profesión.
Bastó que el mago de turno, con triste y gris destino en algún despacho ministerial al uso, pergeñara el falaz recurso del baremo específico, sacando de su chistera el viejo truco del perfil idóneo, para desencadenar una endemoniada y desenfrenada carrera de los integrantes de nuestro colectivo, hacia puestos cotizados, con tan singular mérito de haber llegado primero al Alcalde que se prestara, en hipócrita y artera connivencia con el promotor, a trazar un traje a medida del susodicho interfecto.
Y todavía, si fuera así, sin más, tendríamos que aceptar uno más del sinfín de tropelías, abusos y desafueros, con que el poder político acostumbra infligirnos, con tan peregrinos fundamentos como los de autos. Pero no, para más “INRI”, y para mofa y befa de los afectados, se intenta, encima, legitimar con loables propósitos, lo que no es más, -como diría mi abuela-, que “un embuste”, para fomentar la desunión en un gremio, que a fe mía que no precisaba de excesivos alardes para lograrlo. El ominoso aforismo funcionó religiosamente: “divide y vencerás”. Y así, con precisión, metodismo y horario, corrimos, cada uno por nuestro lado, en pos del político de turno que, sin entender muy bien al principio qué era aquello del baremo específico, tampoco le hacía ascos a la idea de asentar en la Secretaría de su Corporación a quien, con tan singular gracejo, se había ganado sus simpatías, y quien, a la postre, estaba en deuda con él.
En lontananza quedaron aquellos criterios consagrados por el derecho romano: “prior tempore, potior iure”, (que viene a significar, en román paladino, que la antigüedad es un grado), y que era una garantía de que, con el transcurso del tiempo, en el desempeño de las funciones encomendadas a nuestro colectivo, se iría ascendiendo en el escalafón, hacia cotas más altas, que en ese momento ocupaban, por antigüedad, los vetustos y provectos sabios del lugar; quienes, con su experiencia en la profesión, infundían la confianza que en todas las culturas suelen inspirar sus ancestros, de generación en generación.
Pero bueno, esas obsoletas reminiscencias históricas han quedado relegadas para profesiones tan poco de fiar como Judicatura, Registros, Notariado, etc.: unos carcas desfasados, sin duda, que debían de aprender de nosotros, y lograrían objetivos, tan necesarios, por ejemplo, como que la persona que obtuviera la plaza de Registrador de la Propiedad en una Localidad sita en el Parque Nacional de Sierra Nevada, fuera quien tuviera más puntos de baremo, por conocimientos de la flora y fauna del referido entorno, a razón, -“un poner”-, de a punto por bicho, y medio por vegetal. Y así, ad infinitum.
Cierto que esta elegía puede desprender cierto tufo a despecho, de alguien que se encuentra en el ostracismo de algún pueblo perdido, y no especialmente cotizado por el resto de los mortales; lo cual que no iría desencaminado; pues, pongo a los dioses por testigos, que no es precisamente entusiasmo lo que se percibe, cuando se comprueba, como ha sido mi caso, que después de haber obtenido el título de Secretario-Interventor, en 1983, -annus dei-, y tras el ejercicio profesional en pueblecitos recónditos y alejados del mundanal ruido, por no haberme prestado al juego baremil-específico, con sumas dificultades para asistir, por problemas de comunicaciones, recursos municipales escasos, etc., a cursos, seminarios, y demás foros donde los próceres de la causa se forjan, y que suelen desarrollarse en las sedes de las lejanas Villas y Cortes, pues ha ido observando cómo sus compañeros…¿?, con menos experiencia en estas lides, iban accediendo, casualmente, a puestos atractivos, por reunir, también casualmente, los requisitos de los baremos específicos aprobados para plazas más apetecibles; plazas a las que, a la sazón, y nuevamente por mor de la casualidad y la fatalidad, habían tenido ellos acceso; y en las cuales, de la noche a la mañana, pensaron sus dirigentes, inspirados por no se sabe bien qué musa, y en el sagrado nombre del interés municipal, (por supuesto), que sería conveniente al mismo, verbigracia, valorar con equis puntos de baremo a quien hubiera cursado algún seminario, -de cuarenta horas mínimo, eso sí, que nobleza obliga-, sobre “Las repercusiones que en Oriente Próximo produciría la introducción de materiales derivados de la crianza del gusano de seda”; curso al que, -¡válame dios!-, había asistido el aspirante de autos.
En fin, sufridos especimenes que no habéis echado mano del anzuelo del baremo, -rara avis, que glosaría el vate-, resignáos, que tan aplastante mayoría de compañeros…¿?, no puede estar equivocada. Quizá sea hora de que nos convirtamos a los verdaderos dioses, y vayamos derrochando imaginación para inspirar en los responsables políticos de alguna plaza ilustre, un baremo que casualmente se ajuste a nuestro perfil; aunque seguro que luego, algún malhadado piensa que dicho baremo se ha confeccionado “ad hoc”. Al tiempo.
Y no me resisto a terminar, sin antes referir uno de los más curiosos baremos, ampliamente comentado entre bambalinas y bastidores de nuestro Cuerpo, de aquel Pueblo, quiero recordar que castellano, donde se puntuaba para acceder a su Secretaría el saber montar a caballo. Ciertamente, que en su descargo hay que alegar que se legitimó dicho dislate en que en esos lares era costumbre ancestral el que Alcalde y Secretario cabalgaran, en comanditario séquito, tras el santo patrón del lugar, para custodiarlo debidamente: doctores tiene la Iglesia. ¡Amén!.
Eso de la cohesión a que te refieres supongo que será un simple querer, deseo, aspiración, un desideratum porque yo no la he visto nunca en esta profesión., Bueno, supongo que es así en todas y no deberíamos extrañarnos.
Comparto tu justificado pesimismo estructural, la cosa es así, como es
Querido compañero «rara avis»:
Tu mismo te contestas en tu comentario. Los que accedimos a la profesión hacer ya largo tiempo, yo accedí en el año 1.984, no estamos preparados para las nuevas exigencias de la profesión. A nosotros no nos prepararon para asumir los nuevos retos que nos plantean de ser directivos-gestores y garantes de la legalidad, todo ello al tiempo. Mis hemisferios cerebrales no están diseñados para alcanzar la «máxima eficacia» y garantizar la legalidad de las actuaciones de las que, por cierto, me harán responsable. Soy tan antiguo como los jueces o los notarios que juzgan la legalidad de las actuaciones, pero no son los que las gestionan.
Yo en el año 2.005 accedí a la subescala de secretaría de entrada y durante el curso de formación al que me sometieron después de 21 años de práctica profesional, en los debates que surgieron con las nuevas generaciones comprendí que no estoy preparado para los nuevos tiempos. Los nuevos compañeros son máquinas de hacer cursos, pero que conste que los entiendo, con los cursos se alcanza en poco tiempo 5 puntos, mientras que con todos los años que quieras incluir en la antigüedad nunca obtendrás más de 6 puntos. Es una cuestión de adaptación a la situación. Yo he concocido casos de compañeros asistentes a cursos, incluso antes de haber sido nombrados. Las nuevas generaciones saben lo que quieren y no están dispuestos a andarse con mandangas de concursos y gaitas. No están dispuestoa a esperar hasta que se convoque un concurso pudiendo obtener un nombramiento provisional en 24 horas.
Insisto yo no estoy preparado para los nuevos tiempos. Me da verguenza visitar un Ayuntamiento para ofrecerme a ocupar un puesto en el que, antes o después, tendré que enfrentarme con quienes confiaron en mí para ocuparlo. Me da verguenza esperar en la antesala de la Alcaldía, junto con otros compañeros, para pasar la correspondiente entrevista. Me da vereguenza llamar a un Ayuntamiento para preguntar cuales son las retribuciones del puesto. Me indigna que la Dirección General de turno se limite a pasar a los alumnos de los cursos de formación un listado de las potenciales vacantes, casi siempre sin actualizar, para que inicien su peregrinar en busca de un puesto de trabajo.Me indignaba verlos volver sin haber sido recibidos por los Alcaldes porque no habían respetado su cita con ellos, o bien, la plaza ya estaba ocupada, incluso en régimen de acumulación por otros compañeros con destino en otras plazas.
Sigo sin poder imaginarme a Jueces, Notarios, Registradores, Técnicos de la Adminitración, Administrativos, Auxiliares, Ugieres, etc… acudiendo a centros oficiales, tras aprobar la pertinente oposición, a ofrecerse a ocupar algún puesto vacante.
Pero que le vamos a hacer, estos son los nuevos tiempos. Tras la campaña de Cosital en contra de la libre designación en todos los municipios, con óptimos resultados, parece que el hecho de que siga existiendo libre designación en los grandes municipios no es tan grave. Quizás en los grandes municipios no es necesario salvaguardar la indepencia de los profesionales que garantizan la legalidad, aunque la realidad es obstinada y parece apuntar lo contrario.
En fín C’est la vie. Yo propongo crear un repertorio de los mejores baremos específicos creados en los últimos años. Iniciado con el del jinete, añado otros tres:
– Conocimientos de inglés a nivel de master.
– Haber sido gerente de una empresa de cerámica.
– «The best»: Haber sido secretario del ayuntamiento en cuestión los últimos 5 años. Este baremo tiene aún más enjundia. Tras ser anulado el baremo por el Tribunal Supremo, el ínclito compañero, en un arranque de solidaridad corporativa, se negó a ejecutar la sentencia alegando los perjuicios que podría causar a sus sufridos compañeros como consecuencia del efecto dominó que produciría la anulación de su nombramiento.
Si es que no estamos contentos con nada. Ya se ha integrado la Secretaría-Intervención en el Grupo A. ¿Que más se puede pedir?
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Jesús, me parece muy bien la idea de organizar un