En otra ocasión escribí sobre los hábitos higiénicos que tienden a extremarse ante la amenaza real de una epidemia –ahora la gripe A-, pero se relajan en situaciones de supuesta normalidad. Y digo supuesta porque todos los años los virus estacionales se llevan por delante a un buen número de personas por más que se quiera explicar que los fallecidos pertenecen a grupos de riesgo por la edad, por otras enfermedades o por un debilitamiento de defensas. Es cierto que los poderes públicos alertan y facilitan la vacunación anual de estos colectivos propensos; no siempre con excesivo éxito porque, como es sabido, no hay dos cepas iguales y en cada ejercicio la gripe, por ejemplo, se manifiesta de forma diversa, porque los diablos que nos infectan están en continua mutación. Además, aunque sea una minoría, la reacción a la vacuna no es un hecho irrelevante estadísticamente. Y si hablamos de los tratamientos curativos, una vez pillada la enfermedad, sólo hay que acudir a la hemeroteca para ver cuántos hospitales se saturan de ingresos, por no hablar de los centros de atención primaria en cuya cola es posible que un griposo contagie a quien esté a su lado y acuda al médico generalista por cualquier otro motivo. Y como corolario las recetas, tan necesarias como onerosas para nuestro Sistema Nacional de Salud y nuestra envidiable seguridad social.
La prevención como medida cotidiana es lo que debieran recomendar Ministerio y Consejerías sanitarias de forma permanente, sin tener que esperar a que el pánico obligue a decir obviedades como que no hay que estornudar encima del vecino, que no hay que ir a propagar el mal propio al trabajo, que debemos lavarnos las manos frecuentemente y de forma adecuada y que basta con saludar verbalmente al conocido sin tener que ensalivarlo a besos.
No tengo la menor duda y a los hechos me remito, que de no ser por la pandemia que se teme, los responsables de salud pública no se atreverían a decir, por no ser políticamente correcto, que hay que ponerse un pañuelo de papel en la nariz cada vez que vayamos a expeler mucosidad y que luego dicho trocito de celulosa debe tirarse y no poner encima del frutero. Aún no se han atrevido a decir a las claras que, ante la menor sospecha de infección, un aficionado al fútbol debe desistir de acudir a la grada aunque se ventilen el título el Barça y el Real Madrid. Cualquiera se atreve a recomendar tal cosa con la pasta que mueve el balompié y el lío de las transmisiones y la famosa TDT de pago aprobada por Decreto-Ley malgré le Conseil d’Etat.
De momento se han atrevido con el agua bendita y las reliquias e imágenes en las que se busca el contacto de manos y labios. Alguna jerarquía católica, hora era, se ha dado cuenta que lo de dar la comunión en la lengua de un parroquiano, mojarse los dedos y pasar virus y bacterias al siguiente de la fila no es muy profiláctico que digamos. La verdad es que, en muchas iglesias, las pilas de agua bendita llevan lustros secas porque eran lugar propicio para lavar jeringuillas, otra desgracia social, por más que los usuarios de tales servicios eclesiásticos pertenecieran a la marginalidad minoritaria, en comparación con los famosos de revista y profesionales de éxito que gustan más de las vías nasales.
No ha habido valor, en cambio –y perdón si resulta escatológico- para recomendar más cuidado y limpieza en los aseos públicos. Bares, restaurantes, empresas, Administraciones, ofrecen muchas veces un panorama desolador en sus lavabos. Debe imponerse más sentido higiénico y social de quienes utilizan el escusado y menos excusas de quienes no proveen la adecuada labor de fregona y desinfectantes para mantener en estado de revista eso que eufemísticamente muchos llaman los baños.
En cuanto al asunto de los besos he debido volverme muy antiguo ya que no entiendo por qué hay que estamparlos en las mejillas de la persona desconocida que nos acaban de presentar si es del otro sexo. O del mismo, incluso. Es una costumbre de falsa proximidad que entiendo aún menos que el tuteo indiscriminado. Ya se sabe aquello del beso de Judas, pero por regla general tras un beso debe esconderse afecto o pasión. Esta última ha traído en la historia más enfermedades, de continente a continente, pero sin microscopios ni el descubrimiento de Fleming todo es más disculpable. Pero incluso Sanidad recomienda contención en la efusividad derivada de la hormona.
En fin, que ahora que se advierte que el coste sanitario es muy difícil de asumir y se oyen voces que hablan del copago y de la gestión federal del sistema, no estaría de más que todas las entidades públicas se esmerasen, sin pudores absurdos, en exigir comportamientos higiénicos a los demás. No tiene sentido que se multe al que echa el humo de un cigarrillo a un niño, pero nadie sancione a quien le tose encima. Y las probabilidades de que el menor adquiera una enfermedad derivada del tabaco son infinitamente inferiores a que agarre un trancazo por la otra conducta. Pero ya se sabe que la política es marketing y, paradójicamente, una campaña anti-cajetillas vende y el reprender actitudes incívicas, no. Es lo que hay y con estos bueyes hay que arar.
hola les quiero dar a conocer mi primer blog no soy muy esperta en blogs pero lo estoy intentando xfa entren y denme su punto de vista en el hablare de varios temas http://nocallesdestruye.blogspot.com/
Hi Sharon
Cuando se pueda entrar, te podré ofrecer mi punto de vista.
Bye.
Se habla mucho de la Gripe A, pero no de su origen.
Es más fácil tomar un medicamento para quitar un síntoma de enfermedad que vivir sano.
Es más fácil poner un catalizador en los coches que cambiar la forma de movilidad y transporte.
Es más fácil dar una limosna que hacer justicia social.
Es más difícil pensar y actuar bien que hacer lo que hagan los demás.
Toda esa panda de alarmistas, victimistas y tiquismiquis que aparecen en los Medios y toda la turbamulta de gente manipulada por ellos, deberían ver las condiciones en que viven los cerdos de las granjas de ganadería intensiva donde surgió la gripe A o las aves de las granjas intensivas de donde surgió la gripe asiática.
El sistema mundial de producción y consumo de alimentos tiene tales costes de todo tipo y es tan aberrante, demencial y horripilante que preferimos no imaginarlo siquiera.
Como dice Risto Mejide: Estamos tan mentidos que si nos dijeran la verdad, nos parecería mentira.
Si alguien quiere saber por qué mueren de hambre en el Mundo millones de personas, por qué se agotan los recursos naturales, por qué se destruye el Medio Ambiente y el Planeta, por qué hay tan mala salud pública (vacas locas, pollos con dioxinas, ovejas con lengua azul, gripe asiática, etc.) o por qué se hunde la economía, le recomiendo que comience a buscar la causa en el hipermercado y en su nevera, porque si le mando al matadero más cercano, le parecerá de mal gusto.
No hay ningún Holocausto en la Historia comparable (ni en términos cuantitativos, ni cualitativos) con el que vienen cometiendo los animales humanos contra los animales no humanos. Lo de Hitler o Stalin son simples travesuras al lado de lo anterior.
No tenemos derecho a quejarnos de nada (salvo de la estupidez criminal del hombre), la humanidad se alimenta de una monstruosidad inenarrable e indescriptible y apenas recibe como castigo, una mínima parte del que merece.
*10.378.500.000 DE ANIMALES TERRESTRES SON MATADOS CADA A