No somos capaces de imaginar el futuro, empañada nuestra visión por el vaho de la incertidumbre cruel del coronavirus. Sabemos que, a corto, una grave crisis económica mermará nuestras haciendas públicas y privadas que, de una forma u otra, a casi nos todos fastidiará en mayor o menor grado. También sabemos que la covid acelerará la digitalización de nuestra economía, aunque no terminamos, en verdad, de comprender el alcance de la nueva sociedad digital que aceleradamente conformamos.
Para muchos, la digitalización equivale a compras por internet, redes sociales, series en línea y teletrabajo. Se quedan cortos, ya que sólo advierten la punta del iceberg. La digitalización es un dinámica mucho más amplia, exigente y profunda, que modificará no sólo el cómo trabajamos sino, también, el cómo vivimos, el cómo nos relacionamos, el cómo nos gobernamos y, por supuesto, dónde habitamos. Las viviendas, las oficinas y las infraestructuras de transporte tendrán que evolucionar para adaptarse al nuevo entorno laboral. La digitalización, por tanto, no sólo supondrá una revolución en los modelos de organización, sino que, también, impulsará profundas modificaciones en el urbanismo de nuestras ciudades y pueblos.
Hasta ahora, las grandes ciudades y sus perímetros industriales atraían al talento y concentraban el empleo. El teletrabajo puede suponer una oportunidad para las ciudades medias y para algunos de los pueblos de la España vacía. Los requisitos para atraer ese talento digital serán vivienda digna a precio razonable, calidad de vida sostenible, buena comunicación y, sobre todo, servicios de salud, educación y de conexión a internet. Las ciudades más dinámicas competirán por atraer trabajadores digitales, conscientes de que, probablemente, se estén jugando su propia supervivencia. Ya vemos como determinados países aprueban estímulos fiscales para residentes extranjeros que desean trasladarse. En fin, una oportunidad que las ciudades y comarcas más avispadas, a buen seguro, no dejarán pasar.
Por supuesto, no todos los trabajos son susceptibles de desarrollarse a distancia. La nueva organización precisará de puestos de trabajo presenciales y otros remotos, y el formato de empresa más habitual será el mixto, en el que convivan ambas fórmulas. De hecho, cada día son más frecuentes las empresas que tienen a una parte significativa de sus plantillas en teletrabajo algunos días mientras que otros tienen que estar en la oficina por motivos diversos. En fin, todo parece caminar hacia modelos mixtos y flexibles, lo que tendrá consecuencias en el tipo y dimensión de las oficinas. El parque de oficinas deberá satisfacer a esas nuevas exigencias y condicionantes. Ya fuimos testigos antes de la Covid del cómo las nuevas oficinas iban transformando su estructura, fisonomía y distribución. Así, gustaban de grandes espacios abiertos y compartidos, eliminado los antiguos despachos individuales y dotándose de salas de juntas y espacios comunes suficientes para atender visitas y reuniones, al tiempo que se incrementaba la interacción entre los trabajadores de los distintos departamentos. Probablemente, el teletrabajo hará que un porcentaje de la superficie de esas oficinas quede ocioso, lo que, en un principio, puede que genere una sobreoferta de alquileres con la consiguiente presión a la baja de sus precios.
Los locales comerciales también van a sufrir, ya que muchas serán las tiendas o los bares que no vuelvan a abrir sus puertas. Esa muerte anunciada se deberá a dos razones fundamentales. La primera, la resaca económica de la enfermedad y la disminución probable del turismo de masas, durante algún tiempo, al menos. Pero, en verdad, es la venta por internet lo que está dando la puntilla al comercio tradicional. Preferimos comprar a través del móvil o del ordenador y esperar cómodamente a que nos lo lleven a casa. El sector de banca y de seguros también disminuirá su presencia física al potenciar su actividad digital, por lo que nos tendremos que acostumbrar a locales vacíos durante algún tiempo, al menos.
Las grandes marcas tenderán a potenciar sus ventas por internet, más cómodas, rentables y seguras que el desarrollo, siempre incierto, de la apertura de nuevos establecimientos. Estas empresas, reducirán el número de tiendas, pero mejorarán su ubicación, al tiempo que incrementan el tamaño de las que mantengan, con el doble objetivo de cultivar el prestigio de la firma y de combinar su operación con la logística última milla de internet.
Como acabamos de analizar, la compra por internet, por un lado, significará el cierre de un porcentaje de la superficie comercial, mientras que, por otro, la menor necesidad de trabajo presencial conllevará una reducción de la superficie ocupada de oficina. Sin embargo, las necesidades logísticas de la distribución seguirán creciendo y se precisarán, todavía, de nuevas infraestructuras de almacenamiento, operación logística y distribución. Algunos ayuntamientos ya detectaron esa demanda hace tiempo y se anticiparon en su planificación urbanística. A los que todavía no lo hicieron, les podemos recordar aquello tan castizo de que nunca es tarde si la dicha es buena.
La sociedad digital y el compromiso de sostenibilidad limitarán los desplazamientos e incrementarán el uso del vehículo eléctrico, con las consiguientes necesidades de infraestructura de recarga. La menor carga de desplazamientos en horas punta permitirá descargar las vías de acceso a las grandes urbes.
Parece que la demanda de pisos con terraza y de chalés con jardín se ha incrementado sensiblemente en estos últimos meses, quién sabe cuál será la fuerza transformadora de ese inédito tándem que conforman el temor a nuevos confinamientos con la digitalización galopante que todo lo transforma y muta.
La digitalización no sólo modificará, por tanto, nuestros hábitos y sistemas de trabajo, sino que tendrá consecuencias profundas en el urbanismo de nuestros pueblos y ciudades. Corresponde al gestor municipal eficaz y clarividente el saberse anticipar y el gestionar adecuadamente estas nuevas dinámicas que han llegado para quedarse. Y nadie diga que no se le avisó. Nuevos tiempos, nuevos usos del ordenador y del ladrillo.
Excelente artículo. Como bien comentas, debemos saber anticiparnos y gestionar estas nuevas dinámicas que han llegado para quedarse. Uno de los nuevos usos en la ciudad es por ejemplo, el urbanismo táctico para adaptar y transformar la ciudad a bajo coste. Así que si el urbanismo se está adaptando, en los demás sectores también toca. Saludos
¡Hola Manuel! Gracias por compartir este análisis tan interesante sobre el impacto de la digitalización y el Covid en el urbanismo. Es genial ver cómo estos cambios están redefiniendo no solo el trabajo y la vida diaria, sino también el diseño de nuestras ciudades. Definitivamente, me ha hecho reflexionar sobre cómo adaptarnos a estas nuevas dinámicas y qué podemos esperar en el futuro cercano. ¡Muy útil y esclarecedor!